Hace pocos días, el cardenal Cañizares se refirió a los nuevos casos de pederastia que se ha conocido que tuvieron lugar en centros católicos de Irlanda. Concretamente, dijo que no era comparable lo que hubiera podido pasar en unos cuantos colegios con los millones de vidas destruidas por el aborto. Ante la avalancha de críticas que le han llovido, el cardenal ha matizado sus declaraciones, pero la carnaza para los diseñadores políticos del PSOE ya estaba lista. Uno de ellos, es de suponer que tras sesuda reflexión, debió de exclamar “¡eureka!, lo tengo”, mientras el silencio invadía el laboratorio de diseño de ideas de campaña y las miradas se posaban sobre él. El iluminado lo había visto claro: “tenemos que hacer ver al electorado que Cañizares ha equiparado el aborto, que como ha dicho Felipe González es un derecho de la mujer, con un delito execrable como la pederastia”. Le llovieron los elogios y las palmaditas. El mensaje del iluminado llegó inmediatamente a los mítines nocturnos con tiempo suficiente para salir en los telediarios. Los socialistas estaban encantados con el nuevo argumento y lo repetían sin que nadie osara no ya una réplica, sino una explicación del fondo asunto. ¿A santo de qué meterse en charcos cuando la crisis económica está en su momento álgido? Los diseñadores del PP lo tenían claro: es un movimiento de distracción, centraos en la crisis que ahí les duele.
Al argumento se le podría objetar en primer lugar que el aborto se presente como un derecho, pues en realidad se trata de una conducta despenalizada, como he explicado en el blog en varias ocasiones. De todas formas al diseñador socialista esto le importa poco, ya que puede seguir sosteniendo que Cañizares ha equiparado una conducta delictiva con una conducta amparada por el ordenamiento jurídico. Así, en un alarde de osadía tan propia de estos indigentes intelectuales tipo Leire Pajín and Co., el cardenal es presentado nada menos que como alguien capaz de cometer gruesos errores a la hora de distinguir el bien y el mal. Quizá algún lector piense que muchos ciudadanos no permiten que les vendan la burra y se dan perfecta cuenta de que semejante manera de presentar la posición de Cañizares es una burda manipulación. Bueno, quizá sea así, pues es evidente que Cañizares estaba emitiendo un juicio moral que va más allá de la calificación legal que reciban en un momento dado estos comportamientos, y por ello es perfectamente comprensible que le parezca mal la pederastia y el aborto. Pero si Cañizares (y todo aquel que pretenda realizar juicios morales) se aferra a esta perspectiva moral para justificar su afirmación se expone a otra andanada de diseño socialista implícita en el argumento y lista para hacer su aparición en cuanto se tercie: “¿y quiénes son ustedes para pretender imponer sus juicios morales a los demás? La moral es algo privado que no debe ser llevado al terreno público, pues hay muchas morales”. Aquí se halla la raíz y la verdadera fuerza del argumento. Los socialistas se sienten cómodos en el mitin. Ni siquiera necesitan descender al debate moral. Simplemente apelando al Derecho vigente, al ámbito de lo público, creen que tienen ganada la partida y además pueden presentar a Cañizares y a todo el que ose ponerse de su parte como un carca obsesionado en imponer su moral a toda la sociedad.
No estoy seguro de que los ciudadanos perciban claramente la gravedad que entraña esta supuesta privatización de la moral. Y digo supuesta porque en realidad lo que está sucediendo es que con la apelación a que nadie imponga su moral se está entronizando aquello que con la fuerza de los votos (más bien de los escaños) ha alcanzado status jurídico y puede ser impuesto coactivamente. Y naturalmente me veo obligado a decir que ese status se alcanza por la fuerza, pues atreverse a pensar que algo haya adquirido fuerza de ley tras un proceso deliberativo en el ámbito público en el que se haya pretendido argumentar moralmente, es decir, justificar una posición objetivamente apelando a una determinada concepción de lo bueno sería entrar en contradicción con la privatización de la moral por la que abogan los socialitas. El engaño brilla más que la estación espacial internacional: lo importante es elevar a rango legal las propias convicciones para acto seguido recluir los juicios morales de los demás en el salón familiar. Como afirma Cruz Prados: “La moral se privatiza, quedando exonerada del cuidado de lo público, y lo político es reducido a coerción, quedando exonerado de todo perfeccionamiento moral” (Alfredo Cruz Prados, Ethos y Polis, Pamplona, Ed. Eunsa, 1999, pág. 27). Esta es la razón por la que en el debate sobre el aborto que ahora está abierto los socialistas hacen ver que no pretenden plantear la cuestión en términos morales (no les interesa dado que probablemente cuenten con los votos necesarios para sacar adelante su propuesta), sino que centran el debate en si se debe penalizar la conducta, algo que quieren hacernos creer que puede ser examinado al margen del juicio moral.
Al argumento se le podría objetar en primer lugar que el aborto se presente como un derecho, pues en realidad se trata de una conducta despenalizada, como he explicado en el blog en varias ocasiones. De todas formas al diseñador socialista esto le importa poco, ya que puede seguir sosteniendo que Cañizares ha equiparado una conducta delictiva con una conducta amparada por el ordenamiento jurídico. Así, en un alarde de osadía tan propia de estos indigentes intelectuales tipo Leire Pajín and Co., el cardenal es presentado nada menos que como alguien capaz de cometer gruesos errores a la hora de distinguir el bien y el mal. Quizá algún lector piense que muchos ciudadanos no permiten que les vendan la burra y se dan perfecta cuenta de que semejante manera de presentar la posición de Cañizares es una burda manipulación. Bueno, quizá sea así, pues es evidente que Cañizares estaba emitiendo un juicio moral que va más allá de la calificación legal que reciban en un momento dado estos comportamientos, y por ello es perfectamente comprensible que le parezca mal la pederastia y el aborto. Pero si Cañizares (y todo aquel que pretenda realizar juicios morales) se aferra a esta perspectiva moral para justificar su afirmación se expone a otra andanada de diseño socialista implícita en el argumento y lista para hacer su aparición en cuanto se tercie: “¿y quiénes son ustedes para pretender imponer sus juicios morales a los demás? La moral es algo privado que no debe ser llevado al terreno público, pues hay muchas morales”. Aquí se halla la raíz y la verdadera fuerza del argumento. Los socialistas se sienten cómodos en el mitin. Ni siquiera necesitan descender al debate moral. Simplemente apelando al Derecho vigente, al ámbito de lo público, creen que tienen ganada la partida y además pueden presentar a Cañizares y a todo el que ose ponerse de su parte como un carca obsesionado en imponer su moral a toda la sociedad.
No estoy seguro de que los ciudadanos perciban claramente la gravedad que entraña esta supuesta privatización de la moral. Y digo supuesta porque en realidad lo que está sucediendo es que con la apelación a que nadie imponga su moral se está entronizando aquello que con la fuerza de los votos (más bien de los escaños) ha alcanzado status jurídico y puede ser impuesto coactivamente. Y naturalmente me veo obligado a decir que ese status se alcanza por la fuerza, pues atreverse a pensar que algo haya adquirido fuerza de ley tras un proceso deliberativo en el ámbito público en el que se haya pretendido argumentar moralmente, es decir, justificar una posición objetivamente apelando a una determinada concepción de lo bueno sería entrar en contradicción con la privatización de la moral por la que abogan los socialitas. El engaño brilla más que la estación espacial internacional: lo importante es elevar a rango legal las propias convicciones para acto seguido recluir los juicios morales de los demás en el salón familiar. Como afirma Cruz Prados: “La moral se privatiza, quedando exonerada del cuidado de lo público, y lo político es reducido a coerción, quedando exonerado de todo perfeccionamiento moral” (Alfredo Cruz Prados, Ethos y Polis, Pamplona, Ed. Eunsa, 1999, pág. 27). Esta es la razón por la que en el debate sobre el aborto que ahora está abierto los socialistas hacen ver que no pretenden plantear la cuestión en términos morales (no les interesa dado que probablemente cuenten con los votos necesarios para sacar adelante su propuesta), sino que centran el debate en si se debe penalizar la conducta, algo que quieren hacernos creer que puede ser examinado al margen del juicio moral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario