sábado, 26 de marzo de 2011

Sobre lo de Libia

Suelo ser muy cauto a la hora de opinar sobre cuestiones relativas a política internacional, quizá excesivamente cauto para el gusto de los cuatro gatos que todavía siguen fieles al blog. Pero se trata de una cautela justificada por lo que diré más adelante. He dejado pasar un tiempo prudencial y ahora estoy en disposición de dar mi opinión sobre lo de Libia.

Gadafi ha respondido a las protestas masivas que pretenden un cambio de gobierno matando indiscriminadamente a la población civil, y para ello ha utilizado fundamentalmente la aviación. Mucha gente –yo entre ellos vía email- ha solicitado a la ONU que actuara para tratar de evitar esa masacre mediante la creación de una zona de exclusión aérea que evitara que Gadafi siguiera bombardeando a sus opositores. El Consejo de Seguridad lo aprobó y una coalición internacional ha atacado las defensas de Gadafi para hacer posible la creación de esa zona. ¿Justificado? Sin duda había que actuar para evitar esas matanzas. Si un tipo está apaleando a otro y amenaza con matarlo lo primero es pararlo y, a ser posible, desarmarlo. ¿Había que ir más allá de esa medida y lanzarse a acabar con el régimen de Gadafi? No lo sé. Habría que valorar las consecuencias de todo tipo que pueden derivarse de esa actuación. Para ello hay que conocer la capacidad militar del ejército de Gadafi, la composición étnica de Libia, los riesgos de una operación terrestre, etc. Por consiguiente, me parece que el ataque a Gadafi está justificado y por tanto también lo está la participación de España.

¿Existe analogía con Iraq? La razón que se esgrimió para atacar Iraq, invadirla y derrocar a Saddam (que es lo que lo convierte en una guerra) fue que Saddam era un peligro porque disponía de armas de destrucción masiva y no había garantía de que no fuera a utilizarlas como había hecho en el pasado. Yo creía que efectivamente era así y consideraba que el riesgo era lo suficientemente elevado como para justificar una acción de ataque. La ausencia de respaldo por parte de la ONU me parecía un dato a tener en cuenta, pero no decisivo dado el funcionamiento del Consejo de Seguridad (el ataque a Serbia no contó con ese aval). Cuando tras invadirse Iraq no aparecieron las armas me indigné porque su ausencia probaba que se trató de una guerra claramente injusta de la que los responsables de haberla iniciado deberían haber dado explicaciones a la opinión pública mundial. Saddam era un genocida, pero no estaba en esos momentos actuando contra su pueblo. Por ello no hay analogía con el caso de Libia. Cuando gaseó a su pueblo habría que haber actuado estudiando las medidas a adoptar, como ahora con Gadafi. Dicho esto, por lo que respecta al papel de España, más allá de la posición de Aznar favorable a la intervención, España actuó en todo momento bajo el amparo de la ONU, al igual que sucede ahora con Libia. España fue a Iraq a consolidar la seguridad y ayudar a la reconstrucción amparada en una resolución de la ONU. La decisión de Zapatero de retirar las tropas fue la propia de un gobernante incapaz, y comportó nuestro absoluto desprestigio internacional, que ni siquiera la mayor implicación en Afganistán ha podido mitigar.

¿Debería actuarse siempre para evitar un genocidio? ¿No debería aplicarse a Corea del Norte o a otros países cuyos gobernantes masacran a su población medidas como las que se han tomado con Libia? He aquí la gran cuestión. La respuesta exige distinguir entre actuar en base a principios, actuar atendiendo a las consecuencias, y actuar prudentemente.

a) Quienes piensan que en el terreno práctico hay que actuar siempre movidos por principios independientemente de las consecuencias encarnan la visión propia de la ética kantiana. Por ejemplo, puesto que el ser humano deber ser tratado siempre como fin y nunca como medio no sería lícito derribar un avión de pasajeros secuestrado que va a estrellarse contra un centro comercial. Así, si se acepta el principio de que hay que frenar a los genocidas, ello debería conducir a actuar contra Saddam, Gadafi y cualquier otro.

b) Los consecuencialistas suelen representar la posición propia del utilitarismo, es decir, a la hora de decidir una actuación hay que tratar de lograr los mayores beneficios tangibles para el mayor número. Para los consecuencialistas puede estar justificado actuar contra Gadafi, porque hay opciones reales de derrotarlo, y no contra Almadineyad en Irán o contra Corea del Norte, ya que las consecuencias podrían ser catastróficas. Los consecuencialistas también entenderían que está más justificado intervenir en países de los que depende la estabilidad económica mundial –por el petróleo- que en países irrelevantes en ese sentido.

c) Y finalmente está la prudencia clásica, denostada por unos y otros. Ser prudente exige actuar movido por principios, pero sin ser ciego a las circunstancias a la hora de deliberar con el fin de tomar una decisión. El prudente sabe que no está bien matar a un inocente, pero no puede desconocer que hay circunstancias excepcionales en las que uno se ve obligado a tomar decisiones que pueden exigir su sacrificio, como sucede en el caso del avión de pasajeros.

Convendría no olvidar esta distinción a la hora de analizar cualquier problema práctico, y especialmente aquellos relacionados con la política internacional. Ahora bien, en la medida en que la prudencia exige conocer con detalle las circunstancias específicas del caso para decidir bien y habitualmente los ciudadanos no tenemos acceso a ellas, no nos queda más remedio que confiar en principio en el criterio de nuestros gobernantes y fiscalizar su actuación a posteriori, eso sí con el máximo rigor.

1 comentario:

Dr. Iglesias dijo...

Protocolo Siria: iniciado, desde esta mañana redes sociales incitan rebelión. Protocolo Libia: desembarco fuerzas de tierra preparado. ¿Está comenzando la Tercera Guerra Mundial?:

http://aims.selfip.org/~alKvc74FbC8z2llzuHa9/default_libia.htm