lunes, 16 de marzo de 2015

La revitalización de la democracia española

Hace algunos años, participé en un seminario sobre la reforma del sistema electoral español. Entonces pensaba que a España le convenía un panorama político en el que los partidos minoritarios de ámbito nacional tuvieran mayor peso, y así evitar que la gobernabilidad pudiera depender de los partidos nacionalistas. Creía, además, que superar el bipartidismo era imprescindible para revitalizar la democracia española, y ligaba ese objetivo a la reforma del sistema electoral.

El PP se ha mostrado contrario a introducir cambios en este terreno, al tiempo que viene incidiendo en los beneficios del bipartidismo por la estabilidad que proporciona. En buena medida es cierto, pero no me parece que el ascenso de nuevas formaciones vaya a suponer la ingobernabilidad del país. Si se confirma lo que apuntan las encuestas habrá que innovar políticamente, que es justo lo que necesitamos. Que opciones políticas como Podemos puedan parecernos peligrosas entra dentro de la riqueza inherente al pluralismo político que nuestra Constitución proclama como valor superior del ordenamiento. Es bueno que haya un partido como Podemos, que se debatan sus propuestas, que se realice un esfuerzo por desenmascarar sus argumentos y se les arrincone dialécticamente cuando, por ejemplo, no saben disimular sus simpatías hacia el chavismo venezolano.

Hoy da la impresión de que la reforma electoral no era necesaria para lograr la revitalización de nuestra democracia, aunque habrá que estar atento a la proporción entre votos y escaños en las elecciones generales. Los electores han dejado de atender a las apelaciones al voto útil. Parece que ya no creen, o dicha creencia ha perdido vigor, que votar a partidos minoritarios sea desperdiciar su voto. El resultado es que nuestra democracia se ha revitalizado. Entramos en una dinámica en la que los partidos van a tener que esforzarse por presentar programas atractivos y por elegir muy bien a sus candidatos. Estamos de enhorabuena.

sábado, 14 de marzo de 2015

Iglesias se está pasando de frenada

Si cuando la masa ruge esperando al orador para lanzar sus iras sobre él este logra que le dejen hablar, goza de una extraordinaria oportunidad para tornar las lanzas en cañas. De igual manera, la predisposición incondicional al elogio es fácil que desemboque en decepción. Otra característica de las masas, que como su nombre indica tienen en su comportamiento muchas propiedades relacionadas con la física, es que pueden hacer caer al que aúpan con una fuerza proporcional a la que le llevó a la cumbre. 

Dicen las encuestas que Podemos se estanca e incluso pierde fuelle. No me extraña en absoluto. Ahí tienen a Pablo Iglesias. Al principio deslumbraba con su retórica anticasta y ahora cada vez que sale pontificando con su voz de locutor entrenado empieza a resultar desagradable. Si hay algo que en España molesta sobremanera es ir de chulito y últimamente a este hombre lo veo con una arrogancia desmedida. No se le ocurre otra cosa después del debate sobre el estado de la nación que presentarse como líder de la oposición. Ahora rechaza debatir con Albert Rivera, como si fuera líder de un partido con mayoría parlamentaria. Le convendría no olvidar las leyes que rigen el comportamiento de las masas que le han llevado a despuntar en las encuestas. Repito, en las encuestas. Un líderazgo popular debe asentarse en una dignidad lograda a base de convicciones auténticas defendidas con energía y humildad sin apocamiento. 

jueves, 5 de marzo de 2015

Podemos y Ciudadanos

El ascenso de Podemos y Ciudadanos demuestra que la democracia española goza de buena salud. Es verdad que hay muchas cosas que mejorar, pero más importante que acertar con la solución que demanda cada problema es comprobar que se abren paso formaciones capaces de conectar con las preocupaciones de los ciudadanos. Si observáramos la política como un mercado en el que los partidos venden y los ciudadanos compran, no es difícil identificar los “productos” políticos que ofrecen estas formaciones y las razones de su buena acogida por parte de los “clientes”.

El éxito de Podemos se basa en destacar que la crisis ha demostrado que la división ideológica entre izquierda y derecha se ha difuminado. Tanto el PSOE como el PP tuvieron que realizar una política de recorte del gasto que vino condicionada por Bruselas y, sobre todo, por Berlín. El PSOE redujo el gasto social mientras que el PP ha subido los impuestos, medidas contrarias a sus planteamientos ideológicos. En Francia, Hollande clamaba contra la austeridad, pero Valls pronto tuvo que adoptar medidas para disminuir el gasto público y controlar el déficit. Las clases más humildes han padecido intensamente los efectos de estas medidas y han observado atónitas como al mismo tiempo que se deterioraba la sanidad y la educación pública aparecían noticias sobre los excesos cometidos por consejeros de bancos y por políticos corruptos. Podemos está trasladando a los ciudadanos el mensaje de que el problema no está en debatir si es mejor una política de izquierdas o de derechas, sino que urge recuperar la democracia y acabar con la oligarquía, con el gobierno oculto de unas élites políticas y económicas que siempre resultan beneficiadas. La idea funciona, vende, porque en buena medida responde a la realidad. Otra cosa es que luego las alternativas de gobierno que plantean sirvan para resolver los problemas.

Por su parte, Ciudadanos ha materializado una idea de renovación democrática desde los pilares del régimen del 78 que comparte con UPyD. Los nacionalismos periféricos han minado la igualdad entre los españoles y para revertir esta situación proponen reestructurar el Estado, recuperar competencias para la administración central y acabar con el mercadeo competencial que permite el art. 150.2 CE, suprimir instituciones ineficaces y/o redundantes, mejorar la representatividad del sistema electoral y luchar eficazmente contra la corrupción. Son problemas que tanto el PSOE como el PP no han sabido resolver. El PSOE es incapaz de ofrecer un proyecto nacional creíble, y tanto el PP como el PSOE están salpicados por graves escándalos de corrupción y no han planteado la batalla ideológica a los nacionalismos periféricos, sino que durante mucho tiempo se plegaron a sus exigencias. Ciudadanos y UPyD carecen de complejos en este terreno y ello explica su ascenso, sobre todo el de Ciudadanos por la razón que seguidamente mencionaré.

Se trata de “productos” políticos atractivos, pero además su éxito se explica porque están siendo puestos en el mercado por dos líderes pertenecientes a una nueva generación emergente de españoles nacidos entre 1976 y 1991, Pablo Iglesias y Albert Rivera. Al margen de los errores cometidos por UPyD, Rosa Díez no representa un liderazgo ilusionante y Albert Rivera la está engulliendo políticamente. Creo que Ciudadanos seguirá creciendo, porque sus propuestas son mucho más realistas que las de Podemos, y estos se estancarán o van a retroceder por varias razones. El fiasco de Syriza les ha dejado en evidencia. Sus líderes se están pasando de frenada y ofrecen una imagen de soberbia que empieza a generar rechazo en el electorado. No han sabido resolver el escándalo de Monedero, que pone en entredicho que no sean parte de la oligarquía que dicen combatir. Finalmente, su crítica al régimen del 78, que goza de un respaldo mucho mayor del que piensan, y en el marco del cual se ha producido su ascenso, supone un grave error de cálculo que pagarán caro.