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viernes, 20 de junio de 2025

"Lo que arde", de Oliver Laxe

Esta última semana vi con mi mujer (dos veces) esta excelente película de Oliver Laxe. El director deja abierta la historia para que el espectador la reconstruya. Nos da pistas para ello, aunque imagino que insuficientes para el gusto de muchos. Una de esas pistas la vemos en la primera escena de la película. En plena noche, con los faros encendidos, dos camiones avanzan por la ladera de un monte lucense derribando árboles altos, casi con total seguridad eucaliptos. Su avance se detiene cuando topan con un árbol distinto, de grueso tronco y probablemente autóctono. No se observa bien por la falta de luz, pero el director se recrea enfocándolo desde distintos ángulos.

Tras esa pista inicial, vamos a conocer al protagonista de la historia. Se trata de un pirómano que se dispone a salir de la cárcel tras pasar varios años encerrado. Por el voluminoso expediente que manejan los funcionarios podemos pensar que no se trató de una conducta aislada. El comentario de los funcionarios sobre esta persona, Amador, es simplemente que se trata de un “pobre hombre”. Nada más vamos a saber explícitamente de él ni de los actos que cometió. El espectador deberá sacar sus propias conclusiones.

Amador sube a un autobús que le va a llevar a casa de su madre, que vive en medio del campo con tres vacas. Allí llega caminando, sin aceptar el ofrecimiento de un vecino para acercarle en coche. No se abrazan madre e hijo. No por falta de afecto, sino por el temperamento de ambos. Utilizan las palabras sólo para lo comunicar lo esencial, en este caso la madre le pregunta si tiene hambre. La forma de reflejar el alma rústica gallega y la personalidad de la madre y del hijo es magistral, quizá lo mejor de la película. A ella le dieron el goya a la actriz revelación con 85 años nada menos.

La vida de Amador consistirá en ayudar a su madre en las tareas propias de la vida rural, sin que le conozcamos ningún proyecto. Le contemplamos en silencio la mayor parte del tiempo, de ahí que lo poco que dice se quede grabado en el espectador. Por una parte, rechaza trabajar en la restauración de una casa que los vecinos están acondicionando para recibir turistas y poder retirarse con los ingresos que obtengan. Amador, sin argumentar, muestra su escepticismo respecto al turismo. En cierta ocasión, viendo desde la distancia como trabajan en la casa, desliza un enigmático comentario, algo así como que “tanto trabajo para nada”. La otra licencia que Amador concede al verbo es su comentario sobre los eucaliptos. Se trata de una “plaga”, un árbol cuyas raíces impiden que crezca nada a su alrededor, un árbol que hace sufrir. Ante esa observación su madre sentencia: "si hacen sufrir es porque sufren".

Conoceremos algo más de Amador al verle interactuar con la veterinaria del pueblo, que les va a ayudar a él y a su madre con una vaca. Ella tiene simpatía por Amador, pero no logra que se anime a conversar. Se da perfecta cuenta de que es un tipo muy callado, de parar serio y triste, pero no le da la impresión de tener un mal fondo. Como la veterinaria no es de allí, Amador sabe que pronto le dirán que él estuvo en la cárcel por pirómano. Así sucede cuando ambos se encuentran en el bar del pueblo. Él le pregunta si ya sabe quién es, y ella, aunque lo admite, no le da mayor importancia.

La siguiente escena que vamos a ver nos muestra a Amador conduciendo por una carretera rodeado de monte y cruzándose con camiones de bomberos que van a sofocar un fuego que ha comenzado en el lugar de donde él venía. ¿Fue el autor? Nada nos va a decir el director sobre ello. Cuando el incendio se sofoca y destroza, entre otras, la casa que los vecinos estaban restaurando, estos dan por supuesto que ha sido Amador el que ha provocado el fuego y le agreden sin que este se defienda. Su madre se interpone y lo lleva a otro lado. Amador no dice absolutamente nada. Ni siquiera intenta defenderse. Se va de allí cabizbajo y con su mismo semblante triste.

Así acaba esta película absolutamente desconsejable para todos aquellos que buscan entretenimiento fácil en la pantalla mientras se comen sus palomitas y beben su refresco. Sin embargo, es fascinante topar con estos personajes rurales, con estas formas de vida en las que se puede ver una cocina de leña, que es la que utilizan la madre y el hijo, mientras la cocina de butano aparece en el fondo de la imagen. Ahí está otra de las pistas. Es un mundo que parece extinguirse, pero que ofrece resistencia, como el tronco ante el que se paran los camiones en la primera escena. Amador quizá sea ese tronco que se resiste a que llegue el turismo y prefiere quemarlo todo. Es una interpretación libre, pero plausible. Desde luego, mi mujer y yo coincidimos en que él era el pirómano, pero nada se puede saber explícitamente de sus razones. Una película bellísima, pero quizá poco arriesgada, cómoda, al dejar demasiada iniciativa al espectador. Sólo por los personajes de los protagonistas merece la pena verla al menos un par de veces.

viernes, 25 de abril de 2025

El coste de la desconfianza y el miedo

A la hora de relacionarnos con otras personas podemos tener una actitud confiada o desconfiada. La cuestión de la confianza y, dando un paso más, el miedo está también presente en la forma de organizar la sociedad. Es impresionante ver en los aeropuertos las largas colas que se forman para controlar los objetos que los pasajeros pretenden introducir en los aviones. Probablemente ninguna de las personas que un día pasa por allí desea cometer un atentado, pero la sola posibilidad de que alguien pueda hacerlo genera una desconfianza que altera por completo la organización de la vida colectiva. En un caso como este creo que todos estaremos de acuerdo en que el riesgo de que mueran inocentes justifica que nos protejamos con esas medidas de seguridad. Sin embargo, hay situaciones en que es preferible confiar y asumir el riesgo que ello pueda entrañar. Es más, diría que siempre habría que partir de la confianza y de la buena fe como principio lógico de actuación, puesto que la desconfianza y el miedo pueden deteriorar gravemente las relaciones e instituciones humanas. Pondré un ejemplo que considero bastante significativo.

