martes, 4 de marzo de 2008

El segundo debate Rajoy-Zapatero

El análisis del segundo debate entre Rajoy y Zapatero debe comenzar destacando el bochornoso papel de Olga Viza, que confundió su papel de moderadora con el de simple convidada de piedra. Ahí estaba ella, incapaz de parar los golpes antirreglamentarios, el juego sucio zapateril, que interrumpía sistemáticamente las intervenciones de Rajoy. Yo no sé si la opinión pública valora el juego limpio, pero anoche quedó acreditado, una vez más, qué tipo de político y de persona es Zapatero.

Pero me centraré en lo que considero más importante. En contra de las opiniones mayoritarias, como me sucede casi siempre, considero que Rajoy derrumbó a Zapatero con la guerra de Iraq y el 11-M. Naturalmente, me tomarán por loco, pero si analizan el fondo creo que seguirán fácilmente mi argumentación.

Zapatero volvió, cómo no, a la guerra de Iraq para acusar al PP nada menos que de usar el terrorismo con fines electorales. Tiene bemoles que eso lo diga un tipo que accedió al poder debido a la conmoción que provocó un atentado. Rajoy podía haber pasado del asunto o, como algunos lumbreras sugieren, haber zanjado la cuestión reconociendo que apoyar la guerra de Iraq fue un error, tal como están haciendo en USA Obama y Hillary. Estos lumbreras olvidan que es muy distinto el papel jugado por Estados Unidos y por España. Rajoy no quiso escurrir el bulto con la guerra de Iraq, en lo que muchos analistas han considerado un suicidio, e incluso en ese terreno pretendió desenmascarar a Zapatero. Me parece que su coraje fue admirable y le honra. El argumento que esgrimió es de una solidez berroqueña. Zapatero, tras retirar las tropas de Iraq, apoyó una resolución de la ONU para enviar allí tropas. ¿Eso cómo se come señor Zetapé? La respuesta de Zapatero consistió en subrayar que tenía un compromiso con los españoles. Perfecto, pero es de suponer que usted asume compromisos por convicción, ¿no?, es decir, se supone que usted estaba en contra de la guerra de Iraq y, por tanto, de enviar allí tropas. Sin embargo, no obró en consecuencia y apoyó el envío de tropas a aquel país. Zetapé buscó la marrullería y aprovechó para preguntar a Rajoy que cómo se atrevía a decir que él estuvo a favor de la guerra de Iraq. Evidentemente era pura demagogia porque Rajoy no había dicho eso, sino que había dejado en evidencia LA PATENTE UTILIZACIÓN PARTIDISTA DE LA GUERRA DE IRAQ realizada por los socialistas.

Y luego el 11-M. Para mí lo más vergonzoso del debate. Lo que descalifica a Zetapé como político y como persona. Para comparar su labor en materia antiterrorista citó el número de muertos causados por el terrorismo en la etapa del PP y en la de su gobierno. Al referirse a la etapa del PP citó la cifra de doscientos y pico muertos, incluyendo evidentemente los muertos en los atentados del 11-M. Rajoy estuvo soberbio al señalar la bajeza moral que suponía utilizar los muertos del 11-M como arma electoral. Fue un señor y no quiso decir más sobre este tema.

Estos dos asuntos dejan patente la catadura moral de Zetapé. Por lo demás, el repaso que le dio Rajoy fue notable en muchísimos temas, entre los que destacaría el de la educación. Fue patético ver los esfuerzos de Zetapé para hacer creer que la educación tarda en mejorar por los años de dictadura que hemos padecido. Como he dicho en este blog, el problema es que las generaciones de la transición recibieron mejor educación que las actuales, es decir, que vamos a menos, pero el tío sigue sin querer enterarse. Como sigue sin querer enterarse de que los precios están disparados, o de otras muchas cosas. En definitiva, repaso de Rajoy y, como es natural en este país de facciosos, victoria de Zapatero.

lunes, 3 de marzo de 2008

Los 5000 de Chaves

Libertad Digital publica una noticia relativa a Manuel Chaves, el eterno Presidente de la Junta de Andalucía. Según la información, Chaves colocó a dedo a 5000 personas en puestos ligados al poder público. Dejemos al margen las cifras. Lo cierto es que, aunque en Andalucía las personas que viven del erario público son muchas más que en el resto de España, este fenómeno se ha generalizado con el Estado Autonómico. Piensen, por ejemplo, en la cantidad de colocados que hay en las televisiones autonómicas. Cientos o incluso miles de familias que viven de lo público y, lo que es peor, que dependen de quién gobierne. Por eso es tan difícil la alternancia política en las Comunidades Autónomas. El control del electorado por parte de los políticos está ahogando nuestra democracia sin que nadie cuestione un Estado Autonómico que, de seguir así, o bien nos aboca al desastre económico, o bien al control de la sociedad por parte del poder y, por tanto, a una tiranía encubierta. Andalucía es el ejemplo de una sociedad absolutamente controlada por el poder. Los ciudadanos andaluces son tratados y se dejan tratar como borregos.

