La iniciativa de construir una mezquita en las inmediaciones de la zona cero de Nueva York ha generado una comprensible e interesante polémica entre quienes se oponen radicalmente –Sarah Palin, por ejemplo-, y quienes como Obama consideran que es una manifestación del ejercicio a la libertad religiosa que no se puede prohibir. Los lectores de este blog saben que he defendido el uso del velo islámico en los colegios, así que probablemente imaginarán que voy a defender la postura de Obama. No se precipiten en sus juicios porque el problema que se presenta en este caso no se puede resolver únicamente desde una perspectiva jurídica, que por cierto nunca es suficiente para analizar correctamente un problema social.
La base de la convivencia se halla en el respeto a los demás. Ello exige muchas cosas, pero me parece que es difícil respetar aquello que no se aprecia. El mandamiento cristiano de amar al prójimo facilitaría al máximo una convivencia armoniosa si realmente se practicara efectivamente. No pongamos el listón tan alto. Me conformo con un cierto aprecio o estima por los demás que se debe traducir en algo tan sencillo y a la vez tan complejo como evitar causar a los demás ofensa o daño. En los modernos Estados de Derecho se protege a las personas del daño ajeno causado en sus derechos, pero hay ofensas que no afectan a derecho alguno y que sin embargo pueden repercutir muy negativamente en la convivencia. En el caso del velo islámico en los colegios defendí el derecho a utilizar el velo, pues entendía que aquí la perspectiva jurídica era claramente la dominante. Se trata de un ejercicio del derecho a la libertad religiosa que no daña ni ofende a nadie. El daño consiste en su negación. ¿Tienen derecho los musulmanes a edificar una mezquita en las inmediaciones de la zona cero? Sí, tienen derecho. Ahora bien, la comunidad musulmana debería ser consciente de lo inapropiado de ese emplazamiento. Miles de personas fueron asesinadas a manos del fundamentalismo islámico, y es humanamente comprensible que muchas de las víctimas no sientan simpatía hacia esta religión. No ser capaz de comprender esto me parece una atroz falta de sensibilidad, y creo que perseverar en la decisión de ubicar allí la mezquita constituye un deseo gratuito de ofender que daña la convivencia.
¿Qué respuesta cabe dar a este caso o a otros semejantes? La prohibición a lo Sarah Palin es tan improcedente como la postura de un mal entendido liberalismo de Obama. La crítica a la iniciativa tiene que ser rotunda, sin paliativos, absolutamente enérgica. Las autoridades deben hacer entender a los musulmanes que resulta absolutamente inapropiado lo que pretenden. La sociedad debe movilizarse y rechazarlo. ¿Y si los musulmanes desearan seguir adelante sin importarles la ofensa? No creo que si se produce esta movilización que apunto se llegara a esta situación. Si así fuera quizá cabría pensar que estamos ante un ejercicio antisocial del derecho que podría exigir medidas excepcionales en caso de que existiera un serio riesgo de alteración del orden público (agresiones de diverso tipo a la mezquita, etc.). Pero lo más relevante sería el desprestigio absoluto en el que incurrirían los musulmanes si se empecinaran en ahondar en la herida de los neoyorquinos y de toda persona de bien.
La base de la convivencia se halla en el respeto a los demás. Ello exige muchas cosas, pero me parece que es difícil respetar aquello que no se aprecia. El mandamiento cristiano de amar al prójimo facilitaría al máximo una convivencia armoniosa si realmente se practicara efectivamente. No pongamos el listón tan alto. Me conformo con un cierto aprecio o estima por los demás que se debe traducir en algo tan sencillo y a la vez tan complejo como evitar causar a los demás ofensa o daño. En los modernos Estados de Derecho se protege a las personas del daño ajeno causado en sus derechos, pero hay ofensas que no afectan a derecho alguno y que sin embargo pueden repercutir muy negativamente en la convivencia. En el caso del velo islámico en los colegios defendí el derecho a utilizar el velo, pues entendía que aquí la perspectiva jurídica era claramente la dominante. Se trata de un ejercicio del derecho a la libertad religiosa que no daña ni ofende a nadie. El daño consiste en su negación. ¿Tienen derecho los musulmanes a edificar una mezquita en las inmediaciones de la zona cero? Sí, tienen derecho. Ahora bien, la comunidad musulmana debería ser consciente de lo inapropiado de ese emplazamiento. Miles de personas fueron asesinadas a manos del fundamentalismo islámico, y es humanamente comprensible que muchas de las víctimas no sientan simpatía hacia esta religión. No ser capaz de comprender esto me parece una atroz falta de sensibilidad, y creo que perseverar en la decisión de ubicar allí la mezquita constituye un deseo gratuito de ofender que daña la convivencia.
¿Qué respuesta cabe dar a este caso o a otros semejantes? La prohibición a lo Sarah Palin es tan improcedente como la postura de un mal entendido liberalismo de Obama. La crítica a la iniciativa tiene que ser rotunda, sin paliativos, absolutamente enérgica. Las autoridades deben hacer entender a los musulmanes que resulta absolutamente inapropiado lo que pretenden. La sociedad debe movilizarse y rechazarlo. ¿Y si los musulmanes desearan seguir adelante sin importarles la ofensa? No creo que si se produce esta movilización que apunto se llegara a esta situación. Si así fuera quizá cabría pensar que estamos ante un ejercicio antisocial del derecho que podría exigir medidas excepcionales en caso de que existiera un serio riesgo de alteración del orden público (agresiones de diverso tipo a la mezquita, etc.). Pero lo más relevante sería el desprestigio absoluto en el que incurrirían los musulmanes si se empecinaran en ahondar en la herida de los neoyorquinos y de toda persona de bien.