martes, 29 de diciembre de 2009

Respeto a la ley y equidad

El comentario de Franki (agradezco la felicitación y a su vez felicito el año, ya que la Navidad ha pasado) al post de la sentencia de la señora Carrascosa hace referencia a una cuestión que merece atención. Acertadamente se destaca en el comentario como digno de encomio que en EE.UU las leyes se cumplen, y yo comparto absolutamente esta opinión. Hace pocos meses escribí sobre la importancia que tiene hacer cumplir las sentencias en el post “Sentencias incumplidas, ciudadanos desamparados”. Lo mismo digo con relación al cumplimiento de las leyes: muchos problemas surgen no por falta de una legislación adecuada, sino por la pertinaz falta de voluntad de las correspondientes instituciones para darles cumplimiento.

Dicho esto, quisiera reflexionar brevemente sobre el respeto a la ley y la importancia de la equidad. Lo primero que hay que decir es que no es acertado identificar el derecho con la ley, en contra de lo que habitualmente piensa mucha gente –juristas incluidos-. La ley es un instrumento -sin duda de extraordinaria importancia- al servicio del derecho (lamentablemente no puedo extenderme sobre esta cuestión en este blog). Hecha esta precisión, hay que decir que mediante la ley el legislador trata de regular situaciones con el fin de ordenar correctamente la convivencia social, pero la ley siempre llega tarde, es decir, la realidad puede presentar matices que el legislador no supo o no pudo prever. Esta circunstancia es de especial importancia porque permite comprender por qué en algunos casos la aplicación estricta de una ley puede acarrear una grave injusticia. La equidad supone una desviación de la ley, motivada por razones de justicia, con el fin de dar respuesta a esas peculiaridades del caso concreto que le ley no ha contemplado correctamente. Nuestro Código Civil establece en su art. 3.2 que “la equidad habrá de ponderarse en la aplicación de las normas, si bien las resoluciones de los Tribunales sólo podrán descansar de manera exclusiva en ella cuando la ley expresamente lo permita”. Supongo que a algún lector le inquietará esta irrupción de la equidad. ¿Cuándo estamos ante una desviación de la ley o ante su clara y flagrante vulneración? ¿En qué casos es pertinente que se produzca esa desviación? En este terreno no hay certezas. Hay que atender a cada caso, estudiar la argumentación del juez y valorarla críticamente.

Al margen de los problemas que presenta la propia institución de la equidad, lo que a mi juicio dificulta su puesta en práctica de una manera natural es el progresivo desprestigio de la administración de justicia. Si los ciudadanos tienen la sensación de que la justicia actúa siguiendo criterios políticos o favoreciendo a los poderosos, es lógico que demanden una aplicación estricta e implacable de la ley, pues pueden pensar que la equidad en realidad camufle ventajas para algunos. Ahí quería llegar: hay que ser capaz de conjugar tomarse en serio las leyes, evitar que en modo alguno se piense que nadie está por encima de ellas, con el necesario respeto a la justicia que demanda cada caso concreto y que requiere el indispensable juego de la equidad. Para lograr este objetivo es capital dignificar las instituciones relacionadas con la administración de justicia, algo en lo que España lastimosamente también ha fracasado después de más de treinta años de democracia.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

La injusticia se ceba con María José Carrascosa

Aunque no puedo decir que me sorprenda, estoy escandalizado con la condena a 14 años de prisión que se le ha impuesto en Estados Unidos a María José Carrascosa, la valenciana que tras separarse de su esposo norteamericano se trajo a España de manera irregular a su hija. Posteriormente, siguiendo los dictados de la justicia estadounidense, regresó allí, huyó de la justicia, fue detenida y ahora condenada. No pretendo justificar su conducta. Simplemente me parece completamente desproporcionada esa pena, y me parecen fuera de lugar los comentarios del juez al comunicarle la sentencia, y la imagen esposada que se ha difundido en algunos medios, como si fuera una criminal peligrosa. De cumplirse, es prácticamente el tiempo de condena que se cumple en España por un homicidio. Mientras la justicia de ese país ofrezca estas aberrantes muestras de falta de racionalidad, Estados Unidos no podrá formar parte de las naciones más civilizadas del mundo.

