miércoles, 25 de mayo de 2011

"Los pilares de la tierra"

Siguiendo la sugerencia de uno de los lectores del blog, he leído “Los pilares de la tierra”, de Ken Follet, una novela histórica que según algunos ha contribuido a poner de moda este género literario en las últimas décadas. Es una novela muy larga que, pese a su extensión, se lee con bastante facilidad. La narrativa de Follet es ágil, británicamente clara, sin embeleco ni florituras, pero carece de brillantez, ni siquiera de la brillantez que proporciona la sobriedad. La trama está muy bien concebida y narra con fluidez la acción. La recreación histórica es correcta. En definitiva, es una novela de acción bastante entretenida y correctamente escrita y ambientada. Por ello no es de extrañar que guste a los lectores, y que Follet sea un escritor con muchos seguidores. Lo que más me ha gustado ha sido la lucha del bien contra el mal, que quizá constituya la esencia de la novela: cuando el bien es asistido por la inteligencia y la buena voluntad triunfa frente al mal, aunque en auxilio de éste acudan el poder y la inteligencia malévolamente orientada. Un tema tradicional, pero siempre apasionante. Concluiré aconsejando al lector que, si desea aproximarse a la novela histórica, no deje de leer “Sinuhé, el egipcio”, de Mika Waltari. Además, si se interesa por la Inglaterra del siglo XII, le recomiendo “Ivanhoe”, de Walter Scott. 

martes, 24 de mayo de 2011

Anécdota reveladora

La semana pasada se me ocurrió citar en clase un ejemplo que tenía como protagonista a Gorbachov. Inmediatamente reflexioné y pregunté, “¿saben ustedes quién era Gorbachov?, ¿no?”. En efecto, el 90% de los estudiantes no sabía a quién me refería. Una alumna que sí parecía saberlo levantó el brazo y dijo que era el anterior Ministro de Trabajo (obviamente confundió a Gorbachov con el ínclito Celestino Corbacho). En fin, me puse a explicarles quién era Gorbachov y mencioné la Unión Soviética. “¿Sabes ustedes qué era la Unión Soviética y cuándo se descompuso?”. Otra alumna levantó el brazo y dijo que en 1931. ¿Queda claro qué es lo primero que hay que reformar? Pues eso.

Urge un cambio radical en el PSPV

El hundimiento del PSPV (Partit Socialista del País Valencià) en estas elecciones autonómicas no se explica sólo por el rechazo a Zapatero o por la ausencia de un candidato que logre conectar con el electorado. El problema es mucho más profundo porque afecta a la propia definición del partido y a la estrategia política que deben seguir si realmente desean plantear una alternativa creíble al PP.

Lo primero que debe hacer el PSPV es abrirse a la realidad valenciana. La Comunidad Valenciana se denomina oficialmente Comunidad Valenciana. Yo preferiría que los dos grandes partidos se pusieran de acuerdo para modificar esa denominación y regresar a la secular, es decir, Reino de Valencia, pero mientras eso no se produzca la denominación es Comunidad Valenciana. De igual manera, la señera de la Comunidad incluye la franja azul, lo cual, al margen de consideraciones históricas, evita confusiones con las banderas de otras comunidades autónomas de la antigua Corona de Aragón. También es importante darse cuenta de que, aunque en la Comunidad Valenciana hay muchas zonas con importante implantación del valenciano, el español es la lengua preferida por los valencianos en su inmensa mayoría, y es la lengua vehicular para el 90% de la población. Finalmente, también sería conveniente que los socialistas comprendieran el profundo sentimiento de españolidad de los valencianos, lo cual se refleja claramente en la letra de nuestro himno regional.

