Los tratados que han dado origen a la Unión Europea no contemplan que un Estado miembro, una vez incorporado a la Unión Europea, pueda ser expulsado. La salida sólo puede producirse a instancias del propio Estado, como sucedió con el Reino Unido. A la vista de la tibia reacción de Hungría con relación a Rusia, es evidente que tenemos un grave problema. Para que la Unión Europea pueda desempeñar un papel relevante en el mundo es fundamental la cohesión interna. Son conocidas las disputas en los Consejos europeos, pero una cosa es la discrepancia a partir del acuerdo en lo esencial y otra muy distinta que un Estado se convierta en una quinta columna que genere discordia en la Unión. Si eso sucede, y con el ascenso de algunos partidos populistas puede suceder, la Unión Europea debería contar con mecanismos de expulsión, ya que de lo contrario corre el riesgo de desintegrarse como fruto de esa discordia interna.
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