Esta mañana he escuchado parte de
la soporífera entrevista de Carlos Herrera a Rajoy. Daba la impresión de que el
Presidente tenía mucho interés por explicar las medidas de su gobierno, así que
ha utilizado un lenguaje más simplón que didáctico, y reiterativo hasta el extremo
de desdibujar los problemas. Las reformas se explican, según Rajoy, porque no
se puede gastar lo que no tenemos. Así de sencillo. Y para entenderlo no hay
más que pensar en que una familia que gana 1.000 y gasta 1.200 tiene que pedir
prestado, y si no logra que le presten tiene un problema. Ese es el caso de
España, en su opinión. Y lo repitió una y otra vez, como el conejito de
Duracell. Bastaba con que se le hubiera dicho que la alternativa no es sólo
gastar menos, sino crecer –producir riqueza que aumente nuestros ingresos- para
poder seguir manteniendo un nivel de vida aceptable, porque es evidente que
vivir del crédito sólo es un remedio temporal. La cuestión es -y para dar
respuesta a esto no vale el ejemplo de la familia dirigido a españoles de baba
por los que nos ha tomado- si esa disminución del gasto no afecta a su vez a
los ingresos y, en consecuencia, entramos en una espiral diabólica que nos
condena a seguir recortando casi indefinidamente. En sus respuestas se dejaba
entrever que esos recortes eran necesarios para demostrar que somos serios y
evitar que se nos cierre el grifo del crédito. Y es que ahí está uno de los
principales problemas. ¿Qué espera nuestro gobierno para poner en marcha una
estrategia que fuerce a Alemania a aceptar los eurobonos mientras buscamos fórmulas
para reestructurar nuestra economía y comenzar a crecer? Francamente, la
entrevista –lo que he podido escuchar- me ha decepcionado.
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