viernes, 21 de agosto de 2009

Subir impuestos a los ricos no es la solución

Cuando Pepe Blanco empezó a adquirir notoriedad pública me causó muy mala impresión. Veía en él un polítiquillo demagogo sin formación ni carisma. Con el paso del tiempo mi opinión ha mejorado: me parece un hombre con gran olfato político, capacidad de trabajo y bastante sensatez. Probablemente uno de los mejores ministros, infinitamente más listo y sagaz que sus compañeros de partido y gabinete. Esto no quiere decir que comparta sus puntos de vista. De hecho, de él y de su amigo Zetapé, el orate monclovita, me separa un abismo. Recientemente Pepe Blanco acaba de afirmar públicamente que quizá haya que subir los impuestos a las rentas más altas para acometer políticas públicas y ayudar a los más desfavorecidos. Subir los impuestos es una medida popular en buena parte de la opinión pública. Es fácil que mucha gente se deje convencer por un argumento tan sencillo y, en apariencia, convincente: que se aprieten un poco más el cinturón los ricos y no los pobres. Ojalá las cosas fueran así de sencillas. La economía de mercado funciona como un todo, de tal forma que pequeños ajustes cuya finalidad directa es favorecer al pobre pueden, por la propia reestructuración global que suponen, terminar perjudicándole. Esto es lo que sucede con esta medida. En principio puede pensarse que se recaudará más por IRPF, pero está claro que el consumo y la iniciativa económica se resentirá. Cuando Aznar llegó al poder en 1996 demostró que es posible bajar los impuestos y recaudar más, por el mayor dinamismo de la economía. Esa es la receta, acompañada de una mayor austeridad en el gasto público (hoy difícil de acometer por el disparate autonómico), del PP, tal como expuso Arenas en su respuesta a Blanco. Creo que Arenas tiene razón, lo que sucede es que realmente ante una crisis como la actual algo hay que hacer cuando la gente se queda sin ingresos de ningún tipo. Para mí la mejor solución es que esas ayudas de urgencia se nutran del ahorro que pueda lograrse eliminando el gasto público en todo aquello que sea supérfluo.

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