Después de la última llamada de Marcos Motor envié un email al director de ventas con copia al director gerente. Al día siguiente, tras una conversación con el director de ventas, recibí una llamada del jefe del servicio post venta en la que me pedía disculpas y me ofrecía el abono de toda la mano de obra de la factura. El detalle de llamar y pedir perdón me gustó y he aceptada sus disculpas, si bien le he recordado que en el taller no le están diciendo la verdad, porque el coche estaba sin frenos. Me ha dicho que va a revisar todas las cámaras de video del taller y si descubre que le han mentido a alguien le va a costar el puesto. En fin, así ha quedado el asunto.
viernes, 29 de julio de 2011
miércoles, 20 de julio de 2011
La dimisión de Camps
El asunto de los trajes estaba muy claro. Camps se metió torpemente en una ratonera y hace tiempo que ya se podía ver que no tenía más solución que presentar la dimisión. La otra alternativa que se barajaba, declararse culpable, era inaceptable, no sé si para él, pero desde luego sí para los valencianos, pues implicaba nada menos que tener como presidente a alguien que se reconoce delincuente. Pero Camps se ha vuelto a equivocar en su despedida. No me parece bien que el motivo alegado para presentar su dimisión sea facilitar el triunfo de Mariano Rajoy, es decir, hacerle un favor a su partido. No señor, aquí los intereses del PP no pueden primar frente a los de los ciudadanos valencianos. Si se dimite, la única razón esgrimible es que ello obedece a la necesidad de defender su inocencia sin comprometer la dignidad del cargo de President de la Generalitat.
Etiquetas:
Actualidad política
martes, 12 de julio de 2011
Una reflexión más sobre educación
El otro día escuché una noticia que no me sorprendió. Se decía que un millón de jóvenes españoles jamás podrán incorporarse al mercado laboral porque abandonaron sus estudios o fracasaron. Inmediatamente recordé un tópico habitual de los últimos tiempos y me pregunté: “¿En qué quedamos? ¿Nos sumamos a la cantinela de que es una tragedia que la generación mejor formada de la historia no encuentre trabajo, o más bien un número escandalosamente alto de nuestros jóvenes no sabe hacer la “o” con un canuto y está condenada a chapucillas y vida perrofláutica?”. Yo, desde luego, estoy convencido de que los jóvenes cuya edad oscila entre los 20 y los 30 años tienen peor formación que las generaciones precedentes, lo cual resulta gravísimo. Es decir, muchos han fracasado, y los que no han fracasado tienen peor formación. El panorama es aterrador y da una idea del ingente trabajo que nos espera a los españoles. Echo de menos que a la hora de solicitar concreción respecto a reformas estructurales como la del mercado laboral no se le pregunte a Rajoy qué tiene previsto hacer para salvar, no ya mejorar, la educación.
Además de todas las ideas que sobre este tema he ido vertiendo a lo largo de diferentes entradas –qué es educar, la importancia de hablar y escribir, etc.-, añadiría algunas claves de puro sentido común. En primer lugar, es fundamental recuperar la claridad en la evaluación del alumno. El alumno y sus padres deben saber en todo momento si su hijo es de los mejores, de los buenos, de los regulares, de los malos o de los muy malos. Claridad sin eufemismos ni tonterías para evitar supuestos traumas. Afortunadamente, después de más de una década con la estupidez del “necesita mejorar” o “progresa adecuadamente”, se han vuelto a implantar las notas que yo conocí en el colegio, es decir, “Sobresaliente”, “Notable”, “Bien”, “Suficiente”, “Insuficiente”, y no sé si también han incluido el “Muy Deficiente”, el famoso MD que podía garantizar un guantazo paterno. Ese cambio es capital porque, en segundo lugar, es necesario que a los padres les afecte profundamente el fracaso de sus hijos cuando no hay razón objetiva que lo justifique, y ello sólo puede suceder si se enteran de que su hijo está fracasando. En tercer lugar, es imprescindible que los malos estudiantes no impidan el aprendizaje de los buenos estudiantes (como ven, una vez más, estoy hecho un carca –a mucha honra- hablando de buenos y malos). Eso no significa necesariamente separarlos, porque una forma muy inteligente de hacer que ambos mejores es lograr que los buenos ayuden a los malos. Aquí es donde hay que calibrar adecuadamente la actitud antes de optar por la segregación. En definitiva, claridad sin discriminación, beligerancia frente al fracaso injustificado, compañerismo, disciplina y mecanismos de apoyo para mejorar a los rezagados.
Etiquetas:
Sociedad
Suscribirse a:
Entradas (Atom)