sábado, 22 de enero de 2011

Fuga de cerebros

Hace tiempo comenté en el blog que España ha atraído una inmigración de escasa o nula cualificación a la vez que no ha sido capaz de dar oportunidades dignas a sus jóvenes más preparados. Subrayo lo de dignas, porque aunque hay licenciados, ingenieros o médicos que pueden encontrar un empleo, algunos salarios no son de recibo. Es una lástima, qué digo lástima, es una auténtica tragedia que España no sepa retener a sus mejores cerebros. Una noticia que hoy publica El Mundo lo confirma: Alemania necesita jóvenes de alta cualificación para seguir creciendo económicamente y pretende reclutarlos de España y de otros países de la Unión Europea. Por lo menos todavía se valora la cualificación de los trabajadores españoles, pero desgraciadamente me temo que en un futuro próximo –fundamentalmente cuando Bolonia (la LOGSE de la educación superior) deje ver sus efectos en nuestros ingenieros- no seremos capaces ni de contar con esos jóvenes altamente cualificados. Resulta verdadermente descorazonador leer una noticia como la que les adjunto mediante un link. No soy de naturaleza pesimista, pero me cuesta ser optimista cuando analizo fríamente la situación de España.


http://www.elmundo.es/mundodinero/2011/01/22/economia/1295702216.html

miércoles, 19 de enero de 2011

Mamarrachada en el Senado

El espectáculo de los senadores subrayando su particularidad regional a través del uso de la lengua propia de su región mientras buena parte de la cámara recurre al traductor es todo un esperpento. Me pregunto qué tiene que ver que el Senado sea la cámara de representación territorial con el uso de lenguas distintas del español. ¿Acaso el uso del español como lengua común menoscaba la rica pluralidad de España? Realmente patético, y absolutamente indecente que se gaste dinero en esta mamarrachada con la situación que estamos viviendo. No obstante, adelante, que cada cual hable en la lengua que estime oportuno, pero sin traducción de ningún tipo. Allá ellos si no se entienden.

martes, 18 de enero de 2011

A favor de la ley "antitabaco"

La entrada en vigor de ley “antitabaco” ha provocado un debate interesante. El argumento decisivo de los contrarios a esta ley es su carácter marcadamente paternalista y, por consiguiente, absolutamente contrario a la libertad. En una tertulia televisiva, Mario Conde utilizó este argumento señalando que lo decisivo es evitar que en un local abierto al público nadie sea perjudicado por el humo en contra de su voluntad. Si el posible cliente es informado de que en un local se permite fumar, cuando entra y respira el humo lo hace voluntariamente y, por tanto, el legislador no debería interferir en esa decisión absolutamente personal, al igual que no interfiere en la decisión de cualquier persona de fumar al aire libre o en su casa. En apariencia el argumento es sólido, pero apenas se analiza la realidad social es perfectamente posible darse cuenta de su debilidad.

La apariencia de solidez viene dada porque parece innegable que la persona que no fuma goza de libertad para entrar o no entrar en el local en cuestión. Sucede, sin embargo, que cuando la ley otorga la posibilidad de que el dueño decida si se puede fumar o no la gran mayoría de los bares –lo hemos visto todos estos años- decide que sí se puede fumar, porque tienen la convicción de que esa decisión les resta menos clientes, debido a que los no fumadores, pese a que no les guste demasiado que se fume a su lado, seguirán entrando y consumiendo. Si se prohíbe fumar, en cambio, creen que podrá más el vicio que el deseo de consumir.

La ley antitabaco protege a los no fumadores que no hemos tenido más remedio que transigir pacientemente con una realidad social que desde el principio se amoldó al vicio, pese a que resultaba molesta y absolutamente insalubre. Es cierto que si no queríamos tomar un café en el bar de la Facultad apestado de humo de tabaco éramos muy libres de traernos el termo de café de casa y tomárnoslo al aire libre; tampoco nadie nos obligaba a ir a ver un partido de fútbol y tragarnos el humo del puro del vecino; por no decir que podíamos quedarnos en casa y prescindir de bares y restaurantes en los que el cigarrillo del de la mesa de al lado te amargaba la cena. Quienes no fumamos nos hemos visto siempre en la tesitura de tener que ceder nuestra salud y nuestra comodidad para realizar muchísimas actividades sociales. ¡Menuda libertad! El legislador ha acabado con esta farsa. Ya era hora.

sábado, 15 de enero de 2011

"El tiempo entre costuras"

En los últimos meses he escuchado una cuña publicitaria de radio en la que se recomendaba un libro, cosa insólita en estos tiempos en los que cada vez hay menos afición a la lectura. El libro en cuestión era “El tiempo entre costuras”, de María Dueñas, y casualmente lo estaba leyendo. Aunque tenga buenas críticas, no hay que engañarse pensando en que estamos ante la irrupción de una gran escritora y de una novela verdaderamente sobresaliente. Entretenida, bien ambientada, bien estructurada, y correctamente escrita. Lo cual no es poco. Los personajes, sin embargo, carecen de profundidad, incluido aquellos que no son de ficción, tales como Juan Beigbeder o Ramón Serrano Suñer. Quizá su mayor interés radique en que ofrece una pincelada sobre la vida en ciudades del protectorado español en Marruecos (Tetuán y Tánger) durante la Guerra Civil. Llama la atención lo extraordinariamente cosmopolitas que llegaron a ser algunas ciudades del norte de África bajo control europeo en la primera mitad del siglo XX.

viernes, 14 de enero de 2011

¡Me han dado la hipoteca!

