Me gusta pasar el aspirador en la mañana dominical mientras escucho música en mi ipod, acompaño rítmicamente y suelto gorgoritos. Entre los artistas que tengo en él se halla Enrique Iglesias, al que hoy el “aleatorio canciones” misteriosamente le ha dado un protagonismo inusitado. Imagino que él no se sentirá muy feliz sabiendo que su música me acompaña pasando el aspirador, pero muchos aspirarían a mucho menos, ¿no creen? Entre pasada y pasada de la máquina pensaba en este chaval “hijode” en el mejor sentido de la palabra. Ahí lo tienen. Poquita voz, poquita afinación, con gallitos de karaoke sonrojantes, y sin embargo vendiendo discos como churros y convertido en una estrella mundial del pop. Me parece que este tío no tiene un pelo de tonto. Para lograr lo que él ha logrado no basta con ser “hijode”. Sus álbumes tienen siempre canciones de calidad y ha explotado al máximo sus debilidades. No le importa desafinar si ello le otorga un estilo personal, cosa que ha logrado plenamente, al igual que su padre. Su estilo no es el mismo, aunque a veces guarda un cierto aunque lejano parecido. Nunca imaginé que ese chaval con cara de tontillo que veía en las revistas del corazón en compañía de su hermano se convertiría en un cantante de éxito, así que felicidades, Enrique.
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