viernes, 28 de febrero de 2014

Rubalcaba

Era imposible que Rubalcaba pudiera resultar “ganador” del debate sobre el estado de la nación. Da igual que las críticas al panorama dibujado por Rajoy fueran acertadas y que además las formulara con brillantez. Le bastaba a Rajoy con sacar a pasear la hemeroteca y recordar muchas de las declaraciones de Rubalcaba durante su etapa en el Gobierno para noquearle. En el PSOE saben que Rubalcaba no puede ser alternativa, pero les da miedo la alternativa a Rubalcaba, y no es para menos. ¿Chacón?, ¿Madina? A uno se le ponen los pelos de punta solo de pensarlo. Rubalcaba está haciendo una labor de oposición impecable desde el punto de vista del interés general, pero es lógico que entre los socialistas cunda el desaliento al ser conscientes de las nulas opciones del sexagenario líder de la oposición de batir a Rajoy, el héroe del silencio.

El PSOE vio el abismo con Zapatero y realizó una “involución” generacional optando por la seguridad de un líder que todavía guarda respeto al espíritu de la Transición, por mucho que también se le pueda criticar a Rubalcaba. Pero el paso del tiempo es inexorable y el PSOE sabe que debe volver a confiar en alguien de la generación de Zapatero o incluso en alguien que bordee la siguiente generación como Madina (nacido en 1976). En esa sucesión hay mucho en juego que sólo puede atenuar una sólida consolidación de UPyD –decepcionante Rosa Díez en el debate sobre el estado de la nación- que evite un nuevo frente anti-PP con propuestas radicales en la línea de los tiempos de Zapatero. El Rey sabía que su reinado dependía del PSOE, y el príncipe se la puede estar jugando con la lucha por el liderazgo en el PSOE, pues es muy posible que el nuevo liderazgo sea abiertamente republicano.

Rajoy ganó, y está demostrando unas virtudes políticas sorprendentes. Realmente creo que conviene examinar en otro post la estrategia del héroe del silencio en asuntos como el desafío nacionalista catalán o el caso Bárcenas. Pero ahora mismo desde el punto de vista político España se la juega en la batalla interna socialista, y aquí pienso que hay que desearle éxito a Rubalcaba y a la gente de la vieja guardia.

jueves, 27 de febrero de 2014

Orihuela

Hay lugares como Orihuela en los que uno se siente bien sin saber exactamente por qué. Son muchas cosas y ninguna en particular. El sabor a pueblo de algunas calles se combina con la monumentalidad del centro. La huerta de la vega baja regada por el Segura, que me recuerda a la huerta valenciana, sobre todo a la comarca del Camp de Túria, hace de Orihuela una ciudad muy distinta al resto de las de la provincia de Alicante. También esas montañas que la rodean y que invitan a pararse a contemplarlas cuando el sol las viste de diferentes colores acentúan la originalidad de Orihuela. El otro día, al salir del edificio de la Universidad (Las Salesas), comenzaba a anochecer y me sentí tan a gusto respirando el aire puro oriolano que miré al cielo y tomé una foto de la iglesia ubicada en la plaza contigua a la Universidad. 


martes, 25 de febrero de 2014

Deontología

Cuando comienzas a impartir por primera vez una asignatura tienes unas ideas sobre cómo abordarla que sirven para diseñar su estructura y decidir los contenidos del temario; pero la asignatura se cuece realmente y termina de elaborarse a partir del contacto con los alumnos. Es verdad que cada curso te planteas posibles retoques, pero el primer año es clave. Les cuento esto porque este año he comenzado a impartir una asignatura nueva, “Deontología en la Administración Pública”, y estoy inmerso en esa enriquecedora experiencia. 

Cada día estoy más convencido de la importancia abordar rigurosamente esta materia. Por una parte, la deontología nos exige profundizar en las relaciones entre derecho y moral, y sobre todo en la relación entre lo social y lo personal. Después vienen diferentes cuestiones, entre las que destaca el complejo fenómeno de la corrupción, que no sólo exige comprender sus causas e indagar sus posibles remedios, sino también plantearse cuál es el sentido de la vida humana con el fin de darse cuenta de la necesidad de adoptar en determinadas circunstancias decisiones difíciles que implican un riesgo personal. En esta asignatura, además de las reflexiones teóricas sobre estas cuestiones y sobre otras, me parece imprescindible fomentar en el alumno determinadas actitudes, y para ello es necesario emocionar. Por eso recurro al cine, a historias que ilustran problemas relacionados con la deontología. Está bien hablar de corrupción, pero si además ves a Kevin Costner rechazar un soborno en “Los intocables”, o a Sean Connery –el inolvidable “Mallone”- prolongar su agonía milagrosamente las explicaciones cobran una nueva dimensión. Les intento emocionar y resulta que soy yo el que termina una vez más prendado cuando veo estas obras maestras. Por cierto, he incluido una unidad sobre liderazgo (aprovechando que el Pisuerga pasa por El Cairo) en la que proyectaré “Master & Commander”. Desde luego, si logro cocer bien esta asignatura me voy a quedar muy satisfecho.