José Mota dio en el clavo con ese gag en el que un individuo sale feliz de un banco exclamando “¡Macho, que me han dao la hipoteca!”. Este genial humorista sintetiza en esa frase y en la alegría que la acompaña la realidad española de los últimos tiempos. Los españoles nos endeudábamos y éramos felices al hacerlo, aunque ello supusiera estar pagando durante los próximos treinta o cuarenta años de nuestra vida. En realidad no se pensaba en esos años, porque se estaba en la creencia de que nuestra casa siempre valdría más en el futuro y vendiéndola incluso ganaríamos dinero.

Ayer me vino a la cabeza ese gag al observar la alegría con la que gobierno y ciertos economistas recibían la noticia de la "colocación" -ojo a la palabra que se utiliza para camuflar la realidad- de 3.000 millones de euros de deuda pública por parte de España a un interés superior al 5%. Nos prestan dinero con el que afrontar gastos, lo cual es positivo porque de lo contrario iríamos directamente a la quiebra, pero no deberíamos ignorar que seguimos engordando la bola de nieve que compromete nuestro futuro próximo. Hay que empezar a crecer porque así no se puede seguir mucho más tiempo. Antes, Zapatero solía justificarse diciendo que estábamos ante una crisis internacional, lo cual era cierto. Sin embargo, estamos viendo que Alemania este pasado año ha crecido más del 3%, así que ya no hay excusas. Zapatero ha fracasado estrepitosamente, y si tuviera algo de dignidad dimitiría y convocaría elecciones. Evidentemente no lo hará, pero su final está a la vuelta de la esquina.

Me pregunto cómo afrontará el PP el reto que tiene ante sí una vez gane las elecciones. En buena medida dependerá de cómo quede el PSOE después de Zapatero, pues probablemente serán necesarios importantes pactos de Estado. Pienso que la gran derrota del PSOE que se avecina, unida a la debacle socialista en Cataluña, puede ser un momento muy oportuno para reorientar ese partido. No tengo, sin embargo, mucha esperanza en ello.

domingo, 12 de diciembre de 2010

¿Qué es educar?

El viernes vi parte del programa de Intereconomía “Lágrimas en la lluvia” dedicado a la educación. La película elegida para introducir el tema fue “El club de los poetas muertos” (Dead poets society), de Peter Weir. Los invitados al programa comenzaron valorando la película, y en especial la figura de Mr. Keating, el protagonista, un profesor de literatura de un colegio de élite estadounidense que utiliza unos métodos de enseñanza poco habituales que sorprenden a los alumnos y suscitan recelos en la dirección del centro. Keating centra sus enseñanzas en la poesía y se esfuerza sobre todo por transmitirles que ésta es sentimiento, y que ese sentimiento se nutre de un intenso amor por la vida. De ahí que les anime a abrirse a diferentes puntos de vista, descubrir su propia vocación, y aprovechar cada instante de su vida al máximo. Todos los contertulios fueron muy duros con la figura de Keating, coincidiendo en señalar que transmite a sus alumnos un vitalismo huero que no contribuye positivamente a su educación. Pienso, sin embargo, que es injusto cebarse con Keating. “Dead poets society” no propone un modelo educativo, sino que narra una historia en la que Keating cumple la finalidad de animar a los estudiantes a decidir por sí mismos, en claro contraste con un ambiente dominado por la voluntad de los padres de encauzar rígidamente el futuro de sus hijos. Esa tensión se desborda en el personaje de Neil Perry, quien incapaz de liberarse de la tiranía de su padre, obsesionado con que vaya a Harvard a estudiar Medicina, decide suicidarse.

Dejemos, pues, tranquilo a Mr. Keating y centrémonos en la gran pregunta que presidía el programa de anoche. ¿Qué significa educar? Les ruego que reflexionen sobre el asunto unos minutos. Se trata de una pregunta decisiva que como padre y profesor me interesa particularmente. En los aproximadamente cuarenta minutos que aguanté despierto escuchando la tertulia no hallé ninguna respuesta satisfactoria. Se daba vueltas sobre el asunto sin ser capaz de dar en el blanco. No sé si seré capaz de acertar, pero al menos voy a intentarlo.

