Me gustan mucho las películas cuya trama se desarrolla en el futuro porque exigen del director un ejercicio de imaginación adicional. Hay diferencia, no obstante, entre las películas en las que el futuro no es contemplado como una hipótesis real, sino como un escenario fantasioso, y las que se aventuran en el terreno de un futuro próximo y verosímil, casos de “Blade Runner” o de la película que vi ayer, “La isla”.
No es un peliculón, ni mucho menos, pero el argumento invita a la reflexión. Imagínense que la ciencia lograra clonar con éxito seres humanos. En ese caso sería posible clonarnos a nosotros mismos y convertir a nuestro clon en una despensa de órganos de repuesto para el caso de que algún día los pudiéramos necesitar. Eso es precisamente lo que sucede en esta película. En 2019 una empresa ofrece a millonarios la posibilidad de ser clonados y de utilizar el clon como un seguro frente a problemas de salud que pudieran presentarse en el futuro. Los clones viven engañados en un recinto cerrado del que no pueden salir debido a una supuesta contaminación exterior.
Que la clonación de humanos sea posible no parece inverosímil, pero quizá muchos de ustedes piensen que no se aceptará esta práctica. Es posible, pero si hace treinta años nos hubieran dicho que algunas mujeres anunciarían de improviso que acababan de ser madres tras haber contratado los servicios de una “portadora de la gestación” quizá no lo hubiéramos creído. Sin embargo se trata de la última moda en Holywood. Así las actrices no tienen que interrumpir su trabajo y no pierden su figura. ¿Razonable? En absoluto. ¿Qué imagen de la maternidad tiene esta gente que cree que los nueve meses de gestación son perfectamente prescindibles? Es increíble, no les importa lo más mínimo. ¿Por qué les importaría, pues, la suerte de un clon, de un producto (como los llaman en la película) humano fruto de su material genético y puestos a su servicio? Quizá con que les garantizaran que el clon no iba a sufrir se sentirían satisfechos. Hay muchos millonarios en este mundo que podrían estar perfectamente dispuestos a gastar una pequeña parte de su fortuna para asegurarse veinte o treinta años más de vida. Viendo la película imaginaba a una empresa ubicada en un Estado del tercer mundo llevando a cabo este tipo de actividades bajo la protección del régimen del tirano de turno debidamente untado. En muchísimos países se violan los derechos humanos de las personas, así que muchos menos reparos habría para experimentar con clones humanos. Lo que parece fuera de toda duda es que en el futuro van a ser posibles muchas cosas, de tal forma que la pregunta fundamental y acuciante no será qué podemos, sino qué debemos hacer.
1 comentario:
Podríamos discutir largo y tendido sobre la degradación de nuestra civilización. Sobre como la verdad o la justicia han dejado de ser categorías permanentes de razón.
O sobre como en determinados momentos se muestra la faz de la hipocresía. Cuando asuntos triviales, auténticas bagatelas, conmueven más que casos sangrantes de injusticia humana.
Tristeza me da.
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