Intentaré aclarar con un ejemplo la idea expuesta en el post "¿Indignados?". ¿Recuerdan las movilizaciones que se produjeron con ocasión del secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco? He ahí un ejemplo perfecto de lo que entiendo por movilizaciones de personas indignadas. No había que pedir a nadie que se indignara. Fue una reacción espontánea que se tradujo en el arrinconamiento de los etarras en sus sedes. Compárenlo con los de la Puerta del Sol y saquen sus propias conclusiones.
martes, 31 de mayo de 2011
lunes, 30 de mayo de 2011
¿Indignados?
A lo largo de las últimas semanas he prestado atención al movimiento conocido como “15-M” o “indignados”. Al principio, cuando las movilizaciones fueron congregando a más personas, se extendieron por toda la nación e incluso llegaron a ciudades extranjeras, parecía que se fraguaba algo importante, pero una vez celebradas las elecciones municipales la efervescencia social se ha desventado y sólo unos pocos jóvenes “perroflautas” –como ahora se les llama- de estética “okupa” o mendigo posmoderno intentan mantener vivo el movimiento.
Para entender lo que está sucediendo creo que hay que reparar en la importante diferencia que existe entre estar indignado, hacerse el indignado y estar enfadado o cabreado. Aunque se denominen “indignados”, yo creo que quienes han salido a la calle no estaban verdaderamente indignados. La indignación es un tipo de enfado violento -así lo define el diccionario de María Moliner, aunque mejor sería decir vehemente- que se produce como reacción a una acción injusta o reprobable. La indignación popular podía haberse manifestado en mayo de 2010, justo después de escuchar a Zapatero anunciar unas medidas diametralmente contrarias a lo que pocas horas antes venía defendiendo. Eso podía provocar una lógica indignación. ¿Qué ha sucedido este mes para que se produzca una reacción de indignación? Que yo sepa, nada. Seguimos padeciendo un pésimo gobierno, pero desde mayo de 2010 no ha habido nuevas medidas gravemente impopulares.
Pienso que más que indignación, existe un monumental cabreo entre los españoles por la gravísima situación social que estamos viviendo. Ese enfado podría haberse traducido en indignación, pero cuando esto no se materializa, como es el caso en España, el malestar social se traduce en frustración, el caldo de cultivo que puede llevar a algunos a querer sustituir artificialmente lo que no se produce naturalmente, es decir, a hacerse el indignado cuando no se está. La diferencia es grande. La indignación es espontánea, movilizadora, clara en cuanto a las causas de la misma y destinatarios de los reproches. Cuando uno se hace el indignado, destaca las razones por las que se indigna y su acción cobra un carácter marcadamente intelectual completamente distinto al de las revueltas populares espontáneas. Naturalmente que hay razones que justifican la indignación, pero como ésta no se ha producido se pone el énfasis en las razones que la justifican, por eso la fuerza movilizadora es mucho más débil que la propia de la indignación genuina, y la concreción de las causas y los objetivos de la indignación ceden ante el amplio elenco de razones que se esgrimen para justificar esa indignación impostada.
Hace casi un par de semanas, el jueves anterior a las elecciones del domingo, una alumna me entregó un papel titulado “indígnate”. De entrada, me llamó la atención esa exhortación que distorsiona por completo el genuino, sano y natural sentimiento y reacción del indignado. En él se instaba a acudir al punto de encuentro de los “indignados” en Elche, y al dorso figuraban numerosas reivindicaciones. Su número dejaba patente que se trataba de un movimiento intelectual de trazo grueso. Algunas de las propuestas que allí figuraban las comparto. Como saben los lectores del blog, he abogado reiteradamente por la reforma del sistema electoral como una de las medidas imprescindibles para revitalizar nuestra democracia. También estoy de acuerdo en la crítica a los rescates bancarios y a la corrupción política. Otras propuestas me parecieron puro disparate. En cualquier caso, es evidente que un movimiento basado en hacerse el indignado está condenado al fracaso, porque carece de la fuerza motriz que le proporciona la genuina indignación, y sus propuestas adolecen de la concreción y coherencia necesaria para poder prosperar. Esa tarea sólo puede realizarse a través de una organización política.