En la enseñanza me parece esencial que el estudiante confíe en el maestro o profesor. La película “Karate Kid” lo muestra con claridad. El señor Miyagi y Daniel se comprometen a enseñar y a aprender Karate respectivamente. Además, Daniel debe obedecer sin hacer preguntas. Esta exigencia podría resultar sorprendente, pero con ello el señor Miyagi pretende fomentar esa imprescindible confianza en el maestro. La primera lección consiste en que Daniel lave coches y pinte las vallas de una cerca realizando esas tareas con unos movimientos pautados que vigila el señor Miyagi. Daniel no sabe qué puede aprender con esas tareas, pero obedece. Como no recibe ninguna explicación se va hartando y llega a pensar que el señor Miyagi lo tiene de “machaca” para beneficio propio. Al final, ante el conato de rebelión del muchacho, el señor Miyagi le muestra que esas tareas son excelentes ejercicios para dominar movimientos clave del karate.

Si en la relación entre estudiante y profesor se pierde esa confianza -y eso está sucediendo-, el profesor puede sentirse amenazado ante la posibilidad de que se le cuestione su forma de evaluar o los criterios de corrección que utiliza. Al final, la relación se juridifica para convertirse en un haz de derechos y obligaciones por ambas partes que responden una desconfianza verdaderamente corrosiva. Si se parte de la confianza, el estudiante deberá aceptar que el profesor decida examinarle oralmente, por ejemplo, y tener libertad para valorar el grado de asimilación de la asignatura. Naturalmente, podría pedir que le explicara en qué se ha equivocado, pero sería muy pernicioso que interpusiera una reclamación para protestar contra el criterio del profesor. Sé que hay profesores que pueden actuar arbitrariamente, pero no es lo habitual. Lo que importa destacar es que si la relación se basa en un garantismo fundado en la desconfianza es poco lo que se gana y mucho lo que se pierde. En definitiva, pensemos muy detenidamente en el coste que entraña relacionarnos desde la desconfianza y el miedo.

martes, 29 de octubre de 2024

Trump, la pesadilla americana

En pocos días puede que Donald Trump vuelva a convertirse en presidente de los Estados Unidos. Estremece ver en sus mítines a personajes esperpénticos -uno de ellos Elon Musk, el hombre más rico del mundo- que le acompañan diciendo barbaridades de todo tipo e insultando sin ningún pudor. Él mismo no hace más que insultar a Kamala Harris. Sabemos que en aquel país la política es un espectáculo que a veces adquiere tintes grotescos, como muestra John Ford en “El hombre que mató a Liberty Valance”, una película que bien merece varias entradas. Sin embargo, lo de Trump pasa de castaño a oscuro, porque se trata de alguien que alentó el asalto al Capitolio. ¿Cómo es posible que este candidato no genere rechazo en un pueblo que se enorgullece de su democracia? Incomprensible y altamente preocupante. Uno diría que está viendo una película de Scorsese, el más berlanguiano de los directores estadounidenses, pero es real, vaya que si lo es.

lunes, 28 de octubre de 2024

"La infiltrada", una película imprescindible para los jóvenes

Ayer fui al cine con mi mujer a ver “La infiltrada”, una película de Arantxa Echevarría, protagonizada por Carolina Yuste, pero que también cuenta con actores de la talla de Luis Tosar, Víctor Clavijo o Pedro Casablanc. Carolina Yuste, una actriz que ya me llamó la atención por su actuación en “El cover”, probablemente será nominada para el Goya a la mejor actriz. Es una película muy recomendable, sobre todo para la gente joven que no ha conocido el terrorismo de ETA. El argumento está inspirado en hechos reales: la policía nacional logra infiltrar en ETA a una joven policía que sacrifica años de vida para ganarse la confianza del entorno etarra. Los riesgos de ser descubierta y asesinada son inmensos, pero asume el reto y, superando el asco de convivir con los terroristas e incluso de mantener relaciones sexuales con uno de ellos, ayuda a la desarticulación del “comando Donosti”. La directora y los actores logran mantener el suspense en esta meritoria película que muestra descarnadamente la barbarie y sinrazón de una gente que, pese a vivir en democracia, fanatizados, no dudaron en asesinar, secuestrar y extorsionar. Indigna ver que la sociedad vasca pueda votar a quienes han apoyado a estos asesinos desalmados. Ya sé que han renunciado al terrorismo, y me alegro por ello, por supuesto, pero en modo alguno se muestran avergonzados de lo que hicieron. Al contrario, celebran las excarcelaciones y les rinden homenajes. Bildu no es un partido como los demás mientras mantengan esa actitud. Por eso es una indignidad que el PSOE alcance acuerdos políticos con esta formación cuya “contribución” a la democracia ha consistido en entrar en un restaurante y disparar en la nuca al adversario político. ¡Qué pocos jóvenes había en la sala! Una pena.

