miércoles, 25 de abril de 2012

Europeismo irreflexivo

Una constante en la política de España desde la Transición a la democracia ha sido la confianza absoluta en que la incorporación a las comunidades europeas significaría la modernización de España y el logro y el mantenimiento de la prosperidad. La crisis actual presenta la novedad de que muestra que la creencia de que Europa resolvería todos nuestros problemas era falsa. No sólo no es así, sino que ahora nos lamentamos de habernos embarcado en el Titanic del euro, y sobre todo abochorna el haberlo hecho sin que se abriera el más mínimo debate interno, a diferencia de lo que sucedió en otros países.

Hemos aceptado la ortodoxia de lucha sin cuartel contra el déficit porque no parece existir otro camino. Pero el déficit sigue ahí, y seguirá pescadilleando la cola de nuestra economía, es decir, recortándola más y más hasta que nos engullamos a nosotros mismos. Pero no hay otro camino, nos dicen. Pues yo digo que sí lo hay, y ese camino tiene un nombre: ESPAÑA. Ni soy populista, ni euroescéptico. Simplemente pienso que nunca ha sido más necesaria la unidad de las fuerzas políticas para tomar decisiones pensando en el bien de España y, por tanto, estando dispuestos a plantear en Bruselas –más bien en Berlín- la batalla necesaria. No es admisible que en esta situación no se hayan puesto en marcha los eurobonos. Esto es una vergüenza para Europa. ¿Cómo se puede construir un proyecto político europeo si los alemanes se regodean en que los mercados les financian a tipos irrisorios mientras españoles, italianos, portugueses y griegos nos dejamos la vida y la de nuestros hijos en cada subasta de deuda? Órdago a lo grande con este tema, que es capital a corto plazo. En España ya está en marcha el mecanismo de los hispanobonos, al margen de que la administración central sale al rescate de las autonomías.

Ya está bien de bajar la cabeza. Una cosa es reestructurar nuestra economía y otra destrozarla. Si los políticos actuaran con patriotismo y altura de miras se pondrían de acuerdo para exigir los eurobonos, es decir, una financiación asumible que nos diera margen para reformar sin destrozar y poder volver a crear riqueza. Se me dirá que los eurobonos, al estar contaminados por Estados en quiebra, no servirían para salvar a los débiles y, además, se llevarían por delante a los fuertes. Esto sólo se podrá saber si se ponen en marcha, pero suponiendo que fuera así, la negativa demuestra que Alemania y sus aliados por encima de todo desean salvarse de la quema a costa de hundirnos, y eso no puede ser. Pienso que Alemania lleva camino de destrozar el proyecto europeo. Y en lo que respecta a nosotros, ojalá todo esto sirva para volver a hacernos pensar como españoles.  

jueves, 19 de abril de 2012

Las disculpas del Rey y la situación de la monarquía

Han sido bien recibidas las disculpas del Rey a la salida del hospital. Creo que hay que valorar positivamente su gesto, aunque no actúe movido por un arrepentimiento sincero, pues eso queda reservado exclusivamente a su conciencia. Su petición de perdón, como toda acción de este tipo, es una demostración de respeto a los españoles. Si luego no actúa en consecuencia habrá que volverlo a criticar, desde luego con más severidad. No creo que fuera necesario especificar a qué se refería cuando pedía perdón, pues parece claro que aludía a  lo inapropiado de haberse ido de caza a África. Además, la falta de concreción puede servir para que seamos generosos interpretando que nos pide perdón por todas las acciones inapropiadas que están conociéndose. Ahora bien, no debemos olvidar una cosa importante ligada al perdón: la necesidad de satisfacer, de restablecer el daño causado o, en su caso, de asumir la responsabilidad derivada del mismo. Hay acciones en las que basta con pedir perdón, pero hay otras en las que a ello hay que sumar algo más, esto es lo que en el catecismo de la iglesia católica se conoce como “satisfacción”, y es algo que muchas veces no se tiene en cuenta (este tema merecería una entrada específica). En el caso de la cacería africana, puesto que parece ser que no ha costado dinero, basta con que pida perdón. En cambio, si se descubre que el Rey participó de alguna forma en los manejos de la trama Noós de Urdangarín, a la petición de perdón debería unir su inmediata abdicación.

