jueves, 14 de agosto de 2008

De cómo confundir producir riqueza y obtener ingresos

Una de las valiosas reflexiones que realiza Victor Hugo en Los miserables está dedicada al problema económico. Hugo formula dos sencillas preguntas cuya respuesta da el nivel de una nación. Se trata de 1) cómo producir la riqueza y 2) cómo repartirla. Según Victor Hugo, la primera pregunta nos sitúa ante el problema del trabajo, mientras que la segunda nos aproxima al salario. Yo creo que ambas van mucho más allá, especialmente la segunda. En cualquier caso, quisiera compartir con ustedes, con la brevedad y el esquematismo propio del blog, el pensamiento que me provocó la lectura de estas páginas. Debo decirles que les escribo desde Holanda donde me hallo disfrutando de mis vacaciones de agosto. Pues bien, lo primero que pensé es que Holanda es un país admirable porque ha logrado producir riqueza y repartirla equitativamente con maestría superior a la mayor parte de las naciones desarrolladas. Mucho habría que decir sobre el ingenio, la laboriosidad y la sensibilidad social de los holandeses, pero lo dejaré aquí. Inmediatamente pensé en España. Muchos españoles han sido engañados o se han dejado engañar con el espejismo del crecimiento económico. En efecto, obtener ingresos no es producir riqueza, y en España hemos obtenido muchos ingresos, que nos han permitido crecer económicamente, sin producir riqueza. Estoy pensando en el turismo. Recuerdo una conversación que mantuve con mi amigo Óscar –fiel lector de este blog, y a quien aprovecho para enviar un fuerte abrazo-, en el que le decía que el desarrollo turístico no debe se un objetivo de nuestro modolo económico. España debe crear riqueza, progresar moralmente en la calidad de su vida colectiva y hacer de su pais un lugar que merezca ser visitado. Si la gente viene, fenomenal, pero el turismo debería ser considerado un efecto colateral del hecho de ser un pais admirable. Sin embargo, los españoles hemos visto que con poco o nulo esfuerzo –más bien hemos afeado nuestro pais en su belleza natural, y la antipatía del camarero/a español ya comienza a ser proverbial- el turismo era una fuente de ingresos, y entre el turismo y la construcción, buena parte de ella ligada a él, nos hemos olvidado de que el pan hay que ganarlo con el sudor de la frente, es decir, de que hay que ingeniárselas para producir riqueza (agricultura, industria y servicios de calidad superior). Y lo de la repartición de la riqueza lo dejaremos para otra ocasión.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Los miserables

Anoche terminé de leer Los miserables, la extraordinaria novela de Victor Hugo. Emocionado, me fue imposible contener las lágrimas al concluir la lectura. Esta obra es de las que dejan en el espíritu una huella imborrable. La prosa de Hugo alcanza momentos de extraordinaria belleza, pero esta novela es mucho más que la obra de un gran escritor de cuya pluma surge la belleza sin embeleco. Hugo se refleja en esta novela como historiador, poeta, patriota, ciudadano sensible a la miseria y comprometido socialmente, y, sobre todo, como un gran conocedor del alma humana. Hugo narra fantásticamente la lucha interior que se desarrolla en la conciencia de ciertos individuos en la búsqueda del deber y de la acción correcta. En esta novela el personaje imprescindible y sobre el que gira toda la historia es Jean Valjean, el presidiario que es víctima de leyes injustas y, sobre todo, ciegas. Valjean es un hombre humilde con una conciencia que, quizá aletargada, es vívamente impresionada por la absoluta bondad que recibe de un hombre santo, un obispo que ejerce verdaderamente de discípulo de Cristo. El encuentro con el bien transforma el destino de Valjean no sin dificultad.

Los miserables, como declara Victor Hugo en la propia novela, es la lucha del bien por abrirse camino, el bien que busca el individuo, y el bien, presentado como progreso (un progreso, la ilustración, que Hugo hace compatible con la religión), que busca la nación protagonista de la novela, Francia. Quien quiera entender el fondo que nutre los motines e insurrecciones francesas desde finales del siglo XVIII hasta 1848, debe leer esta novela. Las digresiones de Hugo pueden cansar al lector poco formado y/o al que busca en la lectura un mero entretenimiento, pero una vez concluida la lectura las considero muy enriquecedoras. Hugo es el narrador omniscente que no solo quiere narrar una historia, sino hacerse sentir con sus opiniones. Algunos discursos puestos en boca de los personajes son bellísimos y tremendamente ricos en matices.

En definitiva, novela imprescindible. Les animo a leerla. Eso sí, son dos volúmenes que sumados superan las 1200 páginas.