jueves, 6 de junio de 2024

"Joker", una cuestión de perspectiva

Una de las mayores injusticias en los premios Óscar de cine es la cometida con “Joker”. Me parece increíble que no fuera premiada con el Óscar a la mejor película, que se llevó “Parásitos”, una buena película de Corea del Sur, aunque a años luz de “Joker”. La actuación de Joaquín Phoenix es portentosa, pero esta película, sobre todo, tiene el enorme mérito de ofrecer la perspectiva de la realidad propia del marginado, en este caso un enfermo mental. Está tan bien presentada, y es tan convincente la actuación de Phoenix, que el espectador comprende cómo el protagonista explota y reacciona violentamente ante la presión a la que la sociedad le somete. Eso es lo que hace de “Joker” una película tan inquietante. Cuando mi mujer y yo la vimos en el cine por primera vez no podíamos entender que hubiera algunos espectadores que la encontraran divertida. Esta película es cualquier cosa menos eso. Esta semana volvieron a ponerla por televisión y no me pude resistir a verla por enésima vez. Y no me canso.

viernes, 6 de octubre de 2023

"El repostero de Berlín"

En Amazon Prime pueden encontrar una película especial, “El repostero de Berlín”. Si buscan emoción y entretenimiento a base de acción, lo típico del cine comercial, ni se molesten. En cambio, si les interesa el alma humana y tienen sensibilidad por los gestos, los silencios y la música, no dejen de verla. Absolutamente conmovedora, fascinante. Si alguna vez me planteara escribir y dirigir una película, se parecería a esta manera de hacer cine. El director se toma su tiempo para filmar las situaciones, los gestos, los silencios… El personaje principal, magistralmente interpretado por Tim Kalkhof, es un joven huérfano, solitario, cuya vida se nos presenta como un enigma. No sabemos demasiado de él, pero el director nos deja verlo vivir, simplemente eso tiene una fuerza extraordinaria y llama profundamente la atención. Cuando el cine sabe reflejar la vida y no es impostura se convierte en arte. Sin duda también es interesante la historia, que refleja que el amor puede elevarse por encima de la orientación sexual, y la ambientación de la vida de un alemán en Jerusalén. A ello hay que añadir la excepcional música de piano compuesta por Dominique Charpentier. Atrévanse, pero sin prisas. Es una película a la que debe prestársele mucha atención e imprescindible verla en versión original porque se habla alemán, hebreo e inglés.

jueves, 8 de junio de 2023

Una escena de "Días de vino y rosas"

Esta semana mi mujer y yo vimos de nuevo la película “Días de vino y rosas”, de Blake Edwards, protagonizada por Jack Lemmon y Lee Remick. Es una película muy dura, impactante incluso, que invita a la reflexión sobre los estragos que causa el alcoholismo y, especialmente, sobre los caminos que pueden conducir a ese abismo en el que se pierde la voluntad. La vi hace mucho tiempo y la recomiendo sin ninguna duda. No recordaba la mayoría de las escenas. Hubo una que me llamó especialmente la atención y que no está relacionada con el tema principal de la película. Los protagonistas, una pareja de jóvenes enamorados recién casados, van a casa del padre de la novia para que este conozca a su yerno. El suegro pregunta al yerno (Joe, interpretado por Jack Lemmon) por su profesión y él le explica que es relaciones públicas, comercial, de una empresa. Como eso no le aclara mucho, Joe le explica que se encarga de mostrar a los clientes los beneficios de productos y servicios de su empresa. El suegro, muy serio, le pregunta que qué sucede si el producto que vende no es bueno. A Joe le sorprende esta pregunta, que no esperaba, y con una risa nerviosa le dice con poca convicción que normalmente los productos son buenos, pero el suegro le vuelve a interpelar –casi le interrumpe- preguntándole que qué pasa si no es así. La hija se ve obligada a terciar para sacar a su marido del apuro, pero no es posible porque su padre ha comprendido perfectamente a qué se dedica y sentencia que “no entiende ese tipo de trabajo”, una enmienda a la totalidad.

Ganarse la vida como vendedor puede ser muy duro, no solo por el trabajo en sí mismo, sino sobre todo porque puede que a uno le exijan mentir deliberadamente, o que, sin llegar a ese extremo, el propio vendedor opte por recurrir al engaño para alcanzar los objetivos, sin ser plenamente consciente de la gravedad de esta acción. Es muy importante reflexionar serenamente sobre cuáles son los medios lícitos que un vendedor debe emplear, porque de lo contrario se puede ver envuelto en numerosos problemas. La tentación del engaño debe ser rápidamente atajada para no convertirse en un mercachifle. Es verdad que los engaños y triquiñuelas para vender y ganar más dinero están a la orden del día, lo sé, y precisamente por ello hay que advertir de que son una inmoralidad y, además, un grave error, porque un vendedor con un sólido compromiso ético con toda probabilidad venderá más, será un comerciante bien valorado en su profesión y, sobre todo, podrá llevar una vida más feliz al conducirse honradamente.

El buen vendedor debe tener un conocimiento exhaustivo de su producto o servicio y del de la competencia, así como tener una sólida formación moral. El comercio en la economía de mercado implica competir y para competir debes destacar tus fortalezas para mostrar que compensan tus debilidades y/o las fortalezas y debilidades de los competidores. ¿Qué hacer cuando lo que vendes es una auténtica “castaña”? Lo principal es no engañar y tratar de contribuir a la mejora de tu producto o servicio para poder atribuirle alguna fortaleza que aconseje su adquisición desde algún punto de vista. Si se conocen bien las fortalezas será posible dirigirse al tipo de cliente que mejor las pueda comprender. Si no es así, lo más adecuado es buscar otro empleo, nunca recurrir al engaño que es la raíz de la mentira.

