Es verdad que las administraciones públicas tienen como fin prestar servicios públicos de la forma más eficiente posible, y no son, pues, agencias de empleo. Hay que contar con el número de empleados públicos necesarios para ofrecer adecuadamente los mencionados servicios. Ahora bien, seamos conscientes de las consecuencias que para la economía van a tener los recortes anunciados por gobiernos autonómicos –y confirmados en el caso del gobierno central por Rajoy-. La reducción de algunos gastos parece más que razonable, pero atención a los miles de empleos que se van a perder en el sector público. No pongo en duda la necesidad de la medida desde el punto de vista financiero, pero esos miles de nuevos parados van a lastrar nuevamente el crecimiento, lo cual exige nuevos ajustes y con ello vuelta a empezar. Es decir, estamos en una espiral muy negativa. ¿Hay solución? Pues si otros países que empezaban a crecer y nos compraban se paran la cosa empieza a ponerse feísima. Últimamente les confieso que estoy reflexionando sobre medidas propias de los movimientos antiglobalización, pero todavía no tengo una opinión formada. Les adelanto por donde se mueve mi pensamiento: creo que vamos a entrar en la sociedad del post-consumo y debemos preparar la economía para lograr un crecimiento en el que la demanda agregada y las exportaciones desempeñen cada vez menos peso. ¿Es eso posible? ¿Hay que cambiar la estructura de los sectores económicos? ¿Hay que volver a pensar en soluciones autárquicas en la era de la globalización? ¿Hasta que punto es compatible la autarquía con la economía de mercado? ¿Hasta que punto todo ello es compatible con la Unión Europea? Pensamientos confesables, pero pensamientos. Es que lo veo tan negro…
5 comentarios:
No solo te las planteas tú. Le monde diplomatique, al que recomiendo, como si de una obligación se tratara, suscribirse, lleva años reflexionando sobre la situación del mundo y sobre el cambio de escenario que supuso esto que se ha bautizado como globalización. Lo peor de todo es que desde muchos círculos políticos se ha tildado a Ignacio Ramonet y a Le Monde diplomatique de progres desfasados de demagogia barata. Yo estoy suscrito y me siento orgulloso de recibir este periódico y comprar los libros de I. Ramonet. El mundo es muy complejo y es encomiable que exista un medio independiente dispuesto a, por lo menos intentar, darnos las claves para comprenderlo.
No estás solo en tus reflexiones, te animo a conocer Le Monde diplomatique y si no deseas realizar el esfuerzo de suscribirte a esta publicación siempre puedes sugerir al departamento o biblioteca que la reciba.
El capitalismo se sobrevive a sí mismo. Mi propuesta es clara: más mercado menos Estado. Esta es las realidad y, por lo tanto, la solución. Esto parece una petición de principio pero no es el caso. Me explico. El Estado crea unas estructuras sin información fiable de las necesidades de los ciudadanos. Por esta razón siempre despilfarra recursos, porque no sabe qué se necesita. Generalmente oferta bienes y servicios a un costo mayor. Esto genera gasto que pagamos, sin calcular, vía impuestos. El Estado del Bienestar es y será una ruina. Cíclicamente hay que podarlo si queremos sobrevivirle.
El problema es la unión económica y monetaria de Europa que exige políticas económicas sin tocar la política monetaria, esto es, sin robar a los ciudadanos con la inflación y las devaluaciones.
Ok, Antonio, más mercado, pero no somos productivos ni competitivos en ese mercado global, y ahora no podemos vivir del cuento como sucedía con la burbuja inmobiliaria. Ser competitivos en ese mercado global no es una tarea a corto plazo. ¿Podemos competir con los países emergentes sin renunciar a nuestro Estado social? ¿Está la sociedad preparada para ello?
Cambiar toda una estructura productiva quemada es tan traumatico como necesario. Reconozco que este post me ha descolocado.
Ayer mismo nos dimos cuenta de que los políticos ya han renunciado a gobernarnos, se hicieron a un lado y fuimos gobernados por los mercados financieros, por el dinero: Los bancos centrales de varios países dictaron el devenir de día. Y los políticos incapaces de frenar o atajar la crisis simplemente responden a las necesidades de los mercados financieros que exigen recortes en sanidad, educación y políticas de austeridad. Tal es la renuncia de los políticos a gobernar que son incapaces de poner límites a las agencias de calificación, a la especulación con la deuda no solo de Grecia, también de España, Portugal o Italia.
Por incompetencia o por incapacidad los políticos han dejado de gobernar para las democracias y ya solo se pliegan a las exigencias del dinero y los mercados financieros.
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