En este caso es curioso el apodo que se le ha dado. La gran mayoría de delincuentes tiene un apodo propio, no aclarativo. Ahí están “el Dioni”, “el Lute”, “el Solitario”, “el Vaquilla”, etc., pero Pepe era “Pepe, el del popular”. ¿Se imaginan la situación en el bar a la hora del aperitivo?
- Gutiérrez, ¿te has enterado de lo de Pepe Martínez? Dicen que ha trincado 6.000 millones de pelas y se ha ido de España.
- ¿No me jodas? ¿Lo dices en serio?
- Completamente.
- ¿Pero este Pepe es Pepe el que trabajaba en el Vizcaya.
- No, hombre, no, Pepe, el del Popular.
- Ah, coño, vaya tela, Pepe, el del Popular. ¡Qué calladito se lo tenía el muy mamón! Pues ha hecho bien. Si le cogen dentro de unos años que le quiten lo bailao.
Y probablemente tras muchas conversaciones como esta acabó siendo conocido como “Pepe, el del Popular”, el típico delincuente fungible. En ese caso fue Pepe, el del Popular, como en otro podría haber sido Pepe, el del BBVA o Miguel, el del Banesto. Gente normal y corriente que cansada de verlos pasar por delante mete la mano y sale corriendo. Vamos a ver si conforme avanza la crisis no empiezan a proliferar los “Juan, el de la gasolinera”, “Javierito, el de la perfumería” o “Manuela, la de Mercadona”.