martes, 24 de febrero de 2015

La eurorratonera

Nadie duda hoy de que el euro fue un caramelo envenenado para los países del sur de Europa. La cuestión es cómo salir de esta ratonera. En Grecia, Syriza ha intentado infructuosamente renegociar el pago de una deuda inasumible que aceptaron contraer a cambio del rescate. Han tratado de lograr una quita con la baza de que su caída conllevaría un riesgo de contagio. Su órdago se ha quedado en amago y los socios prestamistas exigen el cumplimiento de lo pactado. Parece claro a estas alturas que Varoufakis llevaba la camisa por fuera para bajarse mejor el pantalón... El problema simplemente se demora, porque difícilmente Grecia va a poder pagar su deuda y los intereses le van a seguir asfixiando.

España, al margen de ser una economía muchísimo más grande y saneada que la griega, ha "optado" por aplicar la receta alemana para superar la crisis: contención del déficit a través del recorte del gasto público y aumento de la presión fiscal, devaluación interna de salarios, emigración y reformas estructurales, en particular la flexibilizadora del mercado laboral. Todo ello se ha visto favorecido por medidas externas como la del programa de compra de deuda que acaba de aprobar Draghi para aligerar el peso de la deuda pública y favorecer la circulación del crédito a empresas y particulares. España está creciendo moderadamente y creando empleo, pero la desproporción entre los sacrificios y los resultados es enorme, y el hartazgo ciudadano, que se traduce en el ascenso de un partido populista como Podemos, muy considerable. España tiene más fuerza que Grecia para plantear una renegociación de su deuda pública -en su día comenté que debíamos plantearnos un órdago-, pero acertadamente el Gobierno no contempla ninguna iniciativa que ponga en duda la solvencia de España para afrontar sus compromisos.

Aunque resulte paradójico, la salida de la euroratonera por nuestros propios medios sólo puede venir a través de la austeridad, para no tener que pensar en la opción de una quiebra que nos aboque a la ruptura de la moneda única y que no descartaría en absoluto a medio plazo. El discurso habitual reclama austeridad y reformas estructurales para sanear la economía en el marco del euro. En mi opinión, se trata de estar en condiciones de poder decir adiós al euro sin pasar por el calvario que tendrían que sufrir ahora los griegos, incapaces de financiarse en los mercados. Si España fuera un país sin desequilibrios notables, salir del euro sería posible sin perder el crédito de los mercados financieros, lo mismo que Alemania podría dejar el euro sin sufrir ninguna de las consecuencias que pueden afectar a los griegos (otra cosa es que les convenga hacerlo, pues a Alemania, una economía exportadora, le interesa el euro). Y entonces surge la gran pregunta: si se superan los desequilibrios y se logra salir de la crisis, ¿para qué salir del euro? Dos razones fundamentales: para fortalecer la democracia, en tanto las políticas nacionales dejarían de estar tan condicionadas por la pertenencia a la eurozona (véase http://www.tomasdedomingo.com/2012/07/rajoy-los-espanoles-no-podemos-elegir.html), y para prevenir futuras crisis disponiendo de una moneda propia y de un banco central igual que el Reino Unido. Naturalmente que el euro proporciona ventajas, pero mientras la Unión Europea no avance hacia una Unión Política en la que realmente el bien común prime frente a los intereses nacionales, el euro es un grave riesgo para un país como el nuestro. Creo en Europa, pero el euro es un error y la única forma realista de resolverlo es salir de ahí. El problema es que los esfuerzos, los sacrificios, deberían ser todavía mayores y me temo que inasumibles. 

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