Creía que uno de los principales problemas de la política española radicaba en que, a falta de mayorías absolutas, la llave de la gobernabilidad caía en manos de partidos nacionalistas que condicionaban su apoyo al logro de ventajas para su comunidad. Para acabar con ello me parecía imprescindible superar el bipartidismo contando con partidos minoritarios de ámbito nacional. Eso sucedió. Ya están aquí Podemos y Ciudadanos, pero todo sigue igual, porque los de Rivera asisten impasibles al mercadeo del gobierno de Rajoy con el PNV que redunda en un trato claramente discriminatorio para regiones como la valenciana. Esto ha generado malestar y conflictos internos entre algunos diputados autonómicos valencianos de Ciudadanos y la dirección nacional, pero el apoyo a los presupuestos está garantizado y la discriminación de cinco millones de valencianos se perpetua. Parece que o rescatamos la idea un partido regionalista fuerte, leal con el conjunto de España, pero firme en la defensa de un trato justo, o no hay esperanza para mejorar la situación de la Comunidad Valenciana.
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