Hay muchas personas que no ponen en duda su manera de ganarse la vida, como Joe cuando va a conocer a su suegro sin sospechar que pueda no gustarle su profesión, pero a veces una pregunta directa que nos cuestiona sobre la verdad de lo que hacemos puede provocarnos un brusco despertar. Ese es el mérito de esta impactante escena.

lunes, 14 de noviembre de 2022

"As bestas"

“As bestas” es una gran película, y todavía estoy más convencido de ello conforme van pasando las horas después de haberla visto: mi mujer y yo seguimos repasándola y admirando el descomunal talento que demuestran tanto su director, Rodrigo Sorogoyen, como los actores que la protagonizan.

Basada en hechos reales (el crimen de la aldea de Santoalla, Petín), Sorogoyen ha enriquecido esta historia hasta otorgarle la hondura de un clásico. La película refleja el enfrentamiento entre un matrimonio francés de mediana edad, Antoine y Olga, establecido en una aldea gallega desde hace dos años, y sus vecinos Xan y Loren, dos hermanos dedicados a la ganadería que siempre han vivido allí junto a su madre. Los franceses viven de la venta de las verduras y hortalizas que cultivan en su huerto. El conflicto surge porque una compañía de energías renovables desea instalar aerogeneradores (molinos para producir energía eólica) y está dispuesta a pagar una importante cantidad de dinero a los nueve vecinos de la aldea a cambio de sus tierras. La decisión debe ser unánime, ya que a la empresa le interesa la totalidad del terreno, no solo una parte. Si no aceptan la oferta, la empresa buscará otro lugar en el que realizar la instalación.

Antoine y Olga han encontrado en la aldea el lugar que venían buscando y se niegan a vender. Xan desea justo lo contrario: la oferta de la compañía quizá sea su única oportunidad para salir de ese lugar y cambiar de vida. Cree que no es justo que la decisión de quienes apenas llevan allí dos años valga lo mismo que la de aquellos que, como él y su hermano, no han conocido otro lugar, hasta el punto de llevar impregnado el olor a mierda, como le dice Xan a Antoine en el diálogo decisivo que mantienen en la taberna. Para Xan es el arraigo y no un frío título de propiedad lo que debe dar derecho a decidir algo que afecta al resto de vecinos. Antoine replica que él desea quedarse allí, que está dispuesto a comprometerse, a echar raíces en la aldea respetando su carácter rural, pero para Xan un compromiso no es suficiente: el arraigo remite al pasado. Además, Xan detesta esa visión romántica de la vida rural que para él no es más que un “capricho” que los franceses podrían satisfacer en cualquier otra aldea sin privarles a ellos de la posibilidad de comenzar una nueva vida. Ninguno va a ceder y es fácil imaginar cuál será la solución del conflicto. 

Especial interés tiene la relación entre Antoine y Olga. Se quieren y comparten el mismo proyecto vital, pero Antoine no es capaz de interpretar correctamente lo que está pasando y de cambiar sus planes ante la grave amenaza que se cierne sobre él y su mujer. Olga sabe que deben irse de allí e intenta convencer a su marido. Les están haciendo la vida imposible y es consciente de que posiblemente les acabarán matando. Además, no le gusta que Antoine utilice la cámara de video para grabar a los hermanos con el fin de obtener pruebas y denunciarles ante la Guardia Civil. De hecho, le pide a Antoine que deje de hacerlo. Y, en efecto, la cámara de vídeo, pese a haber grabado lo más grave, resultará inservible, todo un acierto de Sorogoyen. 

“As bestas” plantea muchos problemas, pero el principal es un conflicto jurídico para cuya solución no basta recurrir a un legalismo superficial: ¿quién tiene más derecho, Antoine o Xan? ¿Es justo que Antoine prive a Xan y a su hermano de una oportunidad lejos de la aldea, máxime cuando él y su mujer podrían vivir en cualquier otro sitio? La respuesta a las anteriores preguntas no es sencilla. Imagino que el espectador al ver la película sentirá simpatía por Antoine. Es un buen hombre que ama a su mujer, trabajador, altruista, y no busca problemas. Es natural que se experimente un sentimiento de injusticia al ver cómo los hermanos le hacen la vida imposible. Un mal western hubiera concluido con un enfrentamiento final en el que sale victorioso Antoine. Pero Sorogoyen ha elaborado una película redonda y semejante final no hubiera estado a la altura. Antoine, pese a caer bien, demuestra una rigidez que le lleva a la perdición. No termina de comprender que está tratando con gentes que son capaces de comportarse con la brutalidad de las bestias cuando creen que tienen razón. “As bestas” no es una película en la que domine la violencia o el terror, como he leído en algunas críticas. En absoluto pienso que sea comparable a “Perros de paja”, de Sam Peckinpah, salvo en que ambas películas sumergen al espectador en una atmósfera enrarecida. “Perros de paja” es una película muy violenta mientras que en “As bestas” la violencia ocupa un lugar secundario frente a la altísima tensión del conflicto vecinal que sobrevuela desde el comienzo. En definitiva, una gran película que aconsejo ver en el cine, aunque por las caras de los espectadores al finalizar la proyección no estoy seguro de que les pareciera igual de buena que a nosotros.


domingo, 22 de agosto de 2021

"Pa negre"

Hace un par de días vi con mi mujer “Pa negre” y a ambos nos impactó su dureza, porque prácticamente no hay ningún personaje que se salve de la podredumbre moral en esta historia de posguerra en la Cataluña profunda. El maestro, un borracho pederasta; el cura, descreído y miserable; los vencedores, arrogantes jugadores de ventaja; los ricos, aprovechados y preocupados por las apariencias; los pobres, intentando venderse bien sin escrúpulos; el republicano supuestamente idealista, un asesino por dinero. Repasamos a ver quién se salvaba y sólo la “tía Enriqueta” es el único personaje que se rebela y decide seguir soltera hasta encontrar un hombre que le guste de verdad y con el que pueda casarse. Se acuesta con el Guardia Civil que le gusta y curiosamente eso le reporta que a los ojos de la gente pase por una cualquiera. Una sociedad en la que hay silencios que esconden vergüenzas, rencores y ajustes de cuentas. La película, sin embargo, pese a que tiene ingredientes para ser un éxito, hay momentos en que aburre. No sé exactamente por qué, pero seguramente podía haberse contado mejor. De todas formas, muy recomendable.