jueves, 28 de febrero de 2008

González y Aznar

Algo pasa en España para que un tipo como Felipe González sea exhibido por los socialistas como un político ejemplar, mientras que los del PP esconden o reniegan de Aznar, al menos en esta campaña electoral. Ambos políticos tuvieron aciertos y errores en sus años de gobierno, pero de muy diversa índole. Aznar, tras una primera legislatura muy acertada, se equivocó en su segunda en diversos asuntos: ley de Universidades, reforma laboral fortísima y guerra de Iraq. Son errores propios del ejercicio del gobierno, pero ni se le conocieron escándales de corrupción, ni actuó al margen del Estado de Derecho. Además, tuvo la gran virtud de abandonar voluntariamente el poder. ¡Qué diferencia con González! El pueblo español tuvo que echarlo sin que él fuera capaz de asumir su responsabilidad por el GAL, ni por haber permitido que la corrupción campara a sus anchas.

martes, 26 de febrero de 2008

Me equivoqué: ganó Rajoy por goleada

Vaya que sí. Desde el principio asumió la iniciativa y con tremenda agilidad fue llevando el debate a los temas que quería. A Rajoy se le vio más suelto, con una expresión más serena, mientras que Zapatero transmitía tensión en su rostro y era incapaz de desmontar los argumentos de su adversario. Con la inmigración Rajoy vapuleó, al igual que con el terrorismo y el Estatuto catalán. Estuvo francamente bien. Escuché críticas con relación a su alegato final. Dice Juan Manuel de Prada que estuvo cursi sacando a relucir el ejemplo de la niña. Es posible, pero la niña le sirvió para hablar de protección a la familia, educación y empleo, lo cual llega mucho más a la gente que la dosis de optimismo utópico que destiló Zapatero a través de su rostro desencajado. Prueba evidente de que ha ganado Rajoy, insisto, con claridad, es que a estas horas El País ya se apresura a salir al rescate del grogui orate monclovita diciendo que los primeros datos apuntan a que Zapatero ganó el debate. Ha sido muy claro. Rajoy venció esta pelea de gallos.

lunes, 25 de febrero de 2008

En las horas previas al debate Zapatero-Rajoy

Espero poco del debate de esta noche. Mucha reglamentación, mucho pactarlo todo. En definitiva, preveo poca espontaneidad y mensajes paralelos más que debate. Sin duda, esta noche el gran beneficiado va a ser Zapatero, porque independientemente de lo que suceda sus medios van a darle como vencedor. A pesar de todo, sigo pensando que el PP ganará las elecciones por mayor distancia de la que muchos piensan. ¿Me he vuelto loco? Es posible, pero confío en el buen criterio del pueblo español. Me resisto a creer que los españoles permitan que su gobierno caiga en manos del orate monclovita, de los insensatos de Izquierda Unida (su propaganda electoral con el niño republicano reivindicando la memoria histórica es repugnante), y de los nacionalistas antiespañoles. Además, supongo que el partido de Rosa Díez debe arrebatar al PSOE al menos un 1% de votos, lo cual contribuirá a la derrota electoral del PSOE.

viernes, 22 de febrero de 2008

El debate Solbes-Pizarro

Inmediatamente finalizado el debate entre Solbes y Pizarro se plantea la pregunta de quién ganó. Porque lo que importa aquí es ganar, y ganar es convencer a la opinión pública de que tú lo vas a hacer mejor que tu adversario. Para mí la opinión pública es un arcano indescifrable, así que me limitaré a decirles qué impresión me causaron y qué impresión creo que pudieron causar.

Tengo ciertos conocimientos de Economía y una opinión formada sobre cuáles deben ser los principios que deben presidir la política económica. Estoy más de acuerdo con Pizarro o con Rato que con Solbes. Prefiero fomentar la libertad individual rebajando la presión fiscal para que los ciudadanos tengan más posibilidades a la hora de emprender proyectos empresariales. Estas rebajas no significan necesariamente que disminuya la recaudación, en contra de lo que parece pensar Solbes. Estoy harto de que nos engañen diciendo que las retenciones del IRPF han bajado cuando eso no se ve por ninguna parte. También creo que hay que fomentar la competitividad, fortalecer la familia y, sobre todo, mejorar la educación. Asimismo, es importantísimo tener una política energética que nos proteja de los vaivenes internacionales y permita un desarrollo sostenible (Pizarro, experto en este tema, lanzó el guante y Solbes, pese a que dijo que lo iba a recoger, no lo hizo). Estas tesis, y la comparativa de subida de precios en España y en el resto de Europa, fueron mensajes de Pizarro fácilmente comprensibles y capaces de ser recordados.