lunes, 17 de febrero de 2014

Convención y convicción

Esta semana algunos profesores hemos recibido unas clases de recursos comunicativos impartidas por Adán Rodríguez, actor y director del aula de teatro de la Universidad Miguel Hernández. Fueron cuatro horas amenas, divertidas, en las que aprendí algunos recursos que seguramente me vendrán bien. El mundo de la interpretación me fascina y no me disgustaría apuntarme al aula de teatro, pero como no tengo tiempo me conformo con ver de vez en cuando buenas películas e ir al teatro de uvas a peras. Decía Adán que el teatro es “convención” y “convicción”, una obviedad que sin embargo me ha hecho pensar. Vamos al cine o al teatro asumiendo que lo que allí veremos es una obra de ficción, una convención que se va a representar y que se nos propone que aceptemos como tal. Eso es así incluso en las obras inspiradas en hechos reales, pues también aquellas que pretenden ser absolutamente fieles a lo acontecido deben interpretar los sucesos en cuestión. Y una vez asumida la convención, los actores deben actuar con la convicción que les exige ser fieles a lo convenido hasta lograr arte dramático.

Esto de la convención y la convicción me parece bastante interesante no sólo a la hora de valorar una película o una obra de teatro, sino sobre todo porque sirve para conocer a la gente. Hay personas –yo diría que la mayoría- que disfrutan con películas de cualquier género y centran su crítica en que el guión es mediocre, las actuaciones no son creíbles, el ritmo narrativo es lento, el desenlace se ve venir desde el principio, etc. Son críticas que aceptan la “convención” y se centran en la “convicción”, es decir, en la manera en que se desarrolla la historia. Sin embargo otras me llaman la atención por su intolerancia a la “convención”. Desde el principio rechazan la propuesta y no pueden ver más allá. Poco importa que los actores sean buenos, la historia original, los diálogos divertidos o el ritmo trepidante. Se cierran en banda a la propuesta por diversas razones, en la mayoría de ocasiones morales, a veces por rigidez mental, aunque también por desilusión, un caso que a veces incluso resulta divertido. Les pondré algunos ejemplos.

Mi padre ha visto muchísimas películas y su actitud siempre ha sido muy tolerante, pero recuerdo una ocasión en que no aceptó la convención. En los años setenta se hablaba mucho de los ovnis y de los extraterrestres. El programa del Dr. Jiménez del Oso propició el interés por estos temas. De aquella época es “Encuentros en la tercera fase” (1977), de Steven Spielberg. Teniendo esta película en la retina, puede el lector imaginarse qué esperaba mi padre, que veía todas las semanas el programa de Jiménez del Oso, de “E.T. El extraterrestre” (1980), también dirigida por Spielberg. Fuimos al cine y desde luego yo lo pasé muy bien, pero recuerdo que cuando le pregunté qué le había parecido él expresó su disgusto diciendo que “açó era una película de xiquets”. Venía pensando en una propuesta completamente distinta y en lugar de adaptarse a esa bellísima historia se negó en redondo a la convención y no pudo apreciarla en absoluto.

Dejando al margen películas manifiestamente irreverentes, los moralistas cerriles no aceptan la convención cuando se les proponen historias como “Eyes wide shut”, de Stanley Kubrick, en la que todo comienza a partir de la confesión de una fantasía sexual, o “El paciente inglés”, de Anthony Minghella, en la que inevitablemente los hay incapaces de aceptar que un amor adúltero pueda protagonizar una gran historia de amor. Son dos películas que, aunque muy distintas, me encantan. La atmósfera que recrea Kubrick es embriagadora. Un halo de misterio y temor acecha al protagonista, aunque todo queda en un susto. Al margen del pasaje de Tom Cruise en la orgía que se celebra en la mansión, la entrevista posterior de Cruise en la casa del personaje interpretado por Sydney Pollack me parece genial. Le recibe con alegría, le agasaja, le invita a una copa y a jugar al billar, preliminares exquisitos para decirle que le ha pillado en la mansión. Impresionante. Y de “El paciente inglés” qué puede uno decir, pues sencillamente que es una obra maestra que merece por sí sola una entrada.

Finalmente está el caso más sorprendente, el de aquellos que se niegan por pura rigidez mental, porque no están dispuestos a aceptar aquello que les resulta extraño. Se trata de personas que ven la vida de una determinada forma y todo aquello que no se adapta a su visión, bien se trate de un drama o de una comedia, es inmediatamente recibido con desprecio o sencillamente rechazado. Pocos negarán haber pasado un buen rato con la película “Mejor imposible”, que creo que le valió el óscar a Jack Nicholson. Pues bien, alguno apenas ve el comportamiento extraño y ofensivo del personaje de Nicholson ˗un obsesivo compulsivo˗ pone cara rara y no acepta la convención. Y los ejemplos podrían multiplicarse.

Es interesante conocer a una persona yendo al cine con ella y descubriendo su grado de tolerancia a las convenciones.