En la página web del Ministerio del Interior se identifican así los delitos de odio http://www.interior.gob.es/web/servicios-al-ciudadano/delitos-de-odio/que-es-un-delito-de-odio::
"(A) Cualquier infracción penal,
incluyendo infracciones contra las personas o las propiedades, donde la
víctima, el local o el objetivo de la infracción se elija por su, real o
percibida, conexión, simpatía, filiación, apoyo o pertenencia a un grupo como
los definidos en la parte B;
(B) Un grupo debe estar basado en una
característica común de sus miembros, como su raza real o perceptiva, el
origen nacional o étnico, el lenguaje, el color, la religión, el sexo, la
edad, la discapacidad intelectual o física, la orientación sexual u otro factor
similar." (OSCE, 2003)
Cuando se agrede a un
anciano aprovechando se debilidad física, el delincuente se fija en él en función
de su condición de anciano. ¿Su pertenencia a un grupo vulnerable convierte la
agresión en un delito de odio? Quizá no, pero seguramente habrá quien argumente
que sí para incidir en la gravedad del daño causado. Con este sencillo ejemplo quiero
mostrar que los delitos de odio pueden extenderse desmesuradamente. Con ellos
se trata de proteger mejor a colectivos vulnerables o expuestos en mayor medida
a la discriminación, pero una caracterización tan amplia no parece razonable.
Un porcentaje altísimo de delitos podrían ser considerados delitos de odio y
así se llegaría a la conclusión de que nuestra sociedad está enferma. Esto es
un error, y tan solo es uno de los problemas que plantean los delitos de odio.
Otro de ellos, fundamental, es que los delitos de odio han introducido graves
restricciones al derecho a la libre expresión. Piénsese, por ejemplo, en toda
la polémica generada con las agresiones homófobas. En mi opinión, no existe una
animadversión generalizada hacia el colectivo homosexual. Es más, creo que
nunca este colectivo había tenido la aceptación que hoy tiene en España. ¿Les
parece que una opinión como la que acabo de expresar está amparada por el
derecho a la libre expresión? Yo pienso que sí. Sin embargo, el art. 510.2
letra a) del Código Penal establece lo siguiente:
“a) Quienes lesionen la
dignidad de las personas mediante acciones que entrañen humillación,
menosprecio o descrédito de alguno de los grupos a que se refiere el apartado
anterior, o de una parte de los mismos, o de cualquier persona determinada por
razón de su pertenencia a ellos por motivos racistas, antisemitas u otros
referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la
pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su
sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o
discapacidad, o produzcan, elaboren, posean con la finalidad de distribuir,
faciliten a terceras personas el acceso, distribuyan, difundan o vendan
escritos o cualquier otra clase de material o soportes que por su contenido
sean idóneos para lesionar la dignidad de las personas por representar una
grave humillación, menosprecio o descrédito de alguno de los grupos
mencionados, de una parte de ellos, o de cualquier persona determinada por
razón de su pertenencia a los mismos”.
Este artículo
considera delictiva una acción que contribuya al “descrédito” de alguno de los
colectivos que se consideran vulnerables como, por ejemplo, minorías raciales,
religiosas o el colectivo LGTBI. Quizá alguien pudiera pensar que afirmar que
no están tan amenazados como en el pasado contribuye a su descrédito y este
post podría pasar como “homófobo”. Es posible que esté exagerando, pero hay una
cosa que no debe olvidarse: cuando la sociedad empieza a tener la piel tan fina
que se ofende ante cualquier expresión, puede llegar un momento en que muchas
personas prefieran guardar silencio y no complicarse la vida antes que expresar
una opinión políticamente incorrecta. Recuerdo el caso de Javier Nart en el programa
“Todo es mentira”. Aunque también criticaba la situación vivida por la
vicepresidenta del parlamento balear al ser perseguida por un hombre mientras hacía el camino de Santiago, quiso decir que la prudencia aconseja a
tener cuidado de por dónde se va. La presentadora, Marta Flich, prácticamente le impidió hablar y
él abandonó el programa. Quizá yo debería ahorrarme este post. No lo hago, pero
el hecho de que lo haya pensado ya es indicativo de que tenemos un problema. Se
está yendo demasiado lejos con los delitos de odio. Hay una amenaza real para
el derecho a la libre expresión en nuestra sociedad.
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