Hace meses que se celebraron elecciones autonómicas en Cataluña y hemos podido ver que desde entonces todo ha girado en torno a si Illa podía lograr los apoyos para ser investido. Finalmente lo ha logrado mediante un pacto con ERC por el que el PSC se compromete a dotar a esa comunidad autónoma de una financiación “singular”, lo cual ha despertado la consiguiente alarma en el resto de España, porque a algunos les parece que con el dinero no se juega, que aquí sí se está ante algo más importante que que se amnistíe a unos delincuentes. Ambas cosas, y tantas otras que están pasando en España, son muy graves, pero comentemos como va la pugna entre Sánchez y los independentistas, aunque solo sea como triste entretenimiento en este mes de agosto.
Tras las elecciones generales del
pasado año señalé que era Sánchez y no Puigdemont quien tenía la posición de
fuerza. Como Sánchez ha concedido la amnistía y ahora cede con ERC en la financiación singular se piensa que, al aceptar esos chantajes, la posición
de fuerza la tienen los independentistas. Obviamente, a Sánchez le gustaría mandar
(hablar de gobernar es muy generoso hacia él) con mayoría absoluta, e incluso
es posible que se vea obligado a convocar elecciones, pero, aún así, su
posición es más fuerte que la de los independentistas por dos razones. La
primera y decisiva es su falta absoluta de moralidad. Donde los ciudadanos de
bien ven chantaje, Sánchez ve simplemente mantenerse en el poder, mandar. Esa ausencia de moralidad le convierten en el político más dopado del
pelotón. El precio que España y los españoles debamos pagar para que él siga en
el poder le importa un rábano y es importante interiorizar esta idea si
queremos realizar un buen análisis de cuál es la situación en la lucha por
el poder político. Si la amnistía le ha permitido ser presidente, para él el
objetivo está cumplido; la batalla, ganada. Lo mismo que si coloca a Illa de
Presidente de la Generalidad, aunque sea a costa de ahondar en la desigualdad entre españoles. La segunda razón es que los independentistas catalanes
sólo pueden sacar algo de Sánchez, es su única baza y lo saben. Por eso le invistieron a él, y ERC ha investido a Illa: la
alternativa les perjudicaba.
Como acertadamente destacan muchos analistas, a fecha de hoy Sánchez es Presidente, e Illa también; el independentismo bajando electoralmente en Cataluña (su peor resultado en mucho tiempo); y para traca final Puigdemont haciendo el payaso y volviéndose a escapar sin ninguna posibilidad de participar en el parlamento catalán. A Sánchez le importa muy poco el precio que se vaya a pagar por ello. Con la fuga del payaset Puigdemont escurre el bulto y se lo endosa a los Mossos, a los que con esta incompetencia propia de la T.I.A. de Ibáñez y ese sombrero de copa que les plantificaron en el diseño del uniforme de gala los han convertido en el cuerpo de policía más ridículo de España. En cuanto a la financiación singular para Cataluña es posible que finalmente Compromís y la Chunta le solucionen la papeleta y no se apruebe. Por otra parte, aunque la amnistía haya salido adelante, mientras no vuelva Puigdemont -y ya han visto cómo ha vuelto- a Sánchez le da igual. En definitiva, desde esa perspectiva aborrecible de la política como lucha por el poder, Sánchez está maximizando sus magros resultados electorales. Cuando caiga, su triunfo habrá sido haber permanecido más de seis años en el poder, como cuando de pequeño nos subíamos al trampolín de la piscina y cantábamos “yo soy el rey de la palanca", y ahí seguíamos hasta que el siguiente subía y nos empujaba (sin puñetazos) a ver quién caía al agua y quién permanecía en el trampolín. Ganaba el que más aguantaba. Igual Sánchez también conoció esas salvajadas que cometíamos los "boomers" y lo tiene interiorizado olvidando que era un juego de niños.
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