Yo diría que educar es enseñar a ser feliz como alguien virtuoso busca la felicidad. Quizá sorprenda que relacione educación y felicidad, especialmente cuando el mensaje ilustrado según el cual cada persona tiene derecho a buscar la felicidad a su modo ha calado tan hondo. Sé que esta tesis puede parecer intolerablemente paternalista, pero nadie puede educar sin querer bien al educando, y el mayor bien que se puede desear para él es que sea feliz. Ciertamente sólo se puede alcanzar la felicidad desde la libertad, y yerra absolutamente quien pretenda no sólo mostrar el camino de la felicidad, sino forzar a transitarlo, pero me parece fundamental insistir en que el verdadero fin de la educación es la felicidad del educando. Por esta razón creo que todo aquel que no sepa qué es la felicidad y cuál es el camino que a ella conduce difícilmente será un buen educador.

La segunda parte de mi tesis es igualmente arriesgada y quizá todavía más exigente. Presupone el convencimiento de que se puede enseñar a ser feliz, y de que hay un modo adecuado de serlo. Creo que puede afirmarse que la verdadera felicidad es fruto de determinadas acciones, así como de cierta actitud vital (véase el post que escribí sobre la felicidad). La felicidad no puede diluirse en el relativismo, pese a que lógicamente haya que admitir que alguien pueda sentirse feliz incluso cometiendo una acción perversa. Con su extraordinaria lucidez Aristóteles afirmó: “La virtud moral, en efecto, tiene que ver con los placeres y dolores, porque por causa del placer hacemos lo malo y por causa del dolor nos apartamos del bien. De ahí la necesidad de haber sido educado de cierto modo ya desde jóvenes, como dice Platón, para poder complacerse y dolerse como es debido; en esto consiste, en efecto, la buena educación”. Cualquiera que se enfrente a la tarea de educar debería grabar a fuego estas palabras de Aristóteles. Educar bien exige precisamente ser capaz de encauzar sanamente los afectos del educando para que se alegre y se contriste según lo propio de alguien virtuoso. ¿Cómo se logra esto? He ahí el quid de la cuestión. Mi respuesta: En primer lugar, observando siempre una conducta ejemplar que sirva al educando de modelo a imitar, de tal forma que en ella pueda identificar las diferentes virtudes que adornan una personalidad bien formada. En segundo lugar, respetando la verdad y haciendo que el educando la respete, de tal manera que habrá que decirle sí cuando es sí y no cuando es no. En dos palabras: ser capaz de felicitarle y corregirle. En tercer lugar, proporcionando al educando los conocimientos necesarios para poder comprender la realidad circundante, y fomentando en él el hábito de actuar bien, es decir, virtuosamente. Esta sería, en síntesis, mi respuesta a la cuestión planteada.

jueves, 2 de diciembre de 2010

"El País" y las filtraciones de wikileaks

El periódico “El País” está recibiendo críticas por otorgar una desmesurada importancia en su edición digital a las filtraciones publicadas por Wikileaks que dan a conocer información secreta de la inteligencia estadounidense, entre ellas algunas que se refieren a España. Llamó especialmente la atención que la noche del domingo esta información ocupara la cabecera del periódico por delante de las elecciones catalanas, cuyos resultados se estaban conociendo en esos momentos. Si el resultado de esas elecciones hubiera sido favorable al PSC muy probablemente “El País” hubiera relegado las filtraciones de Wikileaks a un segundo plano, pero es una hipótesis que me trae sin cuidado, porque, dejando al margen la intención con la que esté obrando este periódico, lo cierto es que es una noticia extraordinariamente importante, y me parece absolutamente descorazonador que se frivolice con este tema refiriéndose a él como cotilleos, o simplemente apuntando que se da a conocer lo que ya se intuía. ¿Realmente son más importantes las elecciones catalanas? A mí desde luego no me lo parece, y escribir un post comentándolas me ha parecido una pérdida de tiempo.

La cacería que se ha puesto en marcha contra Julian Assange, el creador de Wikileaks, es verdaderamente sobrecogedora. Se ve a la legua que Estados Unidos va a por él sin ningún miramiento, y hay gente como ese tal Tom Flanagan que no tiene el menor pudor en afirmar públicamente que debería ser asesinado. Incluso he leído opiniones que señalan que hay que restringir la libertad de información que ejerce Wikileaks porque pone en riesgo a determinadas personas. No sé si eso será así, pero  hay que decir que Wikileaks da a conocer información veraz y de interés público de fuentes cuyo anonimato lógicamente preserva. Wikileaks nos ha permitido ver cómo Estados Unidos no ha tenido ningún reparo a la hora de matar inocentes en Iraq (entren en la web y vean el vídeo). Los españoles hemos podido saber que la fiscalía, lejos de defender la legalidad, ha maniobrado para exonerar de responsabilidades penales a quienes mataron vilmente al cámara español de Telecinco, José Couso. Y muchas más cosas. ¿Cotilleos? Es un verdadero escándalo, pero lo más triste es comprobar que la gente ha perdido la capacidad de indignarse y de exigir responsabilidades. Es intolerable que nuestra justicia pueda ceder a las presiones de una potencia extranjera, sobre todo cuando se trata de hacer justicia a un ciudadano español. Lo mismo que aplaudo que “El Mundo” proporcione información que ayude a clarificar el 11-M, me parece digna de alabanza la atención que “El País” está prestando a las filtraciones de Wikileaks. Gracias, Julian.