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domingo, 16 de junio de 2024

Humildad y benevolencia

Hace dos días estuve en Pamplona. Concluidas mis obligaciones, el viernes por la tarde fui paseando al centro de la ciudad para entregarme al barzoneo excrutador. De camino pasé por delante del hotel Tres Reyes, en el que me alojé la primera vez que visité esta ciudad hace casi treinta y cuatro años. Recuerdo perfectamente aquella etapa de mi vida. Era un estudiante de Derecho que acudía por primera vez a un congreso de estudiantes para, junto con mis compañeros y amigos, hablar de un tema que hoy está de plena actualidad, “La ecología como componente del ideal revolucionario en nuestros días”. Así se titulaba nuestra comunicación. En aquel momento, aunque se era ya muy consciente del problema ecológico, todavía no se hablaba del cambio climático. Hoy es más que evidente que se trata de un problema que puede generar algo más que una revolución. Esto que comento no lo pensé cuando observaba anteayer aquel hotel en el que la organización nos alojó. Me veía a mí mismo en aquellos días y pensaba en todo lo que he aprendido desde entonces. Se podría resumir en dos palabras: humildad y benevolencia. Sin ellas no es posible ningún cambio genuino.

jueves, 27 de febrero de 2014

Orihuela

Hay lugares como Orihuela en los que uno se siente bien sin saber exactamente por qué. Son muchas cosas y ninguna en particular. El sabor a pueblo de algunas calles se combina con la monumentalidad del centro. La huerta de la vega baja regada por el Segura, que me recuerda a la huerta valenciana, sobre todo a la comarca del Camp de Túria, hace de Orihuela una ciudad muy distinta al resto de las de la provincia de Alicante. También esas montañas que la rodean y que invitan a pararse a contemplarlas cuando el sol las viste de diferentes colores acentúan la originalidad de Orihuela. El otro día, al salir del edificio de la Universidad (Las Salesas), comenzaba a anochecer y me sentí tan a gusto respirando el aire puro oriolano que miré al cielo y tomé una foto de la iglesia ubicada en la plaza contigua a la Universidad. 


miércoles, 4 de diciembre de 2013

"Cuaderno de un esquizofrénico"

En la película "Atrápame", el padre del protagonista, al recibir un premio, toma la palabra y pronuncia un breve discurso: "Dos ratoncitos cayeron en un cubo de nata; el primer ratón enseguida se rindió y se ahogó, el segundo ratón decidió pelear, y se esforzó tanto que finalmente transformó la nata en mantequilla y consiguió escapar". No sé si alguno de los seguidores de este blog habrá tenido curiosidad por bucear en "Cuaderno de un esquizofrénico", el blog de mi amigo Óscar referenciado en este blog. Si es así, año tras año, día tras día, habrán podido seguir su lucha, los momentos difíciles, incluso al borde de la tragedia, y los días en que tímidamente salía el sol. Hoy recuerdo los tiempos en que le animaba a escribir un blog, y me siento feliz al ver que la trayectoria que en él se refleja se asemeja a la de ese ratón que de tanto pelear acabó transformando la nata en mantequilla. 

(Felicidades en tu 44 cumpleaños)

viernes, 28 de junio de 2013

La noche de los rábanos salados

En España siempre han estado bastante arraigadas esas excelentes obras de misericordia que son dar de comer al hambriento y dar posada al peregrino. Cuando llegaba a casa de mis padres el cobrador de Finisterre o el señor que tenía que mirar el contador del gas mientras estábamos comiendo, mi madre siempre soltaba ese españolísimo “¿quiere comer?”. Si en España te visitan familiares es habitual alojarles en tu casa antes que dejarles ir a un hotel. Las posadas y los hoteles siempre han sido para los españoles establecimientos mercenarios de último recurso. En los últimos tiempos las cosas han cambiado y la mayor parte de nuestros hoteles suelen disponer de todo tipo de servicios y comodidades. Nada que ver con las posadas, fondas y hostales de los años cincuenta que conoció el filósofo del derecho francés Michel Villey, quien en su “Compendio de Filosofía del Derecho” –si mal no recuerdo- bromea a lo Chiquito de la Calzada con que no sé qué estaba más vacío que una pensión española. Sí, los tiempos han cambiado y está muy bien que los hoteles hayan mejorado, pero, por favor, no perdamos nuestra hospitalidad tradicional. Sigamos viendo el hotel como el lugar mercenario de último recurso que en realidad es.

Este sentido de la hospitalidad siempre me ha parecido genuinamente español, pero también lo he visto en algunos franceses del sur que he tenido oportunidad de conocer y, pásmese lector, he tenido la suerte de disfrutar de la hospitalidad alemana (no se apure, luego le cuento). Ello me ha hecho pensar que quizá la razón radique en que se trata de conductas profundamente ligadas a la religión. Muchos despotrican contra la edad media dejándose llevar por prejuicios, pero durante esa época en Europa estaba socialmente vigente la obligación de dar posada y comida al peregrino. Eso, que sigue por cierto presente entre los musulmanes, lo hemos ido perdiendo con la progresiva secularización de nuestra sociedad. Podría decirse que a mayor secularización mayores posibilidades de que la visita de uno acabe en un hotel.

Y les cuento la anécdota alemana por dos razones. Primero, porque me he metido mucho con los alemanes en los últimos tiempos y como sospecho que con la cumbre del fin de semana igual tengo que volver a darles cera así compenso un poquito. En segundo lugar, porque la anécdota creo que ilustra bien esa relación entre vivencia de la religión que se traslada a buenas acciones. Bueno, quizá haya una tercera razón, y es que esto de ir en taparrabos en verano me está resultando de lo más cómodo. Al grano. En el segundo curso de Derecho, en el año 1990, formaba parte del equipo de fútbol de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia. Un día se incorporó al equipo un estudiante alemán y charlamos un rato. Tampoco nos hicimos íntimos amigos. En otoño yo iba a viajar a Dinamarca en tren, y tenía que pasar una noche en Hamburgo antes de tomar al día siguiente otro tren para llegar a Aarhus, mi destino. Se lo dije al alemán y, como era de Hamburgo, aunque estudiaba en Salzburg, me dio su dirección y teléfono para que quedáramos, si tenía tiempo y daba la casualidad de que él estaba por allí. Guardé los datos mecánicamente con la convicción de que no le iba a llamar. Total, se trataba de llegar por la tarde a la estación, buscar un hostalillo para pasar la noche y partir a primera hora. No sospechaba yo que cierto evento en Hamburgo iba a dejar la ciudad sin una habitación libre. Deambulé con mi mochila de hotel en hotel recibiendo siempre la misma respuesta: todo estaba completo. Se me pasaron por la cabeza varias soluciones hasta que reparé en que tenía la dirección del amigo alemán. Había que intentarlo, así que telefoneé y contestó su madre. Él no estaba allí y le expliqué a la buena mujer quién era yo y cuáles eran mis circunstancias. Imagínense, un desconocido español que dice ser amigo de su hijo. ¿Qué harían ustedes? La señora se separó un momento del auricular para hablar con su marido y sólo tardó unos pocos segundos en decirme que fuera a dormir a su casa. ¡Oh, qué maravillosa sensación saber que había una cama para mí en una ciudad extraña! Llegué, conocí a sus padres, y estos me enseñaron la habitación de su hijo en la que pasaría la noche. Había dos grandes fotos allí. Una de Helmut Kohl y otra del papa, Juan Pablo II. En nuestras escasas conversaciones españolas habíamos hablado de política y de religión y yo sabía perfectamente que él era un católico prácticamente fiel partidario de la CDU (hoy defiende a Merkel). Y también supe después que su familia era muy religiosa, aunque con una particularidad: su padre y él eran fervientes católicos, mientras que su madre y su hermana eran protestantes luteranos. La conversación con los padres de mi amigo Andreas (así se llama) durante la cena fue muy agradable, aunque tuve que pagar un precio: no olvidaré los rábanos con sal crudos que comimos en la cena y que, lógicamente, no iba a despreciar, pese a que me resultaban verdaderamente repugnantes. Dormí a pierna suelta y a la mañana siguiente el padre de Andreas me llevó a la estación donde tomé el tren para Aarhus dispuesto a vivir una nueva aventura.