miércoles, 12 de mayo de 2021

La frase estelar de "Sin perdón"

"Sin perdón" es sin ninguna duda una de las obras maestras de Clint Eastwood. Hay mucho que analizar de esta película, pero sobre todo me llama la atención su capacidad para desconcertar al espectador con el sentido de la justicia y de la culpa que se observa en los personajes. La trama parte de una decisión injusta del Sheriff Little Bill (Gene Hackman), que deja sin castigar las cuchilladas que recibe una prostituta por haberse reído del tamaño del pene del cliente. Las prostitutas reprochan a Little Bill que no le azote y sólo exija que restituya el daño causado al dueño del local (que alega que al dejar cicatrices a la prostituta es como si se hubiera dañado su propiedad) olvidando quién es la verdadera víctima. Las prostitutas se indignan y deciden ofrecer una recompensa para quienes maten al vaquero que acuchilló a su compañera y también al otro vaquero que le acompañaba en el prostíbulo. El acompañante no solo no hizo nada malo, sino que intentó detener a su amigo, pero las prostitutas le tratan como si también hubiera cometido la acción sin que él se defienda de esa acusación injusta. Asume una culpa mancomunada que planea por toda la película. Por ejemplo, cuando Will, Ned y Schofield van a matar a los dos vaqueros para cobrar la recompensa y Will dispara a uno de ellos desde una roca, Schofield -que no ve bien- le pregunta si le ha dado y Will le responde que sí, que le "hemos" matado. Se comprende que los tres asuman el asesinato porque se habían asociado para matarlos y cobrar la recompensa. Por ello sorprende la reacción de Will al enterarse de la muerte de Ned a manos de Little Bill. Aturdido por la noticia que le da la prostituta que viene a pagarles la recompensa, Will dice que Ned "no ha matado a nadie".

Pero, por encima de todo, "Sin perdón" desmitifica la visión superficial del pistolero del oeste capaz de matar sin remordimientos de conciencia. El contraste entre esta interpretación y la realidad se subraya con la presencia del personaje de Beauchamp, un escritor que ha viajado al oeste fascinado con los pistoleros que desenfundan rápidamente y matan. Viaja con Bob "el inglés", un famoso pistolero sobre cuyas "hazañas" con el revólver está escribiendo y que también ha viajado a Big Whisky -el pueblo donde se desarrolla la acción- a matar a los vaqueros para cobrar la recompensa. Beauchamp comienza admirando a Bob, pero luego queda impresionado por Little Bill y permanece en el pueblo para conocerlo mejor. Finalmente, comprueba espeluznado lo que es un tiroteo con la entrada de Will al salón para vengar la muerte de Ned. Desde la perspectiva de Beauchamp, Will es la encarnación del pistolero frío como el hielo y capaz de matar sin piedad. Sin embargo, Beauchamp está muy lejos de comprender que no hay nada romántico ni heroico en matar a una persona. Will y Ned lo saben muy bien y habían tenido que aprender a vivir con ello. El joven Schofield, que no sabe lo que es matar, desea hacerlo para cobrar la recompensa. Para ello busca a Will y este a su vez a Ned. Schofield quiere aparentar que es un asesino, pero Will y Ned lo dudan al ver que presume abiertamente de ello. Finalmente, mata a sangre fría al vaquero que había acuchillado a la prostituta, pero, tras un instante de alegría inconsciente por haberlo logrado, conforme él y Will se alejan del lugar comienza a ser consciente de lo que ha hecho y siente como cae sobre él todo el peso de su acción. Will lo sabe, le ofrece un trago, y entonces pronuncia una frase impresionante: "Matar a alguien es algo muy duro, le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría llegar a tener". La frase me parece impactante por su capacidad para transmitir descarnadamente la gravedad de la injusticia cometida. No sólo lo anulas y le quitas todo lo que tiene en ese momento, sino que también debes comprender que al anularle, al dejarle sin futuro, le estás quitando todo lo que podría llegar a tener, que va mucho más allá de él. Se comprende la frase del Talmud que inspira "La lista de Schindler": "Quien salva una vida salva el universo entero". 

Rectificación sobre "El crack cero"

Desde que escribí la entrada sobre esta película la he vuelto a ver una docena de veces y cada vez me gusta más. Me he quitado de la cabeza la interpretación de Landa y Bódalo y estoy disfrutando con el Areta de Carlos Santos y el Abuelo de Pedro Casablanc. Se trata de una excelente película injustamente tratada, también por mí. Rectifico encantado y destaco una de las frases de Areta: "Soy un perdedor, pero un perdedor muy bueno, porque tengo experiencia". 

lunes, 19 de abril de 2021

Mónica García y el "odio a los ricos"

Ayer por la noche Isabel Pastor entrevistó a la candidata de Mas Madrid a la Asamblea de Madrid, Mónica García. Me produjo una mala impresión. En un punto esencial como la política fiscal que proponía para Madrid fue incapaz de decir algo más que el consabido mantra de la izquierda de que había margen para subir impuestos a los más ricos para mejorar la situación de los más pobres. El problema es el juicio moral con el que acompañó su “original” propuesta: para ella los ricos están bajo sospecha y los pobres son sufridos y honrados ciudadanos. Hace tiempo que se viene utilizando la palabra “aporofobia” -la ha generalizado Adela Cortina- para referirse al “odio a los pobres”. No dudo de que pueda existir esa animadversión hacia los pobres entre ciertos sectores de la sociedad, pero también percibo entre la izquierda española un foribundo “odio a los ricos”. Ambos prejuicios son censurables. La situación económica de una persona no basta para enjuiciarla, como supo hacer ver magníficamente Luis Buñuel en la impresionante película “Viridiana”.

