viernes, 10 de noviembre de 2023

Ataque frontal a la democracia y a la nación

Antonio García-Trevijano se pasó media vida defendiendo que en España la Transición no trajo la democracia, sino un régimen parlamentario de partidos estatales que presentan listas que los ciudadanos legitiman con su voto. Según él, eso no es una verdadera representación, porque los ciudadanos no eligen a sus representantes, sino que se limitan a dar su aprobación a unas listas de personas que eligen los partidos y que, por tanto, responden y actúan según los dictados del partido ignorando por completo a los ciudadanos que, en teoría, representan. Sostenía Trevijano que la democracia requiere mecanismos que garanticen la representación política y separación de poderes. Sin representación y sin una auténtica separación de poderes era evidente, en su opinión, que España no es una democracia (la prolongación del ejecutivo en el legislativo es patente), aunque pudiera parecerlo por la existencia de un régimen parlamentario y de libertades públicas.

Podría debatirse si no es exagerado negar que en España el pueblo no está representado por los parlamentarios electos, pero es indudable que sin separación de poderes no hay auténtica democracia, que es lo que ayer sostuvo Díaz Ayuso con toda la razón. Resulta esencial que el poder judicial sea independiente, y con él también es clave preservar la independencia del Tribunal Constitucional. El acuerdo entre el PSOE y Junts de ayer es gravísimo por muchas razones, pero quizá la principal sea la amenaza que representa a la independencia del poder judicial. Por una parte, la ley de amnistía deja patente que el parlamento puede consagrar la impunidad de algunos ciudadanos sustrayéndolos a la acción de la justicia. Pero, si ello no era por sí mismo suficientemente grave, la apertura a examinar si ha existido una utilización de la justicia con intencionalidad política supone permitir que el legislativo fiscalice la actuación de los jueces al margen de los tribunales: un ataque directo a la independencia de los jueces y por ende a la democracia. Por eso les venía advirtiendo de que se estaba gestando una dictadura parlamentaria. La existencia de libertades públicas sólo representa una garantía para los ciudadanos si hay jueces independientes y si es independiente el Tribunal Constitucional.

El acuerdo entre el PSOE y Junts es, sin ningún género de dudas, un ataque directo a la democracia como forma de gobierno y, al mismo tiempo, una agresión a la nación española como proyecto de convivencia fundado en la unidad e igualdad entre españoles y del que, quizá, nos podíamos sentir orgullosos. ¿Qué orgullo podemos sentir si se admite que el independentismo ha sido injustamente perseguido por sus ideas? ¿Qué nación puede sostenerse sobre el privilegio de unas regiones frente a otras ahora que también Cataluña va a recaudar sus tributos en la línea del cupo vasco? ¿Cómo España puede admitir que en las decisiones sobre su organización política intervenga un “mediador” internacional? La humillación a la nación y el ataque a la democracia que ha consumado ayer el PSOE serán recordados. El tirano desea a toda costa asegurarse la investidura para luego cambiar el registro y utilizar otro lenguaje, es decir, aspira a devolverle el golpe a Puigdemont, a zafarse de lo firmado aguantando en el poder como sea, ya saben “manual de resistencia”. Todo esto lo logrará durante un tiempo, el que le permita la reacción ciudadana apoyada por la acción de las instituciones con el Rey a la cabeza, si es consciente de la gravedad de lo que está sucediendo y se anima a liderar la resistencia como cabeza de la nación.

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