domingo, 5 de mayo de 2013

"Hispanoamérica", de Julián Marías

Ayer recibí un insospechado regalo que me hizo muy feliz. Mi amigo Pepe deseaba deshacerse de libros que no le cabían en su biblioteca y pensó que quizá me podría interesar “Hispanoamérica”, de Julián Marías, una de las pocas obras de este autor que me faltaban, y además sobre una realidad apasionante. No podría haber escogido nada más adecuado para regalarme. Como últimamente me levanto de madrugada y tenía el libro sobre la mesita comencé a leer. La primera reflexión de Marías sobre la conquista y colonización española del nuevo continente es un excelente aperitivo. Marías comienza el libro asombrándose de cómo fue posible que en poco más de cincuenta años los conquistadores españoles llegaran y dejaran su huella en tantos lugares de América de tan difícil acceso, desde México a la Pampa argentina. Como él dice, es inverosímil, sobre todo si se compara con los ingleses, que una vez establecidos en las colonias del este fueron ocupando muy lentamente nuevos territorios. Desde luego nada que ver con la monumental, titánica, colosal empresa española. Me ilusiona aproximarme a Hispanoamérica de la mano de Marías. Seguro que, como siempre me sucede con Marías, al que tuve la fortuna de ver en persona en una conferencia que pronunció en Valencia en 1997, me aguardan en estas páginas observaciones agudas e ideas provechosas.

martes, 26 de marzo de 2013

A favor de la acampada libre

Me gusta mucho la montaña, especialmente los pirineos. Sólo he estado allí una vez. Pasé dos semanas con el Centro Excursionista de Valencia en la zona de Benasque –pirineo aragonés- cuando tenía unos once años. La experiencia sigue grabada en mi memoria. Bebíamos directamente agua del río Esera, aprendíamos habilidades típicas de “boy scouts” y realizamos varias ascensiones a picos que superaban los 3.000 metros. Durante esas ascensiones en ocasiones acampábamos en parajes que hallábamos a gran altura, en las inmediaciones de lagos y rodeados de vacas.

Todavía no he tenido oportunidad de repetir la experiencia. Si pudiera elegir cómo regresar a los pirineos siempre me ha atraído la tienda de campaña, aunque quizá tenga una visión excesivamente romántica. Supongo que saben que la acampada libre está prohibida en toda Europa salvo en Noruega. Me parece una restricción innecesaria a la libertad de circulación. ¿Por qué no podemos plantar una tienda de campaña y pasar una noche en una montaña de titularidad pública? El argumento de prevenir riesgos para el medioambiente es ridículo, pues aunque no se acampe la gente sin sensibilidad lo puede dejar todo perdido y provocar un incendio. Quizá se pretenda proteger el negocio de los campings, pero sacrificar la libertad por ello me parece un precio demasiado elevado. No sé a ustedes, pero a mí me resulta muy desagradable pensar que ni siquiera puedes dormir en pleno monte sin pagar cuando un animal sí puede hacerlo.  

martes, 22 de enero de 2013

¡Desperté! (musicalmente hablando)

Aunque la afición a escuchar buena música puede durar toda la vida, durante la juventud se presta mucha más atención a cantantes y grupos musicales, probablemente porque se está en edad de bailar en discotecas, de escuchar música en la radio, de comprar discos y  hablar del tema con los amigos, etc. Pasan los años y uno se va desconectando de la actualidad musical hasta que llega esa conversación entre amigos o esa entrada en el blog –como sucede en mi caso- en la que uno se revela como un auténtico carrozón hablando de la Jurado, de “El Puma”, de Skorpions o de Barón Rojo.  Sí, uno termina anclado en la música de “su” tiempo, que suele ser el de su juventud, hasta que un buen día sucede un acontecimiento, en ocasiones insignificante, absolutamente banal, que nos invita a cambiar. Venga, les cuento lo que me ha pasado, aunque ya les anticipo que es insignificante.

