Uno de mis cantantes favoritos es Miguel Bosé. Desde que comenzó allá por 1977 demostró su talento artístico y también su inteligencia, porque hay que ser muy inteligente para ser capaz de evolucionar artísticamente, mejorar tus capacidades, rodearte de excelentes profesionales y encontrar siempre un nicho de mercado. Canta bien, y sobre todo tiene una voz con mucha personalidad. Es un gran bailarín y domina el escenario en todo momento durante sus conciertos (he tenido ocasión de verle dos veces en directo). Finalmente, destacaría también su faceta de compositor. No compone todas sus canciones, pero siempre participa en un buen número de ellas.
A principios de los ochenta temas como “Bravo muchachos” tenían mucho éxito, pero él fue capaz de dar un giro a su carrera –cosa que por ejemplo no supieron hacer gente como Los Pecos- y triunfar con “Amante bandido”, un álbum que rompía con el Miguel Bosé ídolo de quinceañeras que hasta entonces habíamos conocido. A partir de ese momento todos sus discos han tenido un sello personal. Me gusta especialmente “Salamandra”, que incluye excelentes canciones como “Cuando el tiempo quema” o “Amazonas”, además de la famosa “Nena”. Bueno es también el álbum “Los chicos no lloran” que incluye otro clásico, “Bambú”, además de “Manos vacías”, interpretada junto a Rafa Sánchez de La Unión. Mención aparte merece “Bajo el signo de caín”, que fue el disco que protagonizó el primer concierto de Miguel Bosé al que asistí. Nuevamente supuso un estilo diferente. Últimamente ha triunfado con “Sereno” y la sorprendente “Velvetina”, que incluye una canción extraordinaria como “Aún más”.
La faceta pública de Miguel Bosé no me interesa demasiado. No comparto sus ideas políticas –fue uno de los artistas que apoyó públicamente a Zetapé en las últimas elecciones-, pero me parece muy bien que exprese su opinión y defienda sus ideas, al igual que los denostados “titiriteros”. ¿Que lo hacen por interés? Me da igual. Por lo menos son capaces de movilizarse públicamente. Ya quisiera yo que muchos intelectuales hicieran lo mismo.
A principios de los ochenta temas como “Bravo muchachos” tenían mucho éxito, pero él fue capaz de dar un giro a su carrera –cosa que por ejemplo no supieron hacer gente como Los Pecos- y triunfar con “Amante bandido”, un álbum que rompía con el Miguel Bosé ídolo de quinceañeras que hasta entonces habíamos conocido. A partir de ese momento todos sus discos han tenido un sello personal. Me gusta especialmente “Salamandra”, que incluye excelentes canciones como “Cuando el tiempo quema” o “Amazonas”, además de la famosa “Nena”. Bueno es también el álbum “Los chicos no lloran” que incluye otro clásico, “Bambú”, además de “Manos vacías”, interpretada junto a Rafa Sánchez de La Unión. Mención aparte merece “Bajo el signo de caín”, que fue el disco que protagonizó el primer concierto de Miguel Bosé al que asistí. Nuevamente supuso un estilo diferente. Últimamente ha triunfado con “Sereno” y la sorprendente “Velvetina”, que incluye una canción extraordinaria como “Aún más”.
La faceta pública de Miguel Bosé no me interesa demasiado. No comparto sus ideas políticas –fue uno de los artistas que apoyó públicamente a Zetapé en las últimas elecciones-, pero me parece muy bien que exprese su opinión y defienda sus ideas, al igual que los denostados “titiriteros”. ¿Que lo hacen por interés? Me da igual. Por lo menos son capaces de movilizarse públicamente. Ya quisiera yo que muchos intelectuales hicieran lo mismo.