Estas Navidades, a pesar de la gripe que nos atacó con dureza, pude disfrutar de la lectura con “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë. Sencillamente impresionante cómo esta autora es capaz de crear esa atmósfera donde la antipatía, el odio, la venganza, el amor, el resentimiento y tantas otras pasiones se expresan con una intensidad inaudita. Una gran novela que con razón hay que considerar un clásico.
También comencé a leer “El viaje del elefante”, la última novela de José Saramago, que mi mujer me había regalado con toda su ilusión. Ella sabe que me gusta este escritor, al menos “Todos los nombres”, “La caverna” y “Ensayo sobre la ceguera”, que son las tres que he leído, me parecen excelentes. Por eso quería comprar esta nueva novela en la que esperaba a un gran Saramago, especialmente porque hacía poco tiempo que estuvo al borde de la muerte y esas experiencias indudablemente deben marcar. Pues bien, mi decepción está siendo mayúscula. A trancas y barrancas voy por la página 190. Insufrible, de verdad. La calidad literaria de Saramago está ahí, pero no hallo en esta novela más que agudas, irónicas y atinadas observaciones sobre el comportamiento de los personajes que participan en el traslado de un elefante desde Lisboa a Viena. Claramente insuficiente. Ni punto de comparación con las novelas que he citado anteriormente. No me gusta dejar los libros inacabados. Sólo he sido incapaz de acabar “La prueba del laberinto” de Sánchez Dragó, y “Memorias de África” de Isak Dinesen. Insufrible el primero, e insoportablemente pesadas las 30 primeras páginas del segundo. El libro de Saramago es tan pesado como su elefante.
También comencé a leer “El viaje del elefante”, la última novela de José Saramago, que mi mujer me había regalado con toda su ilusión. Ella sabe que me gusta este escritor, al menos “Todos los nombres”, “La caverna” y “Ensayo sobre la ceguera”, que son las tres que he leído, me parecen excelentes. Por eso quería comprar esta nueva novela en la que esperaba a un gran Saramago, especialmente porque hacía poco tiempo que estuvo al borde de la muerte y esas experiencias indudablemente deben marcar. Pues bien, mi decepción está siendo mayúscula. A trancas y barrancas voy por la página 190. Insufrible, de verdad. La calidad literaria de Saramago está ahí, pero no hallo en esta novela más que agudas, irónicas y atinadas observaciones sobre el comportamiento de los personajes que participan en el traslado de un elefante desde Lisboa a Viena. Claramente insuficiente. Ni punto de comparación con las novelas que he citado anteriormente. No me gusta dejar los libros inacabados. Sólo he sido incapaz de acabar “La prueba del laberinto” de Sánchez Dragó, y “Memorias de África” de Isak Dinesen. Insufrible el primero, e insoportablemente pesadas las 30 primeras páginas del segundo. El libro de Saramago es tan pesado como su elefante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario