viernes, 25 de abril de 2025

El coste de la desconfianza y el miedo

A la hora de relacionarnos con otras personas podemos tener una actitud confiada o desconfiada. La cuestión de la confianza y, dando un paso más, el miedo está también presente en la forma de organizar la sociedad. Es impresionante ver en los aeropuertos las largas colas que se forman para controlar los objetos que los pasajeros pretenden introducir en los aviones. Probablemente ninguna de las personas que un día pasa por allí desea cometer un atentado, pero la sola posibilidad de que alguien pueda hacerlo genera una desconfianza que altera por completo la organización de la vida colectiva. En un caso como este creo que todos estaremos de acuerdo en que el riesgo de que mueran inocentes justifica que nos protejamos con esas medidas de seguridad. Sin embargo, hay situaciones en que es preferible confiar y asumir el riesgo que ello pueda entrañar. Es más, diría que siempre habría que partir de la confianza y de la buena fe como principio lógico de actuación, puesto que la desconfianza y el miedo pueden deteriorar gravemente las relaciones e instituciones humanas. Pondré un ejemplo que considero bastante significativo.

En la enseñanza me parece esencial que el estudiante confíe en el maestro o profesor. La película “Karate Kid” lo muestra con claridad. El señor Miyagi y Daniel se comprometen a enseñar y a aprender Karate respectivamente. Además, Daniel debe obedecer sin hacer preguntas. Esta exigencia podría resultar sorprendente, pero con ello el señor Miyagi pretende fomentar esa imprescindible confianza en el maestro. La primera lección consiste en que Daniel lave coches y pinte las vallas de una cerca realizando esas tareas con unos movimientos pautados que vigila el señor Miyagi. Daniel no sabe qué puede aprender con esas tareas, pero obedece. Como no recibe ninguna explicación se va hartando y llega a pensar que el señor Miyagi lo tiene de “machaca” para beneficio propio. Al final, ante el conato de rebelión del muchacho, el señor Miyagi le muestra que esas tareas son excelentes ejercicios para dominar movimientos clave del karate.

Si en la relación entre estudiante y profesor se pierde esa confianza -y eso está sucediendo-, el profesor puede sentirse amenazado ante la posibilidad de que se le cuestione su forma de evaluar o los criterios de corrección que utiliza. Al final, la relación se juridifica para convertirse en un haz de derechos y obligaciones por ambas partes que responden una desconfianza verdaderamente corrosiva. Si se parte de la confianza, el estudiante deberá aceptar que el profesor decida examinarle oralmente, por ejemplo, y tener libertad para valorar el grado de asimilación de la asignatura. Naturalmente, podría pedir que le explicara en qué se ha equivocado, pero sería muy pernicioso que interpusiera una reclamación para protestar contra el criterio del profesor. Sé que hay profesores que pueden actuar arbitrariamente, pero no es lo habitual. Lo que importa destacar es que si la relación se basa en un garantismo fundado en la desconfianza es poco lo que se gana y mucho lo que se pierde. En definitiva, pensemos muy detenidamente en el coste que entraña relacionarnos desde la desconfianza y el miedo.

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