miércoles, 22 de abril de 2015

La muerte del profesor

He leído que la Consellera de Educació de la Generalitat de Catalunya ha declarado, con relación al suceso del instituto Joan Fuster, que ha muerto un profesor, pero que la gran víctima es el niño que le mató. No salgo de mi asombro. Es lamentable que el niño actuara así por razón de una enfermedad, y hay que adoptar las medidas necesarias para ayudarle, pero no dejo de pensar en el profesor muerto y en su familia, sobre todo después de ver la foto en la que su cadáver es sacado del edificio metido en una bolsa de plástico sujetado por trozos de cinta aislante. Miro la foto y por las formas imagino dónde están los pies y la cabeza que entraron vivos ese día sin sospechar que todo acabaría así. Dicen que llevaba dos semanas trabajando en el Instituto, realizando una sustitución. De la manera más insospechada llega “el día señalado”, como dice la letra de la canción “Morir todavía”, de Héroes del Silencio. Lo mismo que les pasó a los pasajeros de vuelo a Düsseldorf. El profesor es la gran víctima, el hombre al que se le fue la vida cuando entró por esa puerta del aula al oír los gritos y recibió una puñalada mortal en el pecho. Imagino ese segundo en el que llegas a saber que todas tus ilusiones y proyectos se van y, quizá, solo te da tiempo para un último pensamiento de sorpresa en el que no comprendes cómo es posible que te pase eso cuando no era el momento. Entonces te das cuesta de lo frágil que es la vida, del regalo que significa estar vivo y que tu corazón siga latiendo. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cierto, la víctima es el profesor, del niño en cuestión se sabe buen poco ¿brote psicótico ? Puede ser, pero primero habrá que hacer una evaluación psiquiátrica para poder diagnosticar. Lo que está claro es que la maldad no tiene edad, es desconcertante, sí, a un asesino no lo asociamos con la imagen de un niño pero lamentablemente a veces ocurren este tipo de desgracias ¿Evitables? Pienso que si, es cuestión de ver las señales, esas señales que indican que algo no funciona bien. Un saludo Don Tomás.

Ángela Martínez Carrillo dijo...

Coincido plenamente con su planteamiento y opinión, profesor de Domingo. Solamente (¿solamente?) hay una VÍCTIMA. Y así, en mayúscula: el profesor tristemente asesinado. Es un hecho absolutamente trágico y que nos hace plantearnos muchísimas cosas en la vida...vida que, por desgracia, nos puede ser arrancada en cualquier momento. Y en un momento. Qué PENA el ser consciente durante unos escasos y paradójicamente interminables segundos que todos tus sueños, tus ilusiones, tus proyectos, tu familia, tus amigos, tu vida...se esfuma. Te la arrebatan...
El verdugo (sí, lo siento mucho pero así lo considero) JAMÁS PUEDE SER LA VÍCTIMA. Un país, una nación que así lo considere a nivel social está adoptando una peligrosísima postura de equiparación del bien y del mal, de equilibrio absurdo e inmoral entre bienhechor y malhechor. Entiendo que un acto MALO está mal, lo comenta quien lo cometa. Y, como digo, me parece peligroso que una parte importante de la sociedad adopte esa postura de bonanza INJUSTIFICADA con el asesino.
De algún modo, esto enlazaría con un asunto que a mí me genera algunas luces...pero también muchísimas sombras: la ley del menor. No pretendo generar polémica en absoluto, pero es una ley que me resulta, en no pocas ocasiones, muy polémica. Como estudiante de primer curso de grado de Derecho semipresencial, me queda todo el camino por recorrer y aprender. Pero, desde el punto de vista del ciudadano de a pie, pienso que no se entiende demasiado bien que se proteja en exceso a los asesinos o delincuentes “solamente” por el hecho de ser menores de edad. Una persona con catorce o quince años sabe muy bien que está matando. Por favor, no queramos o pretendamos poner paños calientes. El objetivo que, supongo, persigue esa ley es o debería perseguir esta ley sería el proteger a los menores de las agresiones, preservar sus derechos fundamentales... Pero de ahí, a colocarlos como las víctimas de sus actos delictivos...creo que es injustificable.
Lo más preciado que tenemos es la vida, la cual considero un MILAGRO, y quien acabe con la vida de alguien está cometiendo un acto de máxima gravedad, tenga quince o setenta años