Como les dije hace poco, este curso me apunté al gimnasio de la Universidad. Los entrenadores que controlan la sesión suelen poner música, que viene muy bien para darle ambiente al gimnasio. Muchas veces sonaban los cuarenta principales, una emisora que hace muchísimo tiempo que no escuchaba. Allí, mientras caminaba en la cinta o levantaba unas pesillas escuché unas voces que despertaron mi curiosidad. Buenas canciones y magníficas cantantes desconocidas. Tanto me gustaron que cedí a la tentación de preguntar su nombre. Primero se lo pregunté a uno de mi quinta que por lo visto también se quedó en “Ilegales” y no me supo decir. Al final me metí anoche en “android” para ver la lista de las canciones más vendidas y, pásmese el lector, descubrí que existen Rihanna -una negra de ojos verdes- y Adele -maravillosa inglesita rolliza-. No se rían de mi extemporáneo entusiasmo. ¡Son buenísimas! La canción de Rihanna era “Diamonds” y la de Adele, que luego he descubierto que canta la de “Skyfall”, era “Rolling in the deep”.

Esta anécdota, auténtica marcianada, lo admito, me ha hecho despertar musicalmente hablando. No puede ser que siga viviendo y escuchando canciones y grupos del pasado, porque no me extraña que así llegue a opinar que nada ha cambiado en la música. ¡Soy yo el que está estancado! No puede ser que no supiera nada de Amy Winehouse hasta que su muerte hizo que me interesara, o que descubra a estas alturas que existen Rihanna o Adele. Se trata simplemente de darme cuenta de que mientras viva este será “mi” tiempo, y de que hay que estar siempre atento a nuevos talentos emergentes.

P.D. Si los derechos de autor lo permiten, ahí están las canciones:

http://www.youtube.com/watch?v=lWA2pjMjpBs

http://www.youtube.com/watch?v=rYEDA3JcQqw

martes, 2 de octubre de 2012

Saboreando la España profunda

Volvía de Orihuela en tren. En el vagón había dos hombres más. Uno se sentaba a mi izquierda, al otro lado del pasillo. Era bajito, como un español de los años treinta, parecía labriego e iba bastante desarreglado. El tren se puso en marcha y se arrancó a cantar flamenco mientras yo intentaba leer “Grandes esperanzas”, de Dickens, que, por cierto, me está defraudando. Desistí del intento y me centré en el recital improvisado que se me regalaba. Paisaje de la vega baja, tren de gasoil obsoleto y flamenco. Estaba saboreando España. Aunque intenso, poco duró aquello. Llegamos a la estación de Callosa de Segura y el cantaor se dispuso a apearse. No piense el lector que le hice palmas o le jaleé unos cuantos “olés”, pero el artista se dio cuenta de que no estaba a disgusto y me espetó un castizo “¿A que ta gustao?”. Con mi mejor sonrisa le contesté “sí, hombre, sí”. Hoy, de buena mañana, un barrendero pasaba por delante de mi casa cantando aflamencadamente “Ausencia” (creo que así se titula), de David Bisbal. También disfruté escuchándolo, aunque no le recomendaría que se presentara a los famosos castings. Como la llegada del melonero, el afilador o el tapicero, me alegra ver que todavía hay gente que canta por la calle, rasgo genuinamente español. Escuchar a estos dos espontáneos ha sido como tomar contacto con esa alma española cuya vitalidad permanece agazapada para, cuando menos se lo esperen unos y otros, darnos una sorpresa. 

martes, 26 de junio de 2012

"Justicia transicional, memoria histórica y crisis nacional"

Hoy toca hacer algo de publicidad. Acabo de publicar un libro titulado "Justicia transicional, memoria histórica y crisis nacional". En él defiendo tesis polémicas como, por ejemplo, que el movimiento de recuperación de la memoria histórica es una manifestación más de la crisis nacional que vive España en estos momentos, y que se basa en el agotamiento de los proyectos nacionales que pusimos en marcha los españoles en los años de la Transición. Hablar de crisis nacional me ha llevado a profundizar en el concepto de nación, concepto discutido y discutible, como dijo en su día Zapatero. Me sumo a esa discusión proponiendo una definición de nación. Además, en el libro defiendo la Transición española después de realizar un análisis del carácter político de los procesos de justicia transicional, y también examino críticamente las leyes de memoria histórica aprobadas en España. Estos son, en síntesis, algunos de los temas que abordo en este libro. Espero que les resulte interesante.

viernes, 3 de febrero de 2012

Me tomo un descanso

Estimados lectores:

Voy a dejar de publicar. Espero que esta pausa sea lo más breve posible.

