Es de suponer que pronto sepamos con certeza las causas del apagón de ayer. Desde hace unos años, en asuntos relacionados con la energía suelo prestar atención a las opiniones de Carlos Gagigal, un experto en esta materia. Antonio García Ferreras le entrevistó en directo en su programa de televisión y dijo que muy probablemente España no había padecido ningún ciberataque y que, como se venía advirtiendo, lo más lógico era que el apagón fuera causado por un exceso de oferta de energía, debido a la alta producción de las renovables. La desproporción entre la oferta y la demanda causó unos desajustes en los nudos que transmiten la energía que hizo “saltar los plomos”, como puede suceder en cualquiera de nuestras casas. Como todavía no estamos en disposición de almacenar toda la electricidad que generamos, es posible -seguía diciendo Cagigal- que lo de ayer no sea un incidente aislado y pueda volver a suceder.
Espero que pronto sepamos si esta teoría es acertada, pero da
la impresión de que ha habido una mala o nula planificación para evitar este
desajuste que ha causado pérdidas millonarias y graves problemas a muchas
personas. Habrá que depurar responsabilidades, pero tiendo a pensar que nos
puede haber venido muy bien este apagón no sólo para buscar soluciones técnicas
para garantizar el suministro eléctrico, sino sobre todo para mostrarnos que
nuestra “instalación” en esta sociedad técnica no es tan segura. Somos frágiles,
dependientes los unos de los otros, barro en definitiva, como suele decirse.
Queremos dominar el entorno y un sopapo en forma de apagón nos viene de
maravilla para ponernos en nuestro sitio.
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