El paro ha aumentado en noviembre en unas ciento setenta mil personas. No es una sorpresa, pero no por ello deja de ser terrible. Urge dejarse de parches y empezar a reestructurar a fondo nuestra economía. Hay mucha gente que cuando escucha que los expertos reclaman reformas estructurales no saben exactamente de qué se está hablando. Ortega solía decir que la estructura es una combinación de elementos y orden. A esa aproximación yo le añadiría el carácter basilar de dichos elementos. Cuando se habla, por ejemplo, de la estructura de un edificio pensamos en sus cimientos. ¿Cuál es, pues, la base de nuestra economía y qué reformas hay que acometer? Lo primero que hay que precisar es que aunque no todo en nuestra sociedad depende de la economía –pensar lo contrario significaría incurrir en el error de los que opinan, como el marxismo, que todo es un mero apéndice de la economía-, buena parte de la estructura social afecta decisivamente a la economía, a saber, la educación, la organización política, el funcionamiento de la justicia, la predisposición a trabajar y a emprender, la situación de la familia, el consumo de drogas, etc. Por consiguiente, cuando se habla de reformas estructurales en la economía no nos referimos únicamente al mercado de trabajo o a la política energética, cuestiones que el ciudadano inmediatamente relaciona con la economía, sino a todo aquello que incide directa o indirectamente en la economía y de cuya reforma puede depender la superación de la crisis. Por eso es tan importante tener un gobierno competente capaz de acometer esta tarea.
¿Cúales son las reformas estructurales más urgentes? Me pongo a pensar y casi no sé por donde empezar a contarles. ¡Hay tanto que reformar en España! Es penoso contemplar cómo hemos pasado demasiado tiempo ensoberbecidos con el disfrute de los fondos de cohesión, mal sirviendo a los turistas que se dejaban sus cuartos en la piel de toro, construyendo casas en medio de una vorágine especulativa, y trabajando a nuestro ritmito. Vamos a un caso práctico. Pensemos en esos miles de trabajadores de la construcción que se van al paro y que deben ser recolocados. ¿En qué pueden trabajar? Obviamente, pensar en que la construcción vuelva a los niveles de estos últimos años ni es realista ni deseable. Por tanto, hay que pensar en reconvertirlos. Y ahí veo un problema grave. En España hay muchísimos trabajadores no sólo con baja cualificación, sino con un déficit educativo de tal magnitud que resulta complicadísima la tarea de reciclaje laboral. Con ello quiero subrayar que siempre hay mayores posibilidades de superar una crisis económica cuando se cuenta con una población con un alto nivel educativo. Para salir adelante vamos a tener que innovar en sectores emergentes como las nuevas tecnologías aplicadas al medioambiente, habrá que producir más eficientemente y dotar de valor añadido a nuestros industrias tradicionales, tendremos que conquistar nuevos mercados, ofrecer servicios de mayor calidad, etc. ¿Creen que muchas de estas tareas se pueden llevar a cabo, por ejemplo, sin hablar inglés? En 30 años de democracia hemos sido incapaces de lograr que nuestro sistema educativo garantice el aprendizaje del inglés. No quiero amargarles el día, pero para mí es evidente que la reforma estructural más importante para nuestra economía está en la educación, escenario de insensata y suicida lucha partidista. Al margen de esta tarea, de efectos a largo plazo, obviamente lo inmediato consiste en lograr un escenario favorable a las iniciativas empresariales, es decir, apostar claramente por facilitar la tarea a los empresarios, que son los que verdaderamente generan riqueza y puestos de trabajo. ¿Cómo hacerlo? Eliminar trabas burocráticas en la creación de empresas, rebajar el impuesto de sociedades, flexibilizar el despido y generar seguridad jurídica. En definitiva, la receta genuinamente liberal, que es la única que funciona.