Acabo de regresar de la Universidad de Oxford tras asistir a un congreso sobre “justicia transicional”, término que se emplea generalmente para referirse a un conjunto de problemas que se plantean en sociedades que transitan de una situación de conflicto armado, o de dictadura con violaciones de derechos humanos, a la democracia.
Ya conocía Inglaterra. Estuve pasando un mes en Eastbourne cuando tenía 16 años. Me encantan sus parques y el verdor de su paisaje. Aunque sin duda los ingleses tienen sus defectos, hay que reconocer que hay rasgos de su forma de entender la vida colectiva con los que congenio. Fíjense. Nada más llegar a Londres tomé un autobús con destino a Oxford. En el autobús una mujer contestó a una llamada a su móvil y se puso a hablar en un tono algo alto, perfectamente audible por todos. Pues bien, el chofer paró el autobús y enérgicamente le instó a que bajara inmediatamente el volumen de la voz. Se lo dijo una vez y la mujer no reaccionó; inmediatamente se lo repitió con mayor determinación si cabe y entonces surtió efecto. Yo creo que si no hace caso o de allí no nos movemos o le hace bajar. Quizá fuera un tanto exagerado, pero el viaje fue una maravilla. En un absoluto silencio, no reñido con que algún pasajero hablara por teléfono en plan susurro, pude disfrutar del paisaje. ¡Cuánto me acordé de los viajes en tren a Madrid en los que te toca el clásico fulano que no para de hablar por el móvil a grito pelado! En estos detalles se ve el nivel de educación y el grado de civilización de un país.
Como se sabe, Oxford es una ciudad universitaria. De hecho su belleza es debida sobre todo a los edificios de la Universidad, de un precioso estilo gótico y magníficamente conservados. Una visita a Oxford resulta muy conveniente para comprender el valor de la tradición. No es lo mismo estudiar en un lugar como Oxford que hacerlo en un edificio funcional de nueva planta. Las calles y edificios de Oxford arropan la vida estudiantil y universitaria hasta tal punto que troquelan el espíritu. Todo invita a aplicarse en el estudio por respeto y reverencia a una tradición cuya grandeza es claramente perceptible. Por ello no sorprende que los estudiantes vistan sus mejores galas para las ceremonias de graduación, o que los miembros de la comunidad universitaria acudan a diversos actos de riguroso smoking ellos, y elegante traje de noche sus esposas. Pero si además barzoneando por la ciudad te topas con un palacio y ves en el césped a unas cuantas personas que disfrutan recitando poesía ya es el acabóse. En definitiva, impresionante.
En cuanto al congreso no entraré en detalles. Tan solo un dato que debería hacernos reflexionar a los españoles. En los años ochenta la transición española era una referencia internacional como ejemplo de un proceso exitoso conducido magistralmente. Han pasado los años y los propios españoles nos hemos dedicado a criticar determinados aspectos de nuestra transición a la democracia. Es bochornoso que en buena medida debido a nosotros mismos en los círculos académicos se haya consolidado la idea de que la transición española representa el modelo de “amnistía y amnesia”, lo cual, como han puesto de manifiesto diversos autores, no es cierto. Más bien sucede lo contrario: la transición española pudo ser un éxito gracias al vivo recuerdo de la Guerra Civil. Al margen de esa distorsión a la que me refería, me ha llamado poderosamente la atención la ausencia de referencias a la transición española durante este congreso de justicia transicional.