lunes, 21 de septiembre de 2020

El reino

Este fin de semana mi mujer y yo hemos visto la película “El reino”, de Rodrigo Sorogoyen. No habíamos leído ninguna reseña, así que íbamos a ciegas en cuanto al argumento. Solo sabíamos que había recibido algunos premios Goya, entre ellos el de mejor actor protagonista para Antonio de la Torre, que efectivamente realiza una gran interpretación, y también el de mejor actor secundario para Luis Zahera, que a mi juicio lo borda. Luego he visto que Sorogoyen se llevó el de mejor director, es decir, la película ha sido un éxito rotundo.

Apenas comenzó nos llamó la atención, y nos gustó mucho, que una película española abordara por fin el tema de la corrupción política. Desde la primera escena ves ese mundo de favores y lealtades casi feudal del que todos participan y siempre con el objetivo de vivir a cuerpo de rey sin que les importen lo más mínimo los problemas reales de la gente. En ese mundo proliferan los navajazos, las luchas intestinas para medrar hundiendo a quien sea. Y eso le sucede al protagonista: han sacado a la luz unas grabaciones que dejan en evidencia sus manejos delictivos que pueden llevarle a prisión. Lejos de pensar que actuó mal y remorderle la conciencia, desde su óptica es evidente que es víctima de una traición interna y en su defensa está dispuesto a tirar de la manta y a sacar a la luz que él no es el único, que todo está podrido.

Los detalles de la historia no siempre están suficientemente claros, pero no importa, el espectador sabe lo esencial, porque está cansado de leer este tipo de historias en los periódicos. El director opta por una narración de ritmo trepidante en el que los personajes actúan como se espera de ellos, y la película termina siendo un reflejo fiel de la corrupción que se ha instalado en la política española.  El final de la película pretende invitar deliberadamente a la reflexión. El protagonista acude a una entrevista televisiva con pruebas inequívocas de corrupción que desea trasladar directamente a la opinión pública. La periodista que le entrevista (papel que interpreta Bárbara Lennie) no se conduce como a él le gustaría e incluso al final, alzando la voz, le plantea una pregunta con la que el director desea que acabe la película: “¿Usted se ha parado a pensar alguna vez, algún segundo de su vida, un instante, en todo este tiempo [desde que entró en política hacía quince años] lo que estaba haciendo?”.

Me parece una muy buena película, pero para que fuera verdaderamente redonda probablemente hubiera sido necesario profundizar más en el mundo de la política, lograr un perfil más completo de los personajes y mostrar mejor los códigos con los que conviven, pero quizá ello exigiría un planteamiento distinto al estilo “El Padrino”, es decir, palabras mayores. Sorogoyen ha sido muy valiente y ha abierto la veda. Ojalá se sigan proponiendo películas sobre la política en España. Como le he oído decir a Carlos Boyero, esta película era necesaria. Totalmente de acuerdo con él.

viernes, 31 de julio de 2020

El Germán Areta de "El crack cero"

Tenía muchas expectativas puestas en “El crack cero”, la película que Garci estrenó el año pasado al parecer sin mucho éxito. El dato de que no tuviera ninguna nominación en los premios Goya o el que pasara como una exhalación por las salas de cine no me parecía relevante dada la malevolencia que percibo hacia el cine de Garci entre sus compañeros de profesión (la alusión de la presentadora de los Goya, Silvia Abril, a que “El crack cero” recibía “cero” nominaciones fue de pésimo gusto). Quería ir con mi mujer a verla (le venía hablando de "El Crack" y "El crack dos", que ella no había visto) en el cine, pero no nos dio tiempo, así que durante el confinamiento la compramos y por fin pudimos verla y, en mi caso, compararla con las dos anteriores.

A ambos nos gustó. Me parece una buena película y disfruté con ella, pero creo que no alcanza el nivel de las otras dos, en buena medida porque el Germán Areta de Carlos Santos no está a la altura de la interpretación de Alfredo Landa. Garci ha alabado la actuación de Santos, y quizá sea buena, porque no soy ningún experto en el arte dramático, pero a mi juicio no está a la altura porque ofrece una imagen del personaje carente del casticismo que le da Alfredo Landa. El Germán Areta de Landa puede ser frío, reservado, pero encaja en las partidas de mus, en su relación con el barbero, en la bronca al camarero, en sus ademanes, gestos y miradas. Carlos Santos, pese a imitar su forma de fumar y caminar, nos ha presentado a un Areta extremadamente frío, parece más bien un detective de película americana. Hasta su forma de hablar se aleja del de la ciudad que tan bien conoce.

