Todos los proyectos totalitarios o, quedándonos en algo más
cercano, las estrategias que emplean las personas manipuladoras no dudan en utilizar
el lenguaje a su servicio. Las ideas más perversas o las acciones más viles son
primorosamente camufladas con palabras que nos sugieren algo alejado de aquello
que no se quiere que veamos. En la novela “1984”, Orwell narra el ambiente de
una sociedad totalitaria en la que una herramienta esencial del poder para
controlar a los ciudadanos es la “nueva lengua”, una poda concienzuda del
lenguaje que conduce a los individuos a simplificar la realidad y a carecer de
capacidad de crítica frente a la constante manipulación de la que son objeto.
Presto mucha atención a la “nueva lengua” que introducen los
políticos en España. Ahí se ve su maldad, su deseo indisimulado de manipular a
los ciudadanos para alcanzar sus objetivos completamente desligados del bien
común. Por desgracia, este fenómeno es bastante común en nuestro país por la
influencia del terrorismo etarra. Durante décadas hemos escuchado su lenguaje
tramposo que algunos perezosos incluso llegaban a adoptar: “impuesto
revolucionario” para camuflar el chantaje, la extorsión; “lucha armada” para no
hablar de terrorismo que utilizaba el asesinato despiadado; o “alternativa
democrática” para referirse a la ruptura de España sin contar con los
españoles. Son sólo unos ejemplos, como les digo. Escuchar las declaraciones de
los etarras exigía un traductor simultáneo que filtrara las trampas del
lenguaje. De ahí se han nutrido muchos de nuestros peores políticos que
disfrutan no sólo manipulando términos, algo habitual entre los podemitas, sino
recurriendo a juegos de palabras o a metáforas más propias de tuits en los que personajillos
como Rufián se sienten como pez en el agua.
En los últimos meses, coincidiendo con la fiesta de la “soberbia” gay -yo también me voy a tomar alguna licencia en el uso del lenguaje, porque veo más soberbia que orgullo-, la expresión “matrimonio homosexual” ha sido sustituida inopinadamente por “matrimonio igualitario”. ¿Por qué les molesta la primera expresión? Realmente no termino de entenderlo, salvo que ahora, además de permitirse que las parejas homosexuales puedan denominar matrimonio a su unión, pretendan que incluso tiene una calidad superior, lo cual es incomprensible, porque todos los ciudadanos contraen matrimonios con iguales derechos. Pues bien, si prestan atención, verán que la expresión se está generalizando. Otro tanto sucede con las prostitutas. Ya no se les llama así, sino que se utiliza la expresión “mujeres prostituidas”, con lo que se quiere poner de manifiesto que son víctimas, cosa que en muchos casos así es, pero no en todos. Hay mujeres que reivindican el libre ejercicio de la prostitución. No entraré en este debate, pero, si se entra, no hay que hacerlo con las cartas marcadas por un lenguaje que presenta la realidad de una determinada forma. En definitiva, nos intentan manipular como si fuéramos borregos, así que hay que vivir con los ojos bien abiertos evitando que nos lleven a su terreno. Un cuidado parecido al que hay que tener cuando estamos en el mar y, casi sin darnos cuenta, la corriente nos desvía de la toalla que nos sirve de referencia en la orilla.
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