Ya conocía Inglaterra. Estuve pasando un mes en Eastbourne cuando tenía 16 años. Me encantan sus parques y el verdor de su paisaje. Aunque sin duda los ingleses tienen sus defectos, hay que reconocer que hay rasgos de su forma de entender la vida colectiva con los que congenio. Fíjense. Nada más llegar a Londres tomé un autobús con destino a Oxford. En el autobús una mujer contestó a una llamada a su móvil y se puso a hablar en un tono algo alto, perfectamente audible por todos. Pues bien, el chofer paró el autobús y enérgicamente le instó a que bajara inmediatamente el volumen de la voz. Se lo dijo una vez y la mujer no reaccionó; inmediatamente se lo repitió con mayor determinación si cabe y entonces surtió efecto. Yo creo que si no hace caso o de allí no nos movemos o le hace bajar. Quizá fuera un tanto exagerado, pero el viaje fue una maravilla. En un absoluto silencio, no reñido con que algún pasajero hablara por teléfono en plan susurro, pude disfrutar del paisaje. ¡Cuánto me acordé de los viajes en tren a Madrid en los que te toca el clásico fulano que no para de hablar por el móvil a grito pelado! En estos detalles se ve el nivel de educación y el grado de civilización de un país.
Como se sabe, Oxford es una ciudad universitaria. De hecho su belleza es debida sobre todo a los edificios de la Universidad, de un precioso estilo gótico y magníficamente conservados. Una visita a Oxford resulta muy conveniente para comprender el valor de la tradición. No es lo mismo estudiar en un lugar como Oxford que hacerlo en un edificio funcional de nueva planta. Las calles y edificios de Oxford arropan la vida estudiantil y universitaria hasta tal punto que troquelan el espíritu. Todo invita a aplicarse en el estudio por respeto y reverencia a una tradición cuya grandeza es claramente perceptible. Por ello no sorprende que los estudiantes vistan sus mejores galas para las ceremonias de graduación, o que los miembros de la comunidad universitaria acudan a diversos actos de riguroso smoking ellos, y elegante traje de noche sus esposas. Pero si además barzoneando por la ciudad te topas con un palacio y ves en el césped a unas cuantas personas que disfrutan recitando poesía ya es el acabóse. En definitiva, impresionante.
En cuanto al congreso no entraré en detalles. Tan solo un dato que debería hacernos reflexionar a los españoles. En los años ochenta la transición española era una referencia internacional como ejemplo de un proceso exitoso conducido magistralmente. Han pasado los años y los propios españoles nos hemos dedicado a criticar determinados aspectos de nuestra transición a la democracia. Es bochornoso que en buena medida debido a nosotros mismos en los círculos académicos se haya consolidado la idea de que la transición española representa el modelo de “amnistía y amnesia”, lo cual, como han puesto de manifiesto diversos autores, no es cierto. Más bien sucede lo contrario: la transición española pudo ser un éxito gracias al vivo recuerdo de la Guerra Civil. Al margen de esa distorsión a la que me refería, me ha llamado poderosamente la atención la ausencia de referencias a la transición española durante este congreso de justicia transicional.
2 comentarios:
Pero ¿a qué es debido la ausencia de referencias al caso español? A la labor de desprestigio de la transición por los propios españoles, a que es ya un ejemplo muy remoto y existen casos de transiciones más recientes en Europa, Hispanoamérica, áfrica, etc o peor todavía a que España, como país, carece de interés para la comunidad científica internacional y carece de peso específico suficiente como para resultar llamativa en uno u otro aspecto.
Coincido con usted, Oxford es una ciudad bonita, aunque mi visita no se prolongó más alla de una única jornada turística.
¿A qué se debe? Creo que a un conjunto de factores. En primer lugar, aunque no suene demasiado bien la verdad es que los españoles teníamos que habernos esforzado más en "vender" nuestra transición. Esto no significa que sea un modelo a imitar porque en mi opinión cada nación requiere encontrar prudencialmente sus propias soluciones. Pero la transición ha sido nuestro mayor éxito colectivo del siglo XX y nosotros mismos la estamos echando a perder con toda la mierda que este movimiento de recuperación de la memoria histórica le está echando encimo. En segundo lugar, ciertamente las transiciones de los países sudamericanos del cono sur son más recientes y sus polémicas leyes de punto final y obediencia debida han despertado gran interés, al igual que los procesos de Guatemala y los de la región de los grandes lagos en África. En tercer lugar, sencillamente las modas académicas. Verdaderamente es increíble que no se hablara de España en un congreso sobre justicia transicional.
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