Nadie duda hoy de que el euro fue un caramelo envenenado para los países del sur de Europa. La cuestión es
cómo salir de esta ratonera. En Grecia, Syriza ha intentado infructuosamente renegociar
el pago de una deuda inasumible que aceptaron
contraer a cambio del rescate. Han tratado de lograr una quita con la baza de que su caída conllevaría un riesgo de contagio. Su
órdago se ha quedado en amago y los socios prestamistas exigen el cumplimiento
de lo pactado. Parece claro a estas alturas que Varoufakis llevaba la camisa por fuera para bajarse mejor el pantalón... El problema simplemente se demora, porque difícilmente
Grecia va a poder pagar su deuda y los intereses le van a seguir asfixiando.
España, al margen de ser una economía muchísimo más grande y saneada que la griega, ha "optado" por aplicar la receta alemana para superar
la crisis: contención del déficit a través del recorte del gasto público y
aumento de la presión fiscal, devaluación interna de salarios, emigración y reformas estructurales, en particular la flexibilizadora del mercado laboral. Todo ello se ha visto favorecido por medidas
externas como la del programa de compra de deuda que acaba de aprobar Draghi para aligerar el peso
de la deuda pública y favorecer la circulación del crédito a empresas y particulares.
España está creciendo moderadamente y creando empleo, pero la desproporción
entre los sacrificios y los resultados es enorme, y el hartazgo ciudadano, que
se traduce en el ascenso de un partido populista como Podemos, muy considerable. España tiene más fuerza que Grecia para plantear una
renegociación de su deuda pública -en su día comenté que debíamos plantearnos un órdago-, pero acertadamente el Gobierno no contempla ninguna iniciativa que ponga en duda la solvencia de España
para afrontar sus compromisos.
Aunque resulte paradójico, la
salida de la euroratonera por nuestros propios medios sólo puede venir a través de la austeridad, para no tener que pensar en la opción de una
quiebra que nos aboque a la ruptura de la moneda única y que no
descartaría en absoluto a medio plazo. El discurso habitual reclama austeridad
y reformas estructurales para sanear la economía en el marco del euro. En mi
opinión, se trata de estar en condiciones de poder decir adiós al euro sin
pasar por el calvario que tendrían que sufrir ahora los griegos, incapaces de
financiarse en los mercados. Si España fuera un país sin desequilibrios
notables, salir del euro sería posible sin perder el crédito de los mercados
financieros, lo mismo que Alemania podría dejar el euro sin sufrir ninguna de
las consecuencias que pueden afectar a los griegos (otra cosa es que les
convenga hacerlo, pues a Alemania, una economía exportadora, le interesa el
euro). Y entonces surge la gran pregunta: si se superan los desequilibrios y se
logra salir de la crisis, ¿para qué salir del euro? Dos razones
fundamentales: para fortalecer la democracia, en tanto las políticas nacionales
dejarían de estar tan condicionadas por la pertenencia a la eurozona (véase http://www.tomasdedomingo.com/2012/07/rajoy-los-espanoles-no-podemos-elegir.html), y para
prevenir futuras crisis disponiendo de una moneda propia y de un banco central
igual que el Reino Unido. Naturalmente que el euro proporciona ventajas, pero mientras
la Unión Europea no avance hacia una Unión Política en la que realmente el bien
común prime frente a los intereses nacionales, el euro es un grave riesgo para
un país como el nuestro. Creo en Europa, pero el euro es un error y la única
forma realista de resolverlo es salir de ahí. El problema es que los esfuerzos,
los sacrificios, deberían ser todavía mayores y me temo que inasumibles.
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