Comentando la reacción
del mundo musulmán a las caricaturas de Mahoma, Francisco dijo primeramente que
si alguien insulta a la madre de uno puede esperar un puñetazo. Hace poco ha
vuelto sobre el tema y, según informa Europa Press, ha afirmado que la violencia es injusta, pero “yo no puedo
insultar, provocar a una persona continuamente porque corro el peligro de que
se enfade y corro el peligro de recibir una reacción injusta. Es algo humano”.
Hay que recordar, en primer lugar, que el derecho a la libre expresión
no ampara el insulto, como ha reiterado nuestro Tribunal Constitucional. No está claro qué sea un insulto. Identificar
un insulto depende de diversos factores. Algunos son sociales y requieren indagar la interpretación habitual de una determinada expresión. Pero en última
instancia las discrepancias más radicales responden a los
diferentes valores de la gente. En las sociedades occidentales la
caricatura, la sátira, la burla ligada a un determinado acontecimiento o al comportamiento
de alguien con proyección pública no se considera insulto, sino
crítica mordaz. Claro está que el destinatario de las mismas puede recibir mal la
crítica e incluso considerarlo una provocación, pero lo más
normal es que los tribunales declaren que se está ante un ejercicio lícito del
derecho a la libre expresión.
Esta conclusión, lejos de solucionar el problema, nos lo presenta con
toda su crudeza. ¿Cómo es posible que el ejercicio lícito de un derecho
fundamental sea visto por algunos como una provocación, como un insulto y sin
duda como fuente de discordia y amenaza para la paz? Pues porque hay diferentes
valores que inspiran el ejercicio de los derechos y la recepción de dicho
ejercicio, siendo todos esos valores admitidos en el marco de una sociedad
plural. El asunto tiene una lectura muy clara: el derecho no basta para
garantizar la paz social en una sociedad plural. La doctrina social de la
Iglesia sostiene que hay cuatro valores que deben inspirar la vida social: la
verdad, la libertad, la justicia y el amor. Por tanto, dar respuesta a la
cuestión de las caricaturas o a cualquier otra desde una perspectiva
exclusivamente jurídica es un error. Cuando el Papa apela a actuar con
prudencia a la hora de ejercer la libre expresión no está justificando la
violencia, simplemente está recordando que siempre conviene ponerse en la piel
del otro y tratar de evitar ofensas gratuitas eso sí, sin renunciar a expresar
y defender la propia posición, que probablemente es lo que ha quedado
oscurecido en sus declaraciones y debería haber subrayado. Pero lo más
lamentable es que teniendo razón se ha equivocado, porque cuando la reacción
del ofendido es manifiestamente injusta y desproporcionada lo prioritario, lo
urgente e inaplazable es enfatizar dicha injusticia y no permitir que el foco de atención se ponga en la imprudencia de los caricaturistas.
1 comentario:
Voy a responder a la pregunta aparentemente retorica del ultimo parrafo. Que como es posible...? tal cual que leyendo el Coran, si reproduciera aqui las aleyas o parte de los hadices, rapidamente el lector entenderia del odio que subyace, pero a su vez ganaria puntos para que esto no se publicase, aun asi siempre se esta en la disyuntiva de poder publicarlo al coste de como minimo ser tachado de islamofobo (incluso a la integridad fisica si su difusion fuera mas amplia) o defender la libertad de expresion el cual su texto me amparaba.
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