Ortega comienza "Mirabeau o el político" explicando que su fascinación por este personaje se debe a que percibe en él el contrapunto a su forma de ser. Lo entiendo muy bien. Yo también admiro a muchas personas -vivas o muertas- cuyo carácter difiere enormemente del mío y poseen unas cualidades que, si bien no envidio, sí que contemplo con admiración desde la distancia. Una de ellas es Luis Miguel Dominguín (1926-1996), un gran torero de personalidad arrolladora y gran vitalidad. No se dejaba impresionar por nadie, ni siquiera por Picasso -miren en YouTube la entrevista en la que cuenta la anécdota en la que dejó esperando a Picasso-. Era, además, un amigo leal y generoso, como se refleja en el libro "La puerta de la esperanza", escrito por José Luis Olaizola con base en las conversaciones mantenidas con Juan Antonio Vallejo-Nágera (amigo íntimo de Dominguín) pocos meses antes de morir. Dominguín me fascina por su decidida voluntad de "comerse el mundo", de disfrutar con nobleza y cierta pillería de todo aquello que la vida nos puede ofrecer. En otras personas ciertas actitudes de Dominguín pasarían por frivolidades, pero su autenticidad lo hacía imposible. Probablemente fuera esa autenticidad lo que cautivó a Picasso o al mismo Franco. En ocasiones, pienso en cómo abordaría Dominguín cierta situación y me hace gracia, porque mi reacción y la que imagino que él tendría son completamente distintas, quizá lo mismo que le pasaba a Ortega cuando pensaba en Mirabeau.
1 comentario:
Sin duda admira a Luis Miguel Dominguín, que yo recuerde esta es la tercera vez que se cuela en su blog y siempre de manera elogiosa, y seguramente hayan sido más veces. Una de ellas en la entrada titulada La tomatina de buñol, vuelve a aparecer en la entrada Hola. Quizás porque nunca me ha interesado el mundo de los toros y no por motivos estrictamente taurinos sino por todo lo que rodea a ese mundo -prensa rosa, personajes famosos por el mero hecho de ser famosos o hijos de, frivolidad, vida social con la que no me identifico- Dominguín nunca ha estado en mi vida. No cuestiono su autenticidad, ni siquiera me pregunto cuanto hay de real y cuanto de trabajada imagen o fachada, simplemente Dominguín nunca ha estado en mi vida.
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