domingo, 21 de agosto de 2011

"Fortunata y Jacinta"

Vuelvo a disponer de ordenador y retomo la gratificante actividad bloguera. Aunque muchos asuntos de actualidad reclaman atención, dedicaré esta entrada a realizar algunos comentarios sobre "Fortunata y Jacinta”, la novela que he terminado de leer hace pocas semanas. Como saben los lectores del blog, soy galdosiano hasta la méduda (así lo declaré en la entrada “Pérez Galdós y el alma quijotesca"), pero curiosamente no había leído esta novela, que es considerada su obra cumbre. Sin duda es una gran novela y recomiendo su lectura, especialmente si se es español. 

De los personajes me ha llamado mucho la atención la caracterización de Juanito Santa Cruz, el señorito mimado, rico, guapo, hijo único de buena familia que vive sin dar un palo al agua, y que engaña a su mujer, Jacinta, con Fortunata y con toda aquella que se tercie. Resulta verdaderamente odioso por su carácter taimado, aunque revestido de los más exquisitos y seductores modos. Su maldad radica en una soberbia que se traduce en un desmesurado amor propio. Pocos defectos hay tan graves como la soberbia, pues causa males e impide reconocerlos y, por tanto, remediarlos. El soberbio siempre busca justificar sus acciones, justificarse (y Santa Cruz es un consumado experto). Otros defectos son también fuente de numerosos males, pero si a ellos no se acumula la soberbia es posible reconocer las faltas cometidas y tratar de enmendarse. En el soberbio ello es dificilísimo. El que quiera hallar un excelente ejemplo de las desgracias que puede ocasionar un niño mimado y soberbio que lea esta novela y preste atención a este destructor llamado Juanito Santa Cruz.

Por su parte, Fortunata es entrañable en su simplicidad. Honesta, veraz, sencilla, apasionada e incapaz someter sus sentimientos a las exigencias sociales. Galdós la presenta como la encarnación del carácter popular español. Fortunata es “puro pueblo”, y ahí radica lo interesante. El pueblo español, tal como lo presenta Galdós en esta y en otras novelas, es sencillote, a veces brutal y, sobre todo, siempre está a merced de los engaños de las personas de clase social superior, tal como sucede con Fortunata y con otros personajes del pueblo. Estamos a finales del siglo XIX y todavía no se detectan los rasgos que llevaron a Ortega a atisbar ese nuevo fenómeno social que denominó “La rebelión de las masas”.

Finalmente, a las virtudes de Galdós que ya destaqué en la citada entrada, quisiera añadir otra. No hay en Galdós la sobriedad de Pío Baroja o Delibes. Galdós es un excelente narrador en el que abunda la metáfora, aunque siempre con moderación. Jamás resulta empalagoso y sobre todo me llama la atención que sus metáforas son pura y natural emanación de su talento. Eso es precisamente lo que hace que Galdós nunca resulte pedante, a diferencia de escritores actuales en los que se percibe un esfuerzo por aderezar la narración con metáforas brillantes que demuestren lo grandes escritores que son. Para que se hagan una idea de la gracia de Galdós, voy a citar un párrafo de la novela en la que Galdós se refiere a Isabel Cordero de Arnaiz, una prolífica madre de familia: “En 1845, cuando nació Juanito, ya había tenido ella cinco, y siguió pariendo con la puntualidad de los vegetales que dan fruto cada año. Sobre aquellos cinco hay que apuntar doce más en la cuenta; total, diez y siete partos, que recordaba asociándolos a fechas célebres del reinado de Isabel II. «Mi primer hijo –decía- nació cuando vino la tropa carlista hasta las tapias de Madrid. Mi Jacinta nació cuando se casó la Reina, con pocos días de diferencia. Mi Isabelita vino al mundo el mismo en que el cura Merino le pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que se inauguró la traída de aguas». Al ver la estrecha casa, se daba uno a pensar que la ley de la impenetrabilidad de los cuerpos fue el pretexto que tomó la muerte para mermar aquel bíblico rebaño. Si los diez y siete chiquillos hubieran vivido, habría sido preciso ponerlos en los balcones como los tiestos, o colgados en jaulas de machos de perdiz. El garrotillo y la escarlatina fueron entresacando aquella mies apretada, y en 1870 no quedaban ya más que nueve”.