El dilema de España

Los seres humanos muchas veces solemos justificar nuestros fracasos culpando de ellos a otros o a las circunstancias. También sucede lo mismo en el caso de las naciones, y en España de una manera singular. Está extendida la opinión de que España se vio envuelta en una serie de calamidades que la rezagaron con relación a las naciones más desarrolladas de Europa: tras la Guerra Civil padecimos una dictadura que nos lastró, y con la llegada de la democracia y la incorporación a las instituciones europeas íbamos a recuperar el terreno perdido. Pero, al margen de que dicha creencia dista bastante de la verdad, llega un momento en que a las personas y también a las naciones se les acaban las excusas. Eso está sucediendo en estos momentos con España. Hace más de treinta años que murió Franco y llevamos más de veinte años en la Unión Europea. No hay excusa que justifique muchos de los problemas que en España siguen sin resolverse. Y no me refiero a la crisis económica, sino a cuestiones más elementales como, por ejemplo, la educación, el pilar sobre el que se asienta el futuro de cualquier sociedad. No sólo no hemos sido capaces de mejorar la educación en estos treinta y cinco años, sino que el desastre es completo. Sin paliativos. Y así podría continuar citando ejemplos.

Hace tiempo que vengo comentando que estamos en una nueva fase política que demanda renunciar a los esquemas característicos de los últimos treinta años. Nuestra democracia se halla en una crisis profunda porque podemos contemplar el pasado reciente con cierta perspectiva y es innegable la constatación de grandes fracasos imposibles de imputar a otros o a las circunstancias. Aquellos que pensaban que la propia dinámica de la democracia acabaría con nuestros problemas se equivocaban y ahora observan desencantados la realidad. Por ello no hay más remedio –lo cual por cierto es muy positivo- de asumir la responsabilidad de decidir colectivamente nuestro futuro, de repensar España planteando nuevas metas, nuevos objetivos. No hay más excusas: o se opta por la solución del avestruz convirtiendo en rutina nuestras miserias, o interpretamos la realidad presente con creatividad, patriotismo y altura de miras.

domingo, 20 de diciembre de 2009

No hay esperanza con Rajoy

Hace unos meses, en el marco de una polémica entre varias comunidades autónomas, Rajoy explicó a los españoles cómo debían resolverse este tipo de problemas. Según el barbicano opositor a presidente del gobierno, en estos casos los presidentes autonómicos deben ocuparse de defender los intereses de sus respectivas comunidades autónomas, y es el presidente del gobierno quien debe velar por los intereses generales. Se me cayó el alma a los pies cuando lo escuché por primera vez; a la segunda, me di cuenta de que no hay esperanza para España en el PP. A lo mejor los estrategas políticos consideran que es una respuesta inteligente, ya que evita posicionarse en contra de alguno de sus barones y descarga en Zapatero toda la responsabilidad; pero denota una visión confederal de España que firmarían gustosamente los nacionalistas. Parece que para Rajoy las disputas entre comunidades autónomas son equiparables a las negociaciones que se llevan a cabo en la Unión Europea, o a una disputa judicial en la que cada parte sólo se ocupa de la defensa de sus intereses y es el juez el único que debe actuar siguiendo criterios de justicia y, por tanto, de imparcialidad.

Comprendo que el presidente de Murcia, por ejemplo, se preocupe por las cuestiones que afectan directamente a su región. Sucede, sin embargo, que una nación se caracteriza por ser un proyecto compartido en aras al logro del bien común. Eso afecta al núcleo mismo del concepto de “interés” en una nación. En efecto, una cosa es defender tus intereses en una negociación entre extraños, y otra muy distinta es no comprender que es conceptualmente imposible en el marco de la vida nacional que exista un interés particular fundado en el sacrificio de tus compatriotas. Con otras palabras, jamás puede ser bueno para Valencia contar con recursos hídricos si ello supone la ruina para Cataluña y/o para Castilla-La Mancha. Los presidentes de todas las comunidades autónomas deben ser españoles ante todo, y eso significa que tienen la obligación de determinar los intereses de sus respectivas comunidades desde una búsqueda compartida del bien común. Ignorar esto y solventar la papeleta apelando a una visión particularista demuestra la miope visión de España del barbicano opositor.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Hacia la prohibición de los toros en Cataluña