Cada actor puede darle al personaje sus propios matices hasta el punto de alterarlo sustancialmente, como sucede con las interpretaciones de James Bond. Ahora bien, a Germán Areta no le puedes quitar el casticismo, porque eso es sencillamente destrozarlo. Y para darle ese matiz hace falta una forma de hablar, de moverse y de mirar -no basta solo con fijar la mirada- que, lamento decirlo, Santos no ha sabido lograr. Lo mismo sucede con el actor que interpreta al “abuelo”, Pedro Casablanc, que está a años luz de José Bódalo, también debido a esa ausencia de casticismo a la que me vengo refiriendo. Pero curiosamente hay una agradable sorpresa, Miguel Ángel Muñoz me convence totalmente en su papel de Cárdenas, “el Moro”. Y también me han gustado mucho las actuaciones de Patricia Vico y Ramón Langa.

miércoles, 18 de enero de 2017

La, La, Land

Me ha parecido una película con encanto y algunas buenas canciones, pero está sobrevalorada. Si hacen caso de las críticas creo que les defraudará. El guión, paupérrimo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

"El sueño de Ellis" (The inmigrant), una buena película

Entre los temas de actualidad social incluyo el comentario de películas recientes. "El sueño de Ellis" cuenta la historia de una inmigrante polaca que llega a Nueva York en 1921. Ewa, la protagonista, una chica joven y guapa, deja Polonia con su hermana enferma tras haber visto como unos soldados decapitaban a sus padres durante la guerra. En el viaje en barco la violan y esa violación le hace pasar por mujer de dudosa reputación: la excusa para que unos tíos que iban a acogerlas en Nueva York la rechacen. Evita la deportación gracias a un proxeneta que, pese a todo, no la trata demasiado mal porque se ha enamorado de ella. En definitiva, la vida le golpea con dureza, le pone a prueba y le lleva a prostituirse. Hasta aquí la historia podría parecer trivial. Lo que le otorga hondura es la interpretación moral que hace Ewa de sus acciones. Su conciencia no se amolda al ambiente casquivano para hacerle más llevadera la situación. Ni siquiera actuar por necesidad le evita el sentimiento de culpa. Llega un momento en que se confiesa, para mí una de las escenas más impactantes de la película. Le cuenta al cura su terrible historia hasta llegar al momento en que relata que vende su cuerpo por dinero. Después de escuchar las circunstancias terribles que le han llevado a esa situación, el sacerdote -incapaz de la más mínima empatía- le dice que es justo que Dios la castigue y que debe dejar a ese hombre (el proxeneta). Al final la historia se edulcora con el dinero que le da su tía para sacar a su hermana enferma de la isla de Ellis y coger un tren que las llevará a California. Una buena película, tanto por la recreación de Nueva York, como por la historia. Además, son excelentes las interpretaciones de Marion Cotillard (ganadora de un Óscar) y Joaquin Phoenix (aunque algunos le critiquen por sobreactuar, a mí este actor me convence).

lunes, 21 de abril de 2014

"Hable con ella"

Me gusta Almodóvar. Su cine tiene un sello estético inconfundible y algunos de sus guiones son magníficos. Pero sobre todo veo en él un artista que bucea en su interior y ofrece aquello que tiene dentro en cada momento. Esa personalidad se traduce en originalidad artística, uno de los genuinos rasgos de un creador. De todas sus películas hay una extraordinaria que tengo grabada y que me da vergüenza decir cuántas veces he visto. Se trata de “Hable con ella”. Creo que no ha habido mayor escándalo en el cine español que el cometido con esta película. No sólo en los premios Goya se conformó con un Goya testimonial a la mejor banda sonora, sino que enviamos como representante española a los Óscar “Los lunes al sol”, que por supuesto pasó sin pena ni gloria por Hollywood mientras Almodóvar ganaba el Óscar al mejor guión original con “Hable con ella”, además del Globo de Oro a la mejor película. Increíble que los miembros de la Academia no supieran apreciarla. Menudo bochorno pasarían.

“Hable con ella” me permitió descubrir a Darío Grandinetti, un actor argentino del que no tenía ni idea y que me dejó impresionado. Su forma de interpretar a Marco es magistral. Gestos, palabra reposada, sentimientos contenidos y desatados. Es colosal. Y la escena de la velada nocturna con Caetano Veloso cantando “Cucurrucu Paloma” es tan bella que, como le pasa a Marco, el hombre capaz de llorar, hace que te salten las lágrimas. Y luego, naturalmente, está la interpretación de Javier Cámara, que me tiene en el bolsillo desde “Ay, Señor, Señor” con Pajares. Esta película de “hombres” de Almodóvar es para mí una de las obras maestras del cine español y llevaba tiempo queriendo hacerle justicia.

martes, 25 de febrero de 2014

Deontología

Cuando comienzas a impartir por primera vez una asignatura tienes unas ideas sobre cómo abordarla que sirven para diseñar su estructura y decidir los contenidos del temario; pero la asignatura se cuece realmente y termina de elaborarse a partir del contacto con los alumnos. Es verdad que cada curso te planteas posibles retoques, pero el primer año es clave. Les cuento esto porque este año he comenzado a impartir una asignatura nueva, “Deontología en la Administración Pública”, y estoy inmerso en esa enriquecedora experiencia. 

Cada día estoy más convencido de la importancia abordar rigurosamente esta materia. Por una parte, la deontología nos exige profundizar en las relaciones entre derecho y moral, y sobre todo en la relación entre lo social y lo personal. Después vienen diferentes cuestiones, entre las que destaca el complejo fenómeno de la corrupción, que no sólo exige comprender sus causas e indagar sus posibles remedios, sino también plantearse cuál es el sentido de la vida humana con el fin de darse cuenta de la necesidad de adoptar en determinadas circunstancias decisiones difíciles que implican un riesgo personal. En esta asignatura, además de las reflexiones teóricas sobre estas cuestiones y sobre otras, me parece imprescindible fomentar en el alumno determinadas actitudes, y para ello es necesario emocionar. Por eso recurro al cine, a historias que ilustran problemas relacionados con la deontología. Está bien hablar de corrupción, pero si además ves a Kevin Costner rechazar un soborno en “Los intocables”, o a Sean Connery –el inolvidable “Mallone”- prolongar su agonía milagrosamente las explicaciones cobran una nueva dimensión. Les intento emocionar y resulta que soy yo el que termina una vez más prendado cuando veo estas obras maestras. Por cierto, he incluido una unidad sobre liderazgo (aprovechando que el Pisuerga pasa por El Cairo) en la que proyectaré “Master & Commander”. Desde luego, si logro cocer bien esta asignatura me voy a quedar muy satisfecho.