Aunque parezca increíble, el PSPV pretende ser alternativa de gobierno siendo refractario a casi todo lo que acabo de señalar. Siguen adoptando la denominación que el pancatalanismo utiliza para referirse a la Comunidad Valenciana; se sienten más cómodos sin la franja azul en la señera; omiten en sus actos el himno regional valenciano; y, finalmente, dan la impresión de preferir una Comunidad Valenciana más vinculada a Cataluña que al resto de España. Así, como es natural, no van a ninguna parte. Me da la impresión de que ya se están dando cuenta, pues fue muy significativo que durante la campaña la referencia a “Socialistas Valencians” sustituyera a PSPV. Tendrán, sin embargo, que dar un paso más y adoptar las señas de identidad y la realidad valenciana si realmente aspiran a representar una alternativa al PP. Comprimís y EU pueden permitirse esas licencias, pero no un partido que aspira a gobernar la Comunidad. ¿Aprenderán la lección o todavía permanecerán anclados en la creencia periclitada de que la Comunidad Valenciana es el País Valencià de Joan Fuster?

lunes, 23 de mayo de 2011

Zapatero se atrinchera

Zapatero tenía dos opciones, a cada cual peor para sus intereses: podía enrocarse y decir que hoy se votaba a presidentes autonómicos y alcaldes, y que por tanto no se valoraba su gestión; o podía reconocer que los españoles han castigado su política, pero que seguirá al frente del gobierno para culminar las reformas que ha puesto en marcha. A la vista de la escandalosa derrota electoral, la primera alternativa era sencillamente increíble. Pero casi era mejor que la segunda, que es por la que finalmente se ha decantado. Zapatero reconoce que no tiene el respaldo de los españoles, y sin embargo se niega a adelantar las elecciones y persiste en continuar con las reformas previstas. ¿Este era el tipo que venía dando lecciones de democracia?, ¿este era el que se quejaba de que Aznar no escuchaba a los españoles al apoyar la guerra de Iraq? Pues sí. Zapatero cree que es legítimo emprender reformas aunque los españoles hayamos aprovechado la primera oportunidad electoral para decirle que se vaya a casa. ¿Se atrincherará? Veremos las reacciones de sus compañeros de partido que acaban de perder el poder.

domingo, 15 de mayo de 2011

Hablar y escribir

Hace unas semanas, en clase de “Teoría y Práctica de la Argumentación Jurídica”, una alumna pidió la palabra para comentar algún punto polémico del caso que estábamos examinando. Empezó a hablar, insinuaba la idea, pero no lograba concretarla, así que finalizó diciendo que “no sabía expresarse”. Comenté a los alumnos, con carácter general y sin ánimo alguno de reprender a la estudiante que se había animado a participar, lo preocupante que me parecía esa dificultad expresiva. En efecto, cada vez estoy más convencido de que el objetivo prioritario de la educación primaria debe ser enseñar a expresarse correctamente de palabra y por escrito. Si se dominaran esas habilidades, se fomentaran actitudes positivas hacia el aprendizaje y se adquirieran buenos hábitos casi sería suficiente. Además de la lengua española (sin dominarla no se puede escribir ni hablar correctamente), creo que en primaria habría que impartir geografía e historia, pues sin formación en estas materias no se está en condiciones de comprender la realidad física y social; matemáticas, que contribuyen a desarrollar el pensamiento abstracto; y, finalmente, inglés, que es un instrumento imprescindible para hablar con personas de todo el mundo. Todo lo demás, en mi opinión, es secundario en primaria y puede introducirse en posteriores etapas educativas. Pero, sobre todo, insisto, enseñar a hablar y escribir correctamente. ¡No se imaginan –o quizá sí- lo que ganaría España si lo lográramos!

domingo, 8 de mayo de 2011

Me paso al lector electrónico (ereader)

Hay escritores que desdeñan los nuevos lectores electrónicos (ereaders) para leer libros digitales (ebooks). Creen que no pueden compararse con el placer que proporciona leer sobre el papel, poder tocar una página y guardar el libro en la biblioteca disfrutando de su cálida y arropadora presencia en el salón de la casa o en el estudio. Todo ello es más importante que la ventaja evidente de soportar menos peso entre las manos o de poder llevar en ese dispositivo cientos o miles de libros. Puedo entenderlo hasta cierto punto, porque es verdad que la visión de una biblioteca es algo verdaderamente bonito, sobre todo cuando es obra de una persona y revela sus lecturas. Por eso me parecen más interesantes las bibliotecas que almacenan lecturas reales que aquellas que adquieren proporciones elefantiásicas, e incluyen ejemplares que nunca han tenido la fortuna de hallar un lector. Recuerdo, por ejemplo, que cuando visité la casa de Thomas Mann en Lübeck me llamó la atención el armario que albergaba sus libros. Estaba repleto, pero tratándose de un armario es obvio que incluía una cantidad limitada de ejemplares, aquellos libros que más influyeron en el gran escritor alemán.

