miércoles, 10 de junio de 2009

Los resultados de las europeas

El resultado de las elecciones europeas presenta muchos datos que merecerían detenido análisis. Me centraré en aquellas cuestiones que para mí tienen mayor interés. En primer lugar hay que decir que por mucho que la abstención en estas elecciones haya sido la habitual en las europeas, ningún político que crea verdaderamente en la democracia puede aceptar sin rubor y un detenido examen de conciencia que no acuda a votar ni siquiera la mitad del electorado. La razón principal de esta alta abstención a mi juicio es la percepción que tienen muchos ciudadanos de la inutilidad del parlamento europeo, que no de la Unión Europea, y la escasa repercusión que el resultado puede tener en la política nacional, sobre todo a estas alturas de la legislatura. Como dice Zapatero, el PP sigue en la oposición y él tiene todavía tres años por delante para seguir destrozando a España.

En segundo lugar, creo que el inapelable triunfo del PP hace que asistamos a la resurrección de Rajoy, algo que debería hacer pensar a Zapatero en lo extremadamente mal que estará gobernando y articulando su estrategia política como para ser capaz de dar vida a un cadáver político. Quizá alguno piense que es mérito de Rajoy. En parte puede que sea cierto por haber diseñado una estrategia de oposición más amable (por así decirlo) que desactiva el discurso de la crispación que habitualmente esgrimían los socialistas para desacreditar al PP ante el moderado y bien pensante votante centrista. Pero de nada hubiera servido el camino emprendido por Rajoy sin los engaños, imprudencias y desvaríos del orate monclovita, que se empeña en dar la razón a todos los que piensan que la oposición llega al gobierno más por deméritos de quien gobierna que por la labor de la oposición. Sí, el PP ha ganado consolidando el liderazgo de Rajoy, aunque la endeblez política de este gallego practicante no me permite ser optimista respecto a sus posibilidades de ganar unas elecciones generales. Por otra parte, el triunfo amplísimo del PP en lugares como, por ejemplo, Madrid, Murcia o Valencia evidencia la cada vez mayor fractura territorial de los dos grandes partidos. Y ya se ve el desgaste que le ha supuesto a Camps el caso Gürtel. Con independencia de lo que pueda haber de cierto en el asunto, la campaña de los socialistas en Valencia ha sido patética, en consonancia con Alarte, un personaje que está a medio camino entre la imitación de Zapatero y un cura. Nivel subterráneo el de este politiquillo insustancial.

Finalmente hay que hablar de UPyD. Hay quienes como Pedro J. Ramírez sostienen que su resultado ha sido malo, pues era ahora o nunca. Dice este periodista que la consolidación del partido pasaba por lograr pasar del 5% de los votos. En teoría eso hubiera estado muy bien, pero la realidad es que hace un año se celebraron las generales y el domingo obtuvo 150.000 votos más que en esa cita. En mi opinión, impresionante. Y mucho más si se tiene en cuenta que este partido fue sistemáticamente eliminado de los medios de comunicación en una demostración palpable de la calidad de nuestra democracia: ¿acaso el pluralismo político no exigiría que las opciones minoritarias tuvieran más oportunidades de presentar sus ideas a los ciudadanos? Pues bien, aun así casi medio millón de votos. Esto demuestra que hay una creciente convicción en muchos ciudadanos de que nuestra democracia exige cambios importantes como los que propugna este partido. Si el sistema apaga ese deseo de cambio aplastando a UPyD a través del terrible sistema electoral que padecemos, mucho me temo que la democracia española se resienta.

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