lunes, 17 de febrero de 2014

Convención y convicción

Esta semana algunos profesores hemos recibido unas clases de recursos comunicativos impartidas por Adán Rodríguez, actor y director del aula de teatro de la Universidad Miguel Hernández. Fueron cuatro horas amenas, divertidas, en las que aprendí algunos recursos que seguramente me vendrán bien. El mundo de la interpretación me fascina y no me disgustaría apuntarme al aula de teatro, pero como no tengo tiempo me conformo con ver de vez en cuando buenas películas e ir al teatro de uvas a peras. Decía Adán que el teatro es “convención” y “convicción”, una obviedad que sin embargo me ha hecho pensar. Vamos al cine o al teatro asumiendo que lo que allí veremos es una obra de ficción, una convención que se va a representar y que se nos propone que aceptemos como tal. Eso es así incluso en las obras inspiradas en hechos reales, pues también aquellas que pretenden ser absolutamente fieles a lo acontecido deben interpretar los sucesos en cuestión. Y una vez asumida la convención, los actores deben actuar con la convicción que les exige ser fieles a lo convenido hasta lograr arte dramático.

Esto de la convención y la convicción me parece bastante interesante no sólo a la hora de valorar una película o una obra de teatro, sino sobre todo porque sirve para conocer a la gente. Hay personas –yo diría que la mayoría- que disfrutan con películas de cualquier género y centran su crítica en que el guión es mediocre, las actuaciones no son creíbles, el ritmo narrativo es lento, el desenlace se ve venir desde el principio, etc. Son críticas que aceptan la “convención” y se centran en la “convicción”, es decir, en la manera en que se desarrolla la historia. Sin embargo otras me llaman la atención por su intolerancia a la “convención”. Desde el principio rechazan la propuesta y no pueden ver más allá. Poco importa que los actores sean buenos, la historia original, los diálogos divertidos o el ritmo trepidante. Se cierran en banda a la propuesta por diversas razones, en la mayoría de ocasiones morales, a veces por rigidez mental, aunque también por desilusión, un caso que a veces incluso resulta divertido. Les pondré algunos ejemplos.

Mi padre ha visto muchísimas películas y su actitud siempre ha sido muy tolerante, pero recuerdo una ocasión en que no aceptó la convención. En los años setenta se hablaba mucho de los ovnis y de los extraterrestres. El programa del Dr. Jiménez del Oso propició el interés por estos temas. De aquella época es “Encuentros en la tercera fase” (1977), de Steven Spielberg. Teniendo esta película en la retina, puede el lector imaginarse qué esperaba mi padre, que veía todas las semanas el programa de Jiménez del Oso, de “E.T. El extraterrestre” (1980), también dirigida por Spielberg. Fuimos al cine y desde luego yo lo pasé muy bien, pero recuerdo que cuando le pregunté qué le había parecido él expresó su disgusto diciendo que “açó era una película de xiquets”. Venía pensando en una propuesta completamente distinta y en lugar de adaptarse a esa bellísima historia se negó en redondo a la convención y no pudo apreciarla en absoluto.

Dejando al margen películas manifiestamente irreverentes, los moralistas cerriles no aceptan la convención cuando se les proponen historias como “Eyes wide shut”, de Stanley Kubrick, en la que todo comienza a partir de la confesión de una fantasía sexual, o “El paciente inglés”, de Anthony Minghella, en la que inevitablemente los hay incapaces de aceptar que un amor adúltero pueda protagonizar una gran historia de amor. Son dos películas que, aunque muy distintas, me encantan. La atmósfera que recrea Kubrick es embriagadora. Un halo de misterio y temor acecha al protagonista, aunque todo queda en un susto. Al margen del pasaje de Tom Cruise en la orgía que se celebra en la mansión, la entrevista posterior de Cruise en la casa del personaje interpretado por Sydney Pollack me parece genial. Le recibe con alegría, le agasaja, le invita a una copa y a jugar al billar, preliminares exquisitos para decirle que le ha pillado en la mansión. Impresionante. Y de “El paciente inglés” qué puede uno decir, pues sencillamente que es una obra maestra que merece por sí sola una entrada.

Finalmente está el caso más sorprendente, el de aquellos que se niegan por pura rigidez mental, porque no están dispuestos a aceptar aquello que les resulta extraño. Se trata de personas que ven la vida de una determinada forma y todo aquello que no se adapta a su visión, bien se trate de un drama o de una comedia, es inmediatamente recibido con desprecio o sencillamente rechazado. Pocos negarán haber pasado un buen rato con la película “Mejor imposible”, que creo que le valió el óscar a Jack Nicholson. Pues bien, alguno apenas ve el comportamiento extraño y ofensivo del personaje de Nicholson ˗un obsesivo compulsivo˗ pone cara rara y no acepta la convención. Y los ejemplos podrían multiplicarse.

Es interesante conocer a una persona yendo al cine con ella y descubriendo su grado de tolerancia a las convenciones.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Elysium

Al comienzo parecía que esta película iba a proponer una reflexión (estilo "Inteligencia artificial") sobre injusticias relativas al desigual acceso a los avances de la medicina, problema que ya es hoy claramente visible y que se acentuará en el futuro en el que se desarrolla la película, pero termina conviertiéndose en una vulgar película de acción. No obstante, entretiene. Para pasar el rato.