Hace tiempo que no escribo sobre la crisis económica en el blog. Es como un nubarrón que flota en el aire y nos sume en un sombrío panorama que termina por resultarnos familiar, aunque no nos acostumbremos a él. Sin embargo, es necesario hablar de ello porque en realidad más que un nubarrón es una nube tóxica que hemos provocado, y que seguirá ahí mientras no se tomen las medidas necesarias para combatirla.
En un artículo que escribí el mes pasado señalaba que la crisis tiene un fundamento moral que se manifiesta en la tolerancia ante la mentira y en la pueril tendencia a eludir la realidad. Me asombra la osadía de Zapatero: negó la crisis cuando era más que evidente y ahora no duda en engañar a los ciudadanos, eso sí, siempre por nuestro bien, ya que “el pesimismo no crea empleo”. La realidad sin embargo siempre se abre camino y está dejando en evidencia a Zetapé, cuya credibilidad es absolutamente nula para cualquier ciudadano medianamente despierto.
Si se sigue por este camino veo muy complicado salir de la crisis a medio plazo, es decir, en un periodo de tres años. Las medidas del gobierno han consistido en aumentar el gasto público para estimular la economía. Es como empujar un coche que se ha quedado sin batería con la esperanza de que el impulso haga que el motor arranque. Pero si la batería está agotada y el motor viejo todo lo que sea persistir en ese empuje será un esfuerzo baldío que terminará dejándonos exhaustos. En lugar de empujar, mejor haremos preparándonos para hacer el camino en un transporte más modesto hasta que podamos comprar un nuevo vehículo o reparar adecuadamente el actual, y asegurándonos de que en este trayecto no falten víveres (subsidios). Si trasladamos la metáfora a la situación española podemos decir que la batería y el motor son los empresarios que con su iniciativa pueden lograr que la economía vuelva a funcionar. ¿Qué medidas se han tomado para facilitar la aparición de nuevos empresarios? Que yo sepa, ninguna significativa; más bien todo lo contrario. Este es el primer problema. El segundo consiste en que las nuevas generaciones carecen de ese espíritu emprendedor imprescindible para que un país prospere. Hemos logrado que los jóvenes quieran ante todo ser funcionarios y así no hay solución que valga.
Cuando el PP ganó las elecciones de 1996 se encontró con la generación del baby boom de los setenta a punto de incorporarse con todo su vigor al mercado de trabajo. No es de extrañar, al margen del acierto de los gobiernos de Aznar, que la población activa aumentase notablemente. Por otra parte, no se jubilaban tantas personas. Hoy nos encontramos con que las generaciones de jóvenes que se deben incorporar al mercado de trabajo son poco numerosas y con escaso espíritu emprendedor, al tiempo que acceden a la jubilación los nacidos en la década de los cuarenta, que supuso una notable expansión demográfica. En definitiva, al margen de la política nefasta de Zetapé, la coyuntura generacional del año 1996 era más favorable para salir de la crisis.
En un artículo que escribí el mes pasado señalaba que la crisis tiene un fundamento moral que se manifiesta en la tolerancia ante la mentira y en la pueril tendencia a eludir la realidad. Me asombra la osadía de Zapatero: negó la crisis cuando era más que evidente y ahora no duda en engañar a los ciudadanos, eso sí, siempre por nuestro bien, ya que “el pesimismo no crea empleo”. La realidad sin embargo siempre se abre camino y está dejando en evidencia a Zetapé, cuya credibilidad es absolutamente nula para cualquier ciudadano medianamente despierto.
Si se sigue por este camino veo muy complicado salir de la crisis a medio plazo, es decir, en un periodo de tres años. Las medidas del gobierno han consistido en aumentar el gasto público para estimular la economía. Es como empujar un coche que se ha quedado sin batería con la esperanza de que el impulso haga que el motor arranque. Pero si la batería está agotada y el motor viejo todo lo que sea persistir en ese empuje será un esfuerzo baldío que terminará dejándonos exhaustos. En lugar de empujar, mejor haremos preparándonos para hacer el camino en un transporte más modesto hasta que podamos comprar un nuevo vehículo o reparar adecuadamente el actual, y asegurándonos de que en este trayecto no falten víveres (subsidios). Si trasladamos la metáfora a la situación española podemos decir que la batería y el motor son los empresarios que con su iniciativa pueden lograr que la economía vuelva a funcionar. ¿Qué medidas se han tomado para facilitar la aparición de nuevos empresarios? Que yo sepa, ninguna significativa; más bien todo lo contrario. Este es el primer problema. El segundo consiste en que las nuevas generaciones carecen de ese espíritu emprendedor imprescindible para que un país prospere. Hemos logrado que los jóvenes quieran ante todo ser funcionarios y así no hay solución que valga.
Cuando el PP ganó las elecciones de 1996 se encontró con la generación del baby boom de los setenta a punto de incorporarse con todo su vigor al mercado de trabajo. No es de extrañar, al margen del acierto de los gobiernos de Aznar, que la población activa aumentase notablemente. Por otra parte, no se jubilaban tantas personas. Hoy nos encontramos con que las generaciones de jóvenes que se deben incorporar al mercado de trabajo son poco numerosas y con escaso espíritu emprendedor, al tiempo que acceden a la jubilación los nacidos en la década de los cuarenta, que supuso una notable expansión demográfica. En definitiva, al margen de la política nefasta de Zetapé, la coyuntura generacional del año 1996 era más favorable para salir de la crisis.