Un saludo,

Tomás

viernes, 25 de noviembre de 2011

Poesía contra el Alzheimer

Así se titula uno de los blogs que sigo, cuyo autor es mi amigo José María Sancho-Tello. Hace relativamente poco tiempo que ha retomado su vena poética y ha empezado a regalarnos unos poemas de conmovedora belleza que ofrecen una aproximación diferente a la enfermedad de Alzheimer, y en general a las demencias seniles. Buen conocedor de ese proceso que conduce al olvido total, Pepe penetra en el alma del enfermo y a través de sus poemas logra que sintamos su sufrimiento. Pepe, no dejes de escribir. Gracias.

lunes, 14 de noviembre de 2011

La niña de Huanchaco

Todavía la estoy viendo. La niña peruana no tendrá más de diez años. Marcha sentada junto a la ventanilla en sentido opuesto a la dirección del ómnibus. Junto a sus chanclas veo una bolsa de plástico con mercancías que no acierto a identificar. Ase la bolsa con la mano, junto a otra bolsa pequeña, con tres dulces, que si no estuviera en Perú diría que son mazapán. Imperturbable. Ni siquiera mira por la ventanilla. Parece saber a dónde va. Tiene una mirada de serena tristeza resignada. Su chalequito rosa que cubre una camiseta azul me llega al corazón: en él se dibujan billetes de cien dólares con la cara de B. Franklin. ¿Dónde están sus padres? Viaja sola, completa y resignadamente sola. Estoy de pie contemplándola. El conductor acelera con fuerza y creo que la he pisado levemente. No ha oído mi disculpa. Tampoco se ha inmutado al sentir mi pie. Es domingo y parece que la niña peruana vuelve o se dirige a trabajar. No sabe que hoy sigo viéndola, que no he abandonado ese ómnibus que me transporta de Trujillo a Huanchaco.

sábado, 27 de agosto de 2011

Miguel Ríos

En octubre de 1982, mi hermana me regaló para mi cumpleaños los dos cassettes del concierto en directo Rock & Ríos del gran Miguel Ríos. Todavía recuerdo de memoria las letras de todas las canciones que sonaron en ese concierto. Es natural, me pasé varios veranos haciendo como que tocaba la guitarra con mi raqueta de madera Dunlop mientras sonaba la música del rockero granadino. Hoy parece imposible pensar en artistas o grupos españoles capaces de dar una gira veraniega como la de Miguel Ríos con Rock&Ríos o El Rock de una Noche de Verano. Ayer me acordé de este gran cantante porque mientras conducía sonó “Maneras de vivir”, incluida en ese concierto maravilloso.

jueves, 14 de abril de 2011

A la memoria de Amadeo Bellver Mas

Nunca he sabido exactamente por qué esa carta estaba en mi casa. De pequeño la leí y me emocionó. Le pregunté a mi padre qué pasó y me contó una historia de injusticia. Mi tío Amadeo fue encarcelado, torturado y ejecutado injustamente. Parece ser que a los pocos días sus hermanas (una de ellas era mi abuela) llegaban a la prisión con el indulto de Franco. Demasiado tarde. El tío Amadeo había sido fusilado. Quizá el destino me reservaba esa carta para que la publicara en homenaje a su lección de serenidad y perdón generoso que los españoles no deberíamos olvidar.

Transcribo la carta de mi tío Amadeo Bellver Mas porque no se lee bien el documento original:

“Cárcel de Liria, mayo 1939

Lola, ayer domingo fue un día de prueba para mí, día amargo, día triste, día de dolor pero día de fiesta pues por encima de la tristeza y el dolor estaba el placer experimentado al ver y besar a mis hijitas, a ti y a mi madre que es la tuya, a mis hermanas, mis seres queridos, mi único recuerdo en la vida y todo esto en trance tan difícil, en estos momentos de desesperación: Lola mía, cuán injusto lo que se cometa conmigo yo que nunca fui capaz de hacerle mal a nadie y ahora que se me acuse de tantas barbaridades, todo sin una prueba que justifique ni uno sola de las cosas. Buscad personas que pidan la revisión de mi proceso y lo pongan en claro, no ya por mí, sino por la tranquilidad vuestra. Esto sería hacer justicia. [Palabra ininteligible] lo firmé todo, ¿ah?, pero es que había interés de que fuese alguien el culpable, y en nombre de un Dios que fue todo bondad fui apaleado cruelmente hasta el extremo de perder la vista y el oído. Comprenderás Lola mía que en estas condiciones se hace responsable cualquiera más cuando la dieron conmigo. No sé quién tendrá interés en que sea yo la víctima (tanto bien que he hecho, y esto lo pueden decir las religiosas que habían conmigo). Lola mía, cuida mucho a nuestras hijitas, enséñales a que sean buenas como su padre haciendo bien a todos sin rencores ni malas pasiones, y ojalá sean tratadas con todo el cariño que Dios enseñó a los hombres. Vuestro, Amadeo”.




lunes, 2 de agosto de 2010

La interpretación de lo común

Creo que los pocos lectores que permanecen fieles al blog merecen una explicación del prolongado silencio que he mantenido durante estos últimos meses. A veces, como decía Ortega, guardar silencio es una forma de expresarse. En mi caso no se trata de eso, sino de una circunstancia personal que ha cambiado profundamente mi vida: he sido padre y el cuidado de mi hija apenas me deja tiempo libre que dedicar al blog. Espero familiarizarme pronto con el arte del biberón y el eructo, que es una tarea verdaderamente dura, y poder tener algunos minutos para seguir con el blog.

Hay algunos temas que tengo ganas de abordar. Alguno de ellos ha recibido atención en entradas previas. Ahí están entre otros la decisión del parlamento catalán de prohibir los toros, tal como pronostiqué que sucedería, o la salida de Iraq de las tropas estadounidense. Pero el verano, y la vida cotidiana –en seguida me entenderán- me ha puesto en bandeja un tema que considero del máximo interés, un cabo de hornos en la organización de la vida colectiva: la interpretación de lo común.

En función de cómo una sociedad interprete lo común la vida colectiva, y por tanto la vida también individual –pues lo colectivo forma parte de lo individual- puede cambiar radicalmente. Antes de elegir dónde vivir aconsejaría a cualquier persona que indagara cómo se interpreta lo común en la ciudad o el país al que uno desea trasladarse. En los post de un blog lamentablemente hay que simplificar en aras a la brevedad, así que diré que hay dos formas opuestas de ver lo común. En primer lugar está aquella que interpreta que lo común es una prolongación de lo privado de la que participan todos aquellos que comparten aquello que es común. En segundo lugar está la visión de lo común como una realidad sustancialmente distinta a lo privado, que lo supera y requiere por tanto un especial cuidado para facilitar su disfrute.

Quizá un ejemplo cotidiano y muy habitual en estas fechas veraniegas ayude a entender la diferencia. En estos últimos años han proliferado las comunidades de propietarios que comparten elementos comunes tales como piscina, pista de padel, jardín, etc. La regulación del uso de los elementos comunes es una excelente oportunidad para ilustrar el problema. Como paradigma de la primera interpretación está aquel vecino que ve la piscina como un bien que, en tanto común, puede disfrutar a su antojo, pues si es común, y él forma parte del colectivo en cuestión, también es suyo. Así, este individuo considera perfectamente lícito invitar a la piscina a sus ocho hermanos con sus respectivas familias todos los días que se le antoje, y lógicamente admite la posibilidad de que otros vecinos hagan exactamente lo mismo. Una visión completamente diferente tiene el vecino que considera que al ser la piscina un elemento común no puede hacer uso de ella como si se tratara de un bien privado. Por eso no se le ocurre invitar constantemente a todos sus familiares, pues acertadamente –como ven me posiciono- piensa que lo común exige un cuidado y un respeto especial precisamente por ser de todos y no ser de nadie en particular.

