Los resultados de las elecciones autonómicas en la Comunidad Valenciana están siendo mal interpretados por la izquierda. Como era de esperar, no saben hacer autocrítica. Es muy duro para ellos admitir que los ciudadanos censuran sus políticas radicales y sectarias. Creen que los resultados se deben a que la campaña ha estado presidida por debates políticos ajenos al ámbito autonómico y municipal. Esa razón pesa, sin duda, pero no es la más importante.
Compromís se ha visto muy afectado por la salida de Mónica
Oltra y por su incapacidad para evitar el ninguneo a la Comunidad Valenciana
del gobierno de Sánchez. Han resultado perfectamente irrelevantes, y no se les
ocurre idea más brillante que presentar a Baldoví de candidato a la Generalitat,
alguien que ha ejercido de palmero de Sánchez y, ahora, lo hace de Yolanda Díaz,
quien por cierto no se sumó a los saltos festivos junto a Oltra, y que se ha
guardado mucho de defenderla en público. Están divididos (si no que se lo digan
a Mireia Mollá) y siguen obcecados por imponer el valenciano irritando profundamente
a amplias capas de la sociedad valenciana, singularmente en la provincia de
Alicante.
Podemos es un barco a la deriva. Pensaba que no alcanzarían
el 5% de los votos y quedarían fuera. Mi olfato no me falló, pese a lo que
pronosticaban las encuestas. Ha sido la formación más afectada por las
políticas sectarias e irracionales de Podemos en el Gobierno nacional. Les ha
pesado como una losa la imagen de las compungidas Montero y Belarra. Por si eso
no fuera suficiente, han cometido el tremendo error de pensar que la ley de
vivienda era una baza electoral e Illueca lo dejó muy claro en los debates. Se
trata, en mi opinión, del gran error de la izquierda. En conclusión, Podemos desaparece
tanto en el Ayuntamiento de Valencia como en la Generalitat.
El PSPV no ha capitalizado el hundimiento de Ciudadanos,
cuyo voto se ha ido masivamente al PP sin ningún temor a Vox. Los socios de Puig
dan mucho más miedo que Vox, y esa es la realidad que no se atreven a admitir:
se han creído que la gente huye de lo que califican como “extrema derecha” o “fascismo”,
una mentira con la que no se engaña a la gente que tiene ojos y oídos. El
verdadero peligro son las políticas sectarias de la izquierda que Puig no ha
sido capaz de frenar. Eso y su inanidad política muestran que no es el líder
que necesitan los más de cinco millones de valencianos. Page ha resistido en Castilla-La
Mancha, así que Puig no tiene excusa. No ha sabido marcar la agenda política en
Valencia y se va con sus socios con la huella de un zapato ciudadano en el
trasero.
Convendría que los políticos de la izquierda se dieran una
vuelta por las localidades costeras y vieran los muchos edificios que pueblan
nuestras ciudades esperando turistas y extranjeros que desean visitarnos o quedarse
a vivir en España. Verán que hay numerosas inmobiliarias en las que trabajan
personas que tienen familias. La ley de vivienda es un ataque al derecho de
propiedad que amenaza los ingresos de mucha gente, en su mayoría pequeños
propietarios, y no iba a mejorar la situación real de los inquilinos. Jamás se
debía haber aprobado dicha ley y ha sido una de las principales razones de la
derrota cosechada por la izquierda en la Comunidad Valenciana.
En el resto de España la derrota de la izquierda ha sido
total, especialmente en Madrid. Estamos ante una enmienda a la totalidad de las
políticas de Sánchez y de Podemos. El adelanto electoral no le va a servir de
nada, pero esto merece otra entrada.
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