Cuando hablamos de libros y de lectura para mí lo más importante es poder leer a gusto un libro. Su presencia física es secundaria. Por ello me sorprende –sobre todo en los escritores- esa obsesión por “el físico” en una actividad absolutamente espiritual. Me interesé por los lectores electrónicos por dos motivos: por una parte, mi dedicación a la investigación hace que viaje cargado de libros, lo cual es siempre incómodo. Además, hay libros de derecho –sobre todo hispanoamericanos- que es más fácil adquirir en formato digital que en papel. En segundo lugar, al margen de la investigación, quería saber si leer un texto en tinta electrónica podía resultar cómodo (nada de Ipad o tablets con pantalla retroiluminada que cansa la vista y consume más batería). Así que me puse a indagar sobre el tema y llegué a la conclusión de que me convenía adquirir uno de estos lectores que me permitiera realizar anotaciones sobre el texto. Quería uno que tuviera una pantalla de 9 pulgadas porque pensé que me resultaría más cómodo, pero finalmente opté por uno de 6, el Samsung E65. Me compré algunas novelas digitales (ebooks) y empecé a leerlas en el formato Epub. Pues bien, confieso que estoy disfrutando leyendo en este formato Epub y tamaño de letra segundo empezando por la izquierda. ¡Un auténtico placer! Una de las novelas que me compré fue “Los pilares de la tierra”, de Ken Follet, que tan buenas críticas ha recibido. Curiosamente mi mujer me lo regaló en papel –no sabía que lo tenía en digital-, así que tengo la posibilidad de leer la novela con el ereader o en papel. Pues me resulta muchísimo más cómodo leerla en el ereader. Así que yo desde luego lo tengo claro: me paso al ereader, porque a mí lo que me gusta es leer.

sábado, 7 de mayo de 2011

¿Qué más da ya que el Tribunal Constitucional tenga razón?

Es totalmente comprensible la indignación ciudadana al saber que los etarras van a poder presentarse a las elecciones. Supongo que, salvo algún tonto como yo, poca gente se habrá leído la sentencia del Tribunal Constitucional que estima su recurso de amparo. ¿Y para qué? El Tribunal Constitucional ha dejado su prestigio en el camino tras el bochornoso espectáculo ofrecido con los prolegómenos y la sentencia del Estatuto de Cataluña. Como advertí en su momento, si ya entonces estaba bajo sospecha, debido principalmente a la evidencia de que no ha permanecido ajeno a las influencias de la lucha partidista, con la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña se jugaba definitivamente, más que su prestigio, su credibilidad.

En la polémica sobre la ilegalización de Bildu el Tribunal Constitucional tiene razón. Léanse los fundamentos 9 y 10 de la sentencia, en los que se recuerda la doctrina constitucional respecto a los requisitos que deben darse para ilegalizar un partido o, como es el caso, una agrupación de electores, y luego observen la impecable aplicación de dicha doctrina al caso concreto en el fundamento jurídico 11, con citas literales de la sentencia del Tribunal Supremo que sorprenderían a más de uno. Pero lo verdaderamente grave es que ya da igual que el Tribunal Constitucional tenga razón. Nadie confía, ni se preocupa por la argumentación jurídica de la sentencia. Los etarras creen que no han sido sus argumentos jurídicos los que han propiciado la estimación de su recurso, sino que están convencidos de que ha sido una decisión política, porque en España, dicen, no hay separación de poderes. El problema es que el resto de los españoles pensemos lo mismo. Provoca escalofríos escribir algo así, porque estoy reconociendo que la política, o, mejor dicho, la lucha partidista, ha sepultado al Derecho, y naturalmente si en un Estado de Derecho el Derecho carece de importancia difícilmente se puede seguir diciendo que vivimos en un Estado de Derecho.