domingo, 15 de julio de 2007

Bicicletas eléctricas

Tengo la impresión de que la gente observa los problemas medioambientales como si se tratara de algo que lamenta, pero que no está en sus manos evitar. Simplemente se espera, como quien espera llover, que llegue ese momento en que la tecnología nos permita vivir con las comodidades actuales sin causar daños al medioambiente. Hasta que llegue ese momento, en España son pocos los que modifican sus hábitos para contaminar menos.

Lo curioso es que la tecnología actual ha puesto a nuestra disposición verdaderas alternativas al problema de la contaminación y del tráfico en nuestras ciudades. Por ejemplo, hoy existen bicicletas eléctricas muy económicas que permiten circular por las ciudades con suficiente autonomía. No es que simplemente existan, sino que cualquiera de ustedes las puede comprar por un módico precio. Desconozco si las baterías de estos vehículos son muy contaminantes, pero es evidente que no desprenden dióxido de carbono, y, además, son mucho más silenciosas que coches y motos. ¿A qué esperan nuestros políticos, si verdaderamente están comprometidos con la defensa del medioambiente y con la solución de los problemas de circulación, para fomentar este tipo de vehículos? ¿A qué esperamos nosotros para exigirles con nuestra iniciativa que remedien su pasividad?

Los ciudadanos no nos tomamos en serio la protección del medioambiente. No hay más que ver la cantidad de papeles, bolsas y desperdicios de todo tipo que decoran nuestras ciudades valencianas. Es verdaderamente indignante la falta de civismo, y nuestros políticos no son más que el reflejo de una ciudadanía que por lo general parece pensar que todo lo arreglan los demás.

Mi trabajo se encuentra a poco más de dos kilómetros de mi domicilio. Podría ir andando, y últimamente así lo hago, pero recorrer cuatro veces la distancia puede resultar un poco pesado. Por eso, cojo mi patinete eléctrico y aprovecho los vestigios de lo que en su día se presentaba como un mísero carril bici para llegar a mi trabajo. Por supuesto, el vergonzoso carril está huérfano de bicis, bloqueado por coches que lo toman como plaza de aparcamiento y sembrado de cristales sin que nadie del ayuntamiento se preocupe lo más mínimo por su estado. En definitiva, carece de todo cuidado. Pese a todo, compensa coger el patinete. Me planto en menos de diez minutos en mi despacho, prácticamente lo mismo que tardo en coche, y ocupa tan poco espacio que no tengo problema para subirlo en ascensor y aparcarlo en el despacho. No gasto gasolina, no contamino, no produzco apenas ruido, y todo por 280 euros de hace tres años. A día de hoy algunos combinan la electricidad con la posibilidad de pedalear cuando se agota la batería, lo que los convierte en bicicletas eléctricas. Cuando voy por la calle me pregunto: ¿por qué soy el único que utiliza este ingenio? Esgrimir que a uno le da vergüenza que todo el mundo le mire cuando avanza en ese ingenio desconocido -debo decirles que eso no lo podrán evitar- no puede ser una razón sensata en una persona adulta.

El gobierno ha regalado el carnet de moto a todos aquellos que tenían el carnet B-1. Se supone que se trata de fomentar el uso de la moto para evitar atascos. Y yo me pregunto, ¿por qué diantre moto y no bicicletas eléctricas para las que ni siquiera hace falta carnet? Lamentablemente, en la política se pierde de vista lo importante. España es uno de los países más afectados por el cambio climático, el ruido, la contaminación de sus ciudades, el despilfarro de energía, etc. Sin embargo, ni se fomenta el uso de la energía solar, ni se fomenta el uso de vehículos eléctricos, ni nada de nada. Por lo menos, permítanme que lo denuncie y duerma esta noche más tranquilo. Ojalá mañana alguien piense, «no es mala idea eso de las bicicletas eléctricas», y si es el alcalde de alguna ciudad mucho mejor. Pero no se limiten a pensarlo y pónganlo en práctica.

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