Por algún capricho del destino, conocimos del accidente real el 14 de abril, fecha en la que algunos celebran la llegada de la II República. La cacería real y la implicación de Urdangarín y su mujer –no seamos inocentes- en un caso de corrupción, por no hablar de otros comportamientos poco edificantes, están menoscabando la imagen de la monarquía de forma preocupante, y ello no es en absoluto irrelevante, sobre todo en este contexto de crisis económica y política en la que estamos inmersos. Y aquí conviene detenerse en la sumisión de la monarquía hacia el PSOE a la que ha aludido recientemente Jiménez Losantos. Creo que es cierto que el Rey tiene una especial sensibilidad hacia las opiniones del PSOE, y es lógico que sea así. Sabe que el PP jamás –salvo situación excepcional- cuestionará la monarquía, y por ello piensa que lo fundamental para salvaguardar la institución es contar con el apoyo del PSOE. No hay duda de que si los socialistas abrieran el debate sobre la forma política del Estado y abogaran por la República, la monarquía se vería en una situación delicada. Si no lo han hecho hasta ahora probablemente se debe a que saben que la monarquía ha sido una institución bien valorada por los ciudadanos y posicionarse en contra les restaría votos. Por consiguiente, el Rey debe sobre todo ganarse el respeto de los ciudadanos, porque sólo así podrá asegurarse el apoyo de un partido de masas como el PSOE, que aspira a gobernar.

En abstracto, como muchas otras personas, yo también considero más adecuado prescindir de la monarquía, pero la política no es algo abstracto. Siempre está referida a una comunidad política que tiene una historia, un presente y unos proyectos de futuro. Teniendo esto presente, a mi juicio, la apuesta por la República sería todavía hoy un proyecto que sembraría la discordia. En una situación de crisis como la que vivimos se plantea la necesidad de adoptar iniciativas, proyectos, para superar esta situación. Existe la tentación de que algunos vean en la apuesta por la República un posible proyecto de futuro que sirva para canalizar la ilusión de los españoles. Pero, como apunto, es un proyecto que difícilmente sumará al conjunto de los ciudadanos, y por tanto sólo serviría para malgastar energía y generar discordia y confusión. Por eso es capital que la monarquía actúe el manera responsable y ejemplar. Sería muy positivo que, al margen de que el Rey no se viera salpicado por el escándalo de Urdangarín, si se demuestra la culpabilidad del yerno la condena sea ejemplar. Al margen de ello, es capital que el Rey y la Reina, si no se reconcilian íntimamente, por lo menos ofrezcan una imagen pública de serenidad y unión. A partir de ahí, prefiero que el Rey aguante hasta el final, pero si no se encuentra capacitado que abdique y dé paso al príncipe. Esto sería positivo no sólo por la edad actual del príncipe, que pertenece a la generación que actualmente ejerce el poder en España, sino porque la presencia viva del Rey podría ayudarle a consolidar la institución en el crucial momento de la sucesión. 

viernes, 13 de abril de 2012

La enésima reforma universitaria

Cualquier gobierno español que se precie no puede dejar de afirmar con toda gravedad que la Universidad española necesita una reforma. Como tocaba, eso ha hecho hoy el ministro Wert, quien ha anunciado que una comisión de expertos trabajará para formular propuestas al respecto. ¿Acaso no es verdad que se necesitan cambios? Naturalmente. Eso sí, convendría empezar por lo “sencillo”: me conformo con que sólo accedan a la Universidad los estudiantes que verdaderamente están en condiciones de cursar estudios universitarios, y con que a los profesores se nos evalúe rigurosamente la calidad de nuestra docencia y de nuestra investigación. Sobre esto último, en mi opinión, urge prestar atención al contenido de las investigaciones y no principalmente a esos indicios formales y cuantitativos que están degradando nuestro nivel científico. A partir de ahí, lo que quieran: mejoras en planes de estudio, metodologías docentes participativas, internacionalización, prácticas en empresas, racionalización del mapa de titulaciones, etc.

Como ven, no me opongo a las reformas. Sin embargo, cuando en menos de catorce años se atisba una nueva reforma en el horizonte uno ya empieza a cansarse. Les ahorraré la narración del periplo vivido desde la Ley de Reforma Universitaria hasta la actual Ley de Universidades, y me limitaré a recordar el lector que hace menos de tres años la Universidad española se puso patas arriba para acometer la reestructuración completa de los planes de estudio con el fin de adaptarse a la peculiar interpretación que el gobierno socialista de entonces hizo del Espacio Europeo de Educación Superior a través de un Real Decreto. Se pretendía cambiar no sólo la duración y el contenido de los nuevos títulos, que ahora iban a ser Grados y Masters, sino también el acceso a la Universidad y las metodologías docentes. Además, era la ocasión perfecta para, si se quería, cambiar el mapa de titulaciones. Se trataba, pues, de un cambio radical en el que muchos nos embarcamos con escaso o nulo entusiasmo. Esto último da igual. Lo importante es que se puso mucho esfuerzo y una colosal burocracia para culminar el tránsito a Bolonia. Apenas hemos comenzado a funcionar, ¡ni tres años han pasado!, y los políticos, como era de esperar, vuelven a afirmar que la Universidad necesita una reforma. Esto me recuerda a cuando en la película de Garci “Tiovivo c. 1950” un personaje comenta a una actriz argentina y a su acompañante que “el cine español no está en crisis por la sencilla razón de que siempre ha estado en crisis”. Yo diría que a la Universidad le pasa lo mismo.

En fin, tengan claro que aquí lo de situar a las Universidades españolas en las primeras posiciones del ranking mundial es lo de menos. Se trata de ahorrar dinero a través de las medidas que se les antojen. Que no nos vengan ahora con que si el abandono de los estudios es muy elevado o que si el nivel de desempleados con estudios universitarios es muy alto. Si verdaderamente se toma en serio el “plan Bolonia” habría que evaluar sus efectos mucho más adelante. Si uno trabaja en la Universidad no debe dejarse marear por estas reformas porque se volvería majareta. Así que a trabajar bien y a dejarse de rankings.

martes, 10 de abril de 2012

Al borde del abismo

Ni los presupuestos de 2012, que Montoro ha calificado como los más austeros de la democracia, ni el anuncio del pasado fin de semana de un ajuste de 10.000 millones de euros en sanidad y educación han hecho que la prima de riesgo española deje de subir. Estamos al borde de la quiebra y, por tanto, de ser rescatados en unas condiciones que garantizan un grave estallido social y una crisis política sin precedentes. ¿Por qué? La causa próxima, a mi juicio, se halla en el tremendo error del gobierno de retrasar la aprobación de los presupuestos por razones partidistas. Con ello se ha perdido tiempo y, sobre todo, credibilidad. De ir marcando la iniciativa se ha pasado a ir a remolque, ofreciendo nuevas razones para que se confíe en la solvencia de España. Ahora tenemos reforma de la sanidad en dos semanas. ¿Se acuerdan de lo que les decía del copago (o como lo quieran llamar) que viene? Estaba cantado, porque sólo así, es decir, reduciendo la base del Estado social se podía cumplir con el objetivo de déficit de las Comunidades Autónomas.

Pero la causa última de esta crisis es otra, y llevo refiriéndome a ello desde hace tiempo. Claro que hacen falta reformas en España. Naturalmente que sí. Algunas de ellas son previas a “tocar” sanidad y educación, como la supresión de las diputaciones, la fusión de ayuntamientos, la reducción de empresas públicas, etc. Mucho se debe reformar en España, empezando por la mentalidad y los valores cívicos que predominan en nuestra sociedad. Leí que los mercados, conocido el presupuesto, esperaban todavía más reformas y que ello explicaba el aumento de la prima de riesgo. Tratar de conocer las razones de los mercados no es cosa fácil. Sólo hay una razón que sin duda les mueve: conseguir la más alta rentabilidad posible, lo cual pasa, naturalmente, porque les devolvamos lo prestado con los correspondientes intereses. Pero dejemos en paz a los mercados. ¿Creen que a Alemania, a Francia, a nuestros “socios” europeos les preocupa la situación de la sanidad o de la educación española? Lo que desean es que no quebremos para que no dejemos de pagar las deudas que con ellos tenemos contraídas, así como para que compremos los productos que nos venden. Son rigurosamente “socios”, se mueven por interés propio. Igual de socios son los mercados que nos prestan, que los países que nos van a rescatar. Unos y otros actúan movidos por interés.  

La crisis internacional que estamos viviendo tiene muchas razones, pero en el caso de España a una pésima gestión del gobierno socialista se ha unido el corsé letal que para nuestra economía está representando el euro y la interpretación que de la unión monetaria está haciendo Alemania. El euro es imposible, está condenado al fracaso porque es la moneda de naciones que miran básicamente por sus propios intereses, y cuyas economías divergen en exceso. ¿Qué hacer? ¿Hay alternativa a la vía ortodoxa que reclama que sigamos recortando y reformando para evitar la quiebra y luego comenzar a crecer? La cosa está difícil, pero quizá España tiene el tamaño suficiente para plantear un órdago. Pienso en voz alta: Los ajustes y reformas están bien hasta cierto punto, pero no se nos puede pedir algo que no es razonable porque compromete las bases de nuestro Estado social y las del crecimiento económico. Ante eso hay que plantarse, lo cual puede suponer la quiebra y el rescate. ¿Podemos pactar las condiciones del rescate? Se dice que no. Que los “socios” nos exigirían un ajuste infinitamente más duro que el que tendríamos que hacer para satisfacer a los mercados. Esto es cierto a no ser que España acuda a esa cita con un gobierno de unidad nacional dispuesto a regresar a la peseta y a transitar la vía Argentina si las condiciones del rescate no son asumibles. ¿Sería posible ese gran acuerdo nacional? Yo creo que sí. Ni siquiera a los partidos nacionalistas les interesa el escenario de un rescate leonino. Por eso digo que España quizá debe empezar a plantearse si la solución exige un órdago, porque si España cae yo creo que euro está muerto. Naturalmente, todo sería más fácil si los mercados dieran tregua y pudiéramos evitar el rescate, pero soy de los que piensa que el euro es un lastre no sólo para superar esta crisis de deuda, sino para favorecer el crecimiento de nuestra economía. Ojalá se empiece a tomar en serio la ruptura ordenada de la zona euro. La economía y la democracia saldrían ganando.