Hace casi un par de semanas, el jueves anterior a las elecciones del domingo, una alumna me entregó un papel titulado “indígnate”. De entrada, me llamó la atención esa exhortación que distorsiona por completo el genuino, sano y natural sentimiento y reacción del indignado. En él se instaba a acudir al punto de encuentro de los “indignados” en Elche, y al dorso figuraban numerosas reivindicaciones. Su número dejaba patente que se trataba de un movimiento intelectual de trazo grueso. Algunas de las propuestas que allí figuraban las comparto. Como saben los lectores del blog, he abogado reiteradamente por la reforma del sistema electoral como una de las medidas imprescindibles para revitalizar nuestra democracia. También estoy de acuerdo en la crítica a los rescates bancarios y a la corrupción política. Otras propuestas me parecieron puro disparate. En cualquier caso, es evidente que un movimiento basado en hacerse el indignado está condenado al fracaso, porque carece de la fuerza motriz que le proporciona la genuina indignación, y sus propuestas adolecen de la concreción y coherencia necesaria para poder prosperar. Esa tarea sólo puede realizarse a través de una organización política.
Lo verdaderamente interesante de este movimiento se sintetiza a mi juicio en esta pregunta. ¿Qué sucede en España para que habiendo motivos para indignarse la gente traduzca su enfado haciendo como que se indigna? ¿Por qué no hemos asistido a un estallido social? A mucha gente le sorprende que habiendo cinco millones de parados esto no se haya producido. A mí, sinceramente, no. Alguno pensará que gracias a los comedores sociales y a la ayuda de parientes y amigos la gente no pasa hambre y por ello no estalla. Yo creo que no es eso. La explicación es mucho más tenebrosa y desalentadora. Se trata de la tremenda fuerza disuasoria del aparato coercitivo del Estado. Indignarse, movilizarse puede tener muy malas consecuencias: palos de la policía, multas pecuniarias, etc. La gente ha perdido la espontaneidad necesaria para indignarse de verdad. Esta es la clave. El Estado nos paraliza y la gente prefiere emigrar antes que dar rienda suelta a su indignación. No obstante, si en el futuro vuelven a producirse recortes o medidas impopulares, es posible que la gente llegue a tal nivel de desesperación que realmente se indigne de verdad, y que verdaderamente desafíe a las fuerzas represivas del Estado.
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Sociedad
miércoles, 25 de mayo de 2011
"Los pilares de la tierra"
Siguiendo la sugerencia de uno de los lectores del blog, he leído “Los pilares de la tierra”, de Ken Follet, una novela histórica que según algunos ha contribuido a poner de moda este género literario en las últimas décadas. Es una novela muy larga que, pese a su extensión, se lee con bastante facilidad. La narrativa de Follet es ágil, británicamente clara, sin embeleco ni florituras, pero carece de brillantez, ni siquiera de la brillantez que proporciona la sobriedad. La trama está muy bien concebida y narra con fluidez la acción. La recreación histórica es correcta. En definitiva, es una novela de acción bastante entretenida y correctamente escrita y ambientada. Por ello no es de extrañar que guste a los lectores, y que Follet sea un escritor con muchos seguidores. Lo que más me ha gustado ha sido la lucha del bien contra el mal, que quizá constituya la esencia de la novela: cuando el bien es asistido por la inteligencia y la buena voluntad triunfa frente al mal, aunque en auxilio de éste acudan el poder y la inteligencia malévolamente orientada. Un tema tradicional, pero siempre apasionante. Concluiré aconsejando al lector que, si desea aproximarse a la novela histórica, no deje de leer “Sinuhé, el egipcio”, de Mika Waltari. Además, si se interesa por la Inglaterra del siglo XII, le recomiendo “Ivanhoe”, de Walter Scott.
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Libros
martes, 24 de mayo de 2011
Anécdota reveladora
La semana pasada se me ocurrió citar en clase un ejemplo que tenía como protagonista a Gorbachov. Inmediatamente reflexioné y pregunté, “¿saben ustedes quién era Gorbachov?, ¿no?”. En efecto, el 90% de los estudiantes no sabía a quién me refería. Una alumna que sí parecía saberlo levantó el brazo y dijo que era el anterior Ministro de Trabajo (obviamente confundió a Gorbachov con el ínclito Celestino Corbacho). En fin, me puse a explicarles quién era Gorbachov y mencioné la Unión Soviética. “¿Sabes ustedes qué era la Unión Soviética y cuándo se descompuso?”. Otra alumna levantó el brazo y dijo que en 1931. ¿Queda claro qué es lo primero que hay que reformar? Pues eso.
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Sociedad
Urge un cambio radical en el PSPV
El hundimiento del PSPV (Partit Socialista del País Valencià) en estas elecciones autonómicas no se explica sólo por el rechazo a Zapatero o por la ausencia de un candidato que logre conectar con el electorado. El problema es mucho más profundo porque afecta a la propia definición del partido y a la estrategia política que deben seguir si realmente desean plantear una alternativa creíble al PP.
Lo primero que debe hacer el PSPV es abrirse a la realidad valenciana. La Comunidad Valenciana se denomina oficialmente Comunidad Valenciana. Yo preferiría que los dos grandes partidos se pusieran de acuerdo para modificar esa denominación y regresar a la secular, es decir, Reino de Valencia, pero mientras eso no se produzca la denominación es Comunidad Valenciana. De igual manera, la señera de la Comunidad incluye la franja azul, lo cual, al margen de consideraciones históricas, evita confusiones con las banderas de otras comunidades autónomas de la antigua Corona de Aragón. También es importante darse cuenta de que, aunque en la Comunidad Valenciana hay muchas zonas con importante implantación del valenciano, el español es la lengua preferida por los valencianos en su inmensa mayoría, y es la lengua vehicular para el 90% de la población. Finalmente, también sería conveniente que los socialistas comprendieran el profundo sentimiento de españolidad de los valencianos, lo cual se refleja claramente en la letra de nuestro himno regional.
Aunque parezca increíble, el PSPV pretende ser alternativa de gobierno siendo refractario a casi todo lo que acabo de señalar. Siguen adoptando la denominación que el pancatalanismo utiliza para referirse a la Comunidad Valenciana; se sienten más cómodos sin la franja azul en la señera; omiten en sus actos el himno regional valenciano; y, finalmente, dan la impresión de preferir una Comunidad Valenciana más vinculada a Cataluña que al resto de España. Así, como es natural, no van a ninguna parte. Me da la impresión de que ya se están dando cuenta, pues fue muy significativo que durante la campaña la referencia a “Socialistas Valencians” sustituyera a PSPV. Tendrán, sin embargo, que dar un paso más y adoptar las señas de identidad y la realidad valenciana si realmente aspiran a representar una alternativa al PP. Comprimís y EU pueden permitirse esas licencias, pero no un partido que aspira a gobernar la Comunidad. ¿Aprenderán la lección o todavía permanecerán anclados en la creencia periclitada de que la Comunidad Valenciana es el País Valencià de Joan Fuster?
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Actualidad política
lunes, 23 de mayo de 2011
Zapatero se atrinchera
Zapatero tenía dos opciones, a cada cual peor para sus intereses: podía enrocarse y decir que hoy se votaba a presidentes autonómicos y alcaldes, y que por tanto no se valoraba su gestión; o podía reconocer que los españoles han castigado su política, pero que seguirá al frente del gobierno para culminar las reformas que ha puesto en marcha. A la vista de la escandalosa derrota electoral, la primera alternativa era sencillamente increíble. Pero casi era mejor que la segunda, que es por la que finalmente se ha decantado. Zapatero reconoce que no tiene el respaldo de los españoles, y sin embargo se niega a adelantar las elecciones y persiste en continuar con las reformas previstas. ¿Este era el tipo que venía dando lecciones de democracia?, ¿este era el que se quejaba de que Aznar no escuchaba a los españoles al apoyar la guerra de Iraq? Pues sí. Zapatero cree que es legítimo emprender reformas aunque los españoles hayamos aprovechado la primera oportunidad electoral para decirle que se vaya a casa. ¿Se atrincherará? Veremos las reacciones de sus compañeros de partido que acaban de perder el poder.
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Actualidad política
domingo, 15 de mayo de 2011
Hablar y escribir
Hace unas semanas, en clase de “Teoría y Práctica de la Argumentación Jurídica ”, una alumna pidió la palabra para comentar algún punto polémico del caso que estábamos examinando. Empezó a hablar, insinuaba la idea, pero no lograba concretarla, así que finalizó diciendo que “no sabía expresarse”. Comenté a los alumnos, con carácter general y sin ánimo alguno de reprender a la estudiante que se había animado a participar, lo preocupante que me parecía esa dificultad expresiva. En efecto, cada vez estoy más convencido de que el objetivo prioritario de la educación primaria debe ser enseñar a expresarse correctamente de palabra y por escrito. Si se dominaran esas habilidades, se fomentaran actitudes positivas hacia el aprendizaje y se adquirieran buenos hábitos casi sería suficiente. Además de la lengua española (sin dominarla no se puede escribir ni hablar correctamente), creo que en primaria habría que impartir geografía e historia, pues sin formación en estas materias no se está en condiciones de comprender la realidad física y social; matemáticas, que contribuyen a desarrollar el pensamiento abstracto; y, finalmente, inglés, que es un instrumento imprescindible para hablar con personas de todo el mundo. Todo lo demás, en mi opinión, es secundario en primaria y puede introducirse en posteriores etapas educativas. Pero, sobre todo, insisto, enseñar a hablar y escribir correctamente. ¡No se imaginan –o quizá sí- lo que ganaría España si lo lográramos!
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Sociedad
domingo, 8 de mayo de 2011
Me paso al lector electrónico (ereader)
Hay escritores que desdeñan los nuevos lectores electrónicos (ereaders) para leer libros digitales (ebooks). Creen que no pueden compararse con el placer que proporciona leer sobre el papel, poder tocar una página y guardar el libro en la biblioteca disfrutando de su cálida y arropadora presencia en el salón de la casa o en el estudio. Todo ello es más importante que la ventaja evidente de soportar menos peso entre las manos o de poder llevar en ese dispositivo cientos o miles de libros. Puedo entenderlo hasta cierto punto, porque es verdad que la visión de una biblioteca es algo verdaderamente bonito, sobre todo cuando es obra de una persona y revela sus lecturas. Por eso me parecen más interesantes las bibliotecas que almacenan lecturas reales que aquellas que adquieren proporciones elefantiásicas, e incluyen ejemplares que nunca han tenido la fortuna de hallar un lector. Recuerdo, por ejemplo, que cuando visité la casa de Thomas Mann en Lübeck me llamó la atención el armario que albergaba sus libros. Estaba repleto, pero tratándose de un armario es obvio que incluía una cantidad limitada de ejemplares, aquellos libros que más influyeron en el gran escritor alemán.