¿Qué interpretación domina en España? En efecto, pienso que claramente la primera, y eso pone de relieve que mientras sea así España no puede ser un país con una elevada calidad de vida; y también que si uno quiere ser feliz en la piel de toro tiene que tomar sus decisiones evitando en la medida de lo posible introducir elementos comunes en su vida, pues estos luego se convierten en una cabeza de puente para la invasión agresiva de aquellos que prolongan en lo común sus vicios particulares y su mala educación.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Barzoneando por San Sebastián

Aprovechando que estaba en Navarra, me desplacé al País Vasco para conocer San Sebastián. Tomé la autovía de Leizarán y disfruté del maravilloso paisaje navarro y vascongado. En Pamplona lucía el sol, pero conforme descendía hacia el cantábrico un manto de nubes encapotó el cielo. Así estaba San Sebastián, encapotada sin amenazar lluvia, cuando aparqué delante del hotel María Cristina, a la orilla del Urumea. Desde allí fui siguiendo el paseo marítimo hasta adentrarme en la playa de La Concha. Llegué al Ayuntamiento, divisé su fachada con la solitaria bandera donostiarra, y barzoneé a placer hasta perderme en las callejuelas del casco viejo, allí donde Chapote asesinó vilmente a Gregorio Ordoñez.

Ciudad moderna y hermosa, llegaba a San Sebastián con inevitables prejuicios. No podía dejar de pensar que visitaba una ciudad carente de libertad y esa realidad condicionaba mi mirada. Observaba las tiendas de souvenirs servilmente vendidas al totalitarismo nacionalista. Veía trapos que pendían de algún balcón exigiendo el acercamiento de presos e imaginaba lo tranquilo que viviría el inquilino de aquella casa, en contraste con alguien que hubiera engalanado su terraza con la bandera nacional. Los niños jugaban en eusquera en una plaza céntrica. Respetable y bonito, pero no podía evitar pensar que ello obedecía a una estrategia de adoctrinamiento. También sabía que no podría entrar en un bar y hablar libremente de política. San Sebastián resultaba a mis ojos una ciudad envuelta en un halo de tristeza indefinible. Contrastaba poderosamente con Pamplona, mucho más alegre, festiva y libre. Pamplona no se rinde al totalitarismo y sus universidades le dan una alegría de la que carece San Sebastián.

Tuve la impresión de que San Sebastián vive del turismo francés, de un comercio burgués de cortos vuelos y de su festival de cine. Poco más. ¡Cuánta belleza desperdiciada! Tras casi tres horas de barzoneo, alteré mi plan inicial de pernoctar en tierra vasca para seguir acumulando impresiones, encedí el motor de mi coche y puse rumbo al mediterraneo. La tristeza desapareció al entrar en Navarra y refulgir nuevamente el sol en el horizonte. Toda una metáfora de la situación que vive el País Vasco.

miércoles, 18 de julio de 2007

Celtíberos en el París del 56

Me cuenta mi padre una situación que vivió durante su luna de miel en París, en el año 56. En la capital francesa residía exiliado un tío abuelo mío, un importante político republicano que había decidido no regresar a España en tanto Franco no la diñara. Franco y él habían nacido el mismo año, así que era un reto a ver quién aguantaba más. Finalmente, Franco le sacó unos cinco años de ventaja y tengo a mi tío enterradito en París. Mientras estuvo allí, mis padres y otros parientes se beneficiaron de su hospitalidad. Al llegar a París les esperaba un coche oficial con banderitas y todo, y durante un mes disfrutaron de la ciudad del amor.

Un día mi tío –que, por cierto, era masón- iba a ir a una reunión política de españoles en Francia y le preguntó a mi padre si deseaba acompañarle, a lo que él accedió gustoso. Su impresión al llegar a la reunión nos la podemos imaginar. Así me la narró: “Fue entrar allí y sentir que me había trasladado a España. Todos fumando y gritando como en una taberna. Despotricando del adversario político, echándose las culpas de haber perdido la guerra. Tu tío era de Izquierda Republicana y no podía ver a los socialistas”. Han pasado varias generaciones, pero el sello de identidad celtibérico permanece indeleble.