Pizarro no me tenía que ganar para su causa porque coincido con sus puntos de vista. Ahora bien, pudo estar más brillante en la elección de la forma de trasladar sus argumentos, en su capacidad expresiva, en su postura y en otros elementos retóricos. Apenas concluyó el debate, en las emisoras empezaban a destacar todos sus fallos. Debatir no es cosa fácil. A mí personalmente me resulta desagradable. Soy una persona que suele meditar mucho las cosas y no me gusta salir rápidamente a combatir una idea. Sólo me gusta pronunciarme cuando he valorado todos los puntos de vista. Me pasa muchas veces que cuando termino una discusión caigo en la cuenta, cuando reflexiono detenidamente, de muchos argumentos que podía haber esgrimido. En definitiva, que no es fácil debatir y no creo que haya que dramatizar porque Pizarro podía haber dicho más cosas o haber sido más contundente. Lo que dijo es cierto y se le entendió.

Solbes estuvo sereno, rápido de reflejos, locuaz y contundente en las formas. Daba la impresión de dominar la situación, pero también, y este fue su principal error, de autocomplacencia. Si lo pienso detenidamente, no soy capaz de recordar ningún mensaje de Solbes, sencillamente porque su mensaje fue continuista, vendió su gestión y su persona. Estaba encantado de haberse conocido y de la situación de la economía española. No propuso nada nuevo. Por eso, tienen razón los que dicen que estuvo a la defensiva. En efecto, en los contenidos estuvo a la defensiva, aunque no fue así en las formas, aunque parezca paradójico. No jugó al ataque, sino que contraatacó, pero sin capacidad para llegar al corazón de la gente. No sé lo que pensará la gente, pero creo que Pizarro llegó y conectó más con el ciudadano corriente por su manera de expresarse y por muchas de las cosas que dijo. Solbes estuvo más distante y ante una situación de crisis su suficiencia pudo resultar irritante.

jueves, 21 de febrero de 2008

La sentencia de los Albertos y la confianza en la justicia

Todavía no se ha publicado en la web del Tribunal Constitucional (www.tribunalconstitucional.es), pero lo que se empieza a conocer de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre los Albertos es preocupante, tanto por la doctrina sobre la prescripción de los delitos en relación con el derecho a la tutela judicial efectiva, como sobre todo por la imagen pública del Tribunal y por añadidura de toda la justicia.

Soy de los que piensa que el pilar de un Estado de Derecho son los jueces, es decir, creo que es más importante contar con buenos jueces que con buenas leyes, aunque obviamente ambas cosas son deseables. Las naciones anglosajonas, constitucionalistas por excelencia, constituyen el mejor ejemplo de la importancia de los jueces como garantes del Derecho. Sin jueces independientes el Derecho no existe y la arbitrariedad campa a sus anchas.

Tengo la sensación de que entre los ciudadanos empieza a calar la creencia de que el Derecho no es susceptible de tratamiento racional. En demasiadas ocasiones da la impresión de que se argumenta en función de lo que interesa al poder político o al poderoso importando poco la mayor o menor solidez del razonamiento. El ciudadano desconfía de la justicia y tiende a ver como única solución la limitación de la capacidad interpretativa de los jueces, es decir, el sometimiento total del juez a la ley. Así pensaban quienes elaboraron los grandes códigos a lo largo del siglo XIX en Europa, principalmente en Francia. Pero, no se equivoquen, ese ideal sí que es absolutamente irracional. Es imposible aplicar las leyes sin una labor mediadora de interpretación que necesariamente exige juicios de valor. Por ello, ante el problema de la arbitrariedad o sencillamente la mala argumentación de los jueces, la solución pasa por fiscalizar al máximo sus decisiones por parte de la opinión pública, y en especial por parte de los juristas y científicos del Derecho. Es posible y necesaria la crítica racional de las sentencias, la investigación jurídica, para, entre otras cosas, desacreditar con la fuerza de la razón a quienes desvirtúan con su ineptitud o su mala fe la confianza de los ciudadanos en el Estado de Derecho.