Cuando hablamos de libros y de lectura para mí lo más importante es poder leer a gusto un libro. Su presencia física es secundaria. Por ello me sorprende –sobre todo en los escritores- esa obsesión por “el físico” en una actividad absolutamente espiritual. Me interesé por los lectores electrónicos por dos motivos: por una parte, mi dedicación a la investigación hace que viaje cargado de libros, lo cual es siempre incómodo. Además, hay libros de derecho –sobre todo hispanoamericanos- que es más fácil adquirir en formato digital que en papel. En segundo lugar, al margen de la investigación, quería saber si leer un texto en tinta electrónica podía resultar cómodo (nada de Ipad o tablets con pantalla retroiluminada que cansa la vista y consume más batería). Así que me puse a indagar sobre el tema y llegué a la conclusión de que me convenía adquirir uno de estos lectores que me permitiera realizar anotaciones sobre el texto. Quería uno que tuviera una pantalla de 9 pulgadas porque pensé que me resultaría más cómodo, pero finalmente opté por uno de 6, el Samsung E65. Me compré algunas novelas digitales (ebooks) y empecé a leerlas en el formato Epub. Pues bien, confieso que estoy disfrutando leyendo en este formato Epub y tamaño de letra segundo empezando por la izquierda. ¡Un auténtico placer! Una de las novelas que me compré fue “Los pilares de la tierra”, de Ken Follet, que tan buenas críticas ha recibido. Curiosamente mi mujer me lo regaló en papel –no sabía que lo tenía en digital-, así que tengo la posibilidad de leer la novela con el ereader o en papel. Pues me resulta muchísimo más cómodo leerla en el ereader. Así que yo desde luego lo tengo claro: me paso al ereader, porque a mí lo que me gusta es leer.
sábado, 7 de mayo de 2011
¿Qué más da ya que el Tribunal Constitucional tenga razón?
Es totalmente comprensible la indignación ciudadana al saber que los etarras van a poder presentarse a las elecciones. Supongo que, salvo algún tonto como yo, poca gente se habrá leído la sentencia del Tribunal Constitucional que estima su recurso de amparo. ¿Y para qué? El Tribunal Constitucional ha dejado su prestigio en el camino tras el bochornoso espectáculo ofrecido con los prolegómenos y la sentencia del Estatuto de Cataluña. Como advertí en su momento, si ya entonces estaba bajo sospecha, debido principalmente a la evidencia de que no ha permanecido ajeno a las influencias de la lucha partidista, con la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña se jugaba definitivamente, más que su prestigio, su credibilidad.
En la polémica sobre la ilegalización de Bildu el Tribunal Constitucional tiene razón. Léanse los fundamentos 9 y 10 de la sentencia, en los que se recuerda la doctrina constitucional respecto a los requisitos que deben darse para ilegalizar un partido o, como es el caso, una agrupación de electores, y luego observen la impecable aplicación de dicha doctrina al caso concreto en el fundamento jurídico 11, con citas literales de la sentencia del Tribunal Supremo que sorprenderían a más de uno. Pero lo verdaderamente grave es que ya da igual que el Tribunal Constitucional tenga razón. Nadie confía, ni se preocupa por la argumentación jurídica de la sentencia. Los etarras creen que no han sido sus argumentos jurídicos los que han propiciado la estimación de su recurso, sino que están convencidos de que ha sido una decisión política, porque en España, dicen, no hay separación de poderes. El problema es que el resto de los españoles pensemos lo mismo. Provoca escalofríos escribir algo así, porque estoy reconociendo que la política, o, mejor dicho, la lucha partidista, ha sepultado al Derecho, y naturalmente si en un Estado de Derecho el Derecho carece de importancia difícilmente se puede seguir diciendo que vivimos en un Estado de Derecho.
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Actualidad política
martes, 3 de mayo de 2011
Las municipales son clave para un posible adelanto electoral
La decisión del PNV de romper con el gobierno de Zapatero otorga a las elecciones municipales y autonómicas de este mes de mayo una importancia todavía mayor a la que ya de por sí tienen. Un varapalo electoral del PSOE reforzaría la necesidad de convocar elecciones anticipadas para otoño. Si Zapatero pretendiera ignorar la debacle y se empecinara en agotar la legislatura, Rajoy debería plantear una moción de censura. Es posible que no la ganara, pero con tal acción demostraría respeto por el electorado –al tomar medidas para derrocar a un gobierno que genera un evidente rechazo-, y exigiría al resto de partidos que se posicionaran. A ver quién es el guapo que permite con sus votos o su abstención que Zetapé siga al frente de la nave.
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