Me sorprendería que los nacionalistas catalanes, con la excusa de impedir el maltrato a los animales, desaprovecharan la oportunidad de acabar con uno de los principales símbolos de España. Creo, pues, que la fiesta nacional tiene sus días contados en Cataluña. Y nuevamente les digo lo mismo que con los referéndums: no me preocupa lo más mínimo. Allá se las apañen los catalanes si desean profundizar en su decadencia cultural prohibiendo una manifestación artística extraordinaria, única en el mundo. A lo que hay que añadir los perjuicios económicos que acarrearía su prohibición. ¿Maltrato animal? Si yo pudiera elegir en qué animal reencarnarme probablemente elegiría ser un toro bravo. Esta sensiblería hacia el sufrimiento del toro en la lidia resulta ridícula a la vista de tantos y tantos ejemplos no de maltrato, sino de crueldad con los animales que sí deberían prohibirse.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Vergonzosa campaña de La Sexta y Wyoming contra Hermann Tertsch

Estoy realmente atónito ante la vileza de la campaña de La Sexta contra Hermann Tersch, que he podido conocer a través de You Tube. No sólo es que Wyoming lo criticara cobardemente manipulando sus palabras, y digo cobardemente porque es de cobardes atacar a alguien con la excusa de que se trata de un programa de humor, sino que se mofan abiertamente de la agresión brutal sufrida por Tersch. Jamás había visto algo así en una televisión española. Debería actuarse inmediatamente contra los responsables de esa cadena, al margen de la condena moral de los protagonistas de esos programas y de los asistentes en calidad de público que les ríen las supuestas gracias.

Observen la malintencionada manipulación de Wyoming con ocasión de las palabras de Tersch en: http://www.youtube.com/watch?v=BFh8s8UySkw . ¿Qué fácil es criticar con la excusa del humor, eh Wyoming? Sencillamente vergonzoso.

Y atención a estas viles mofas de la agresión:

http://www.youtube.com/watch?v=tRPeItzhOss

http://www.youtube.com/watch?v=1qfXxBqRbQM

lunes, 14 de diciembre de 2009

¿El franquismo totalitario?

La Real Academia Española está estudiando si define el comunismo como un movimiento totalitario. Que lo es está fuera de duda, otra cosa es que su inclusión en la definición sea relevante. Pero lo que me ha llamado la atención es que el “franquismo” sí que esté relacionado con el totalitarismo. Concretamente el diccionario lo define así: “Movimiento político y social de tendencia totalitaria, iniciado en España durante la Guerra Civil de 1936-1939, en torno al general Franco, y desarrollado durante los años que ocupó la jefatura del Estado”. No se habla claramente de régimen totalitario, sino de “tendencia totalitaria”. ¿Y qué es el totalitarismo? Según la Real Academia, aquel “régimen político que ejerce fuerte intervención en todos los órdenes de la vida nacional, concentrando la totalidad de los poderes estatales en manos de un grupo o partido que no permite la actuación de otros partidos”. De la definición yo destacaría como rasgo esencial del totalitarismo la primera parte, no la segunda, aunque es claro que para ese férreo control de la sociedad es necesario dominar los resortes del poder, lo cual es propio de las dictaduras. Si el franquismo tuvo una tendencia totalitaria en sus comienzos, pronto desapareció. Es cierto que reinaba una absoluta falta de libertad política, pero el franquismo permitió un ámbito notable de libertad en el terreno cultural. Quien desee mayor concreción sólo tiene que leer el artículo “la vegetación del páramo”, en el que Julián Marías refuta el tópico de que durante el franquismo España fue un páramo cultural. Absolutamente falso e incompatible con todo intento de presentar el franquismo como un régimen totalitario.