Cuando leí este párrafo la verdad es que me moría de risa. Al igual que cuando narra los gases del cura Nicolás Rubín. Por cierto que hay en Galdós una vena berlanguiana que convendría estudiar.




domingo, 14 de agosto de 2011

Perdón por el retraso

Estimados lectores: Estoy de vacaciones sin ordenador. Hoy me he conectado con el móvil y publico con retraso comentarios pendientes de moderación. Mis disculpas por el retraso.

viernes, 29 de julio de 2011

El final del caso Marcos Motor

Después de la última llamada de Marcos Motor envié un email al director de ventas con copia al director gerente. Al día siguiente, tras una conversación con el director de ventas, recibí una llamada del jefe del servicio post venta en la que me pedía disculpas y me ofrecía el abono de toda la mano de obra de la factura. El detalle de llamar y pedir perdón me gustó y he aceptada sus disculpas, si bien le he recordado que en el taller no le están diciendo la verdad, porque el coche estaba sin frenos. Me ha dicho que va a revisar todas las cámaras de video del taller y si descubre que le han mentido a alguien le va a costar el puesto. En fin, así ha quedado el asunto.

miércoles, 20 de julio de 2011

La dimisión de Camps

El asunto de los trajes estaba muy claro. Camps se metió torpemente en una ratonera y hace tiempo que ya se podía ver que no tenía más solución que presentar la dimisión. La otra alternativa que se barajaba, declararse culpable, era inaceptable, no sé si para él, pero desde luego sí para los valencianos, pues implicaba nada menos que tener como presidente a alguien que se reconoce delincuente. Pero Camps se ha vuelto a equivocar en su despedida. No me parece bien que el motivo alegado para presentar su dimisión sea facilitar el triunfo de Mariano Rajoy, es decir, hacerle un favor a su partido. No señor, aquí los intereses del PP no pueden primar frente a los de los ciudadanos valencianos. Si se dimite, la única razón esgrimible es que ello obedece a la necesidad de defender su inocencia sin comprometer la dignidad del cargo de President de la Generalitat.

martes, 12 de julio de 2011

Una reflexión más sobre educación

El otro día escuché una noticia que no me sorprendió. Se decía que un millón de jóvenes españoles jamás podrán incorporarse al mercado laboral porque abandonaron sus estudios o fracasaron. Inmediatamente recordé un tópico habitual de los últimos tiempos y me pregunté: “¿En qué quedamos? ¿Nos sumamos a la cantinela de que es una tragedia que la generación mejor formada de la historia no encuentre trabajo, o más bien un número escandalosamente alto de nuestros jóvenes no sabe hacer la “o” con un canuto y está condenada a chapucillas y vida perrofláutica?”. Yo, desde luego, estoy convencido de que los jóvenes cuya edad oscila entre los 20 y los 30 años tienen peor formación que las generaciones precedentes, lo cual resulta gravísimo. Es decir, muchos han fracasado, y los que no han fracasado tienen peor formación. El panorama es aterrador y da una idea del ingente trabajo que nos espera a los españoles. Echo de menos que a la hora de solicitar concreción respecto a reformas estructurales como la del mercado laboral no se le pregunte a Rajoy qué tiene previsto hacer para salvar, no ya mejorar, la educación.

Además de todas las ideas que sobre este tema he ido vertiendo a lo largo de diferentes entradas –qué es educar, la importancia de hablar y escribir, etc.-, añadiría algunas claves de puro sentido común. En primer lugar, es fundamental recuperar la claridad en la evaluación del alumno. El alumno y sus padres deben saber en todo momento si su hijo es de los mejores, de los buenos, de los regulares, de los malos o de los muy malos. Claridad sin eufemismos ni tonterías para evitar supuestos traumas. Afortunadamente, después de más de una década con la estupidez del “necesita mejorar” o “progresa adecuadamente”, se han vuelto a implantar las notas que yo conocí en el colegio, es decir, “Sobresaliente”, “Notable”, “Bien”, “Suficiente”, “Insuficiente”, y no sé si también han incluido el “Muy Deficiente”, el famoso MD que podía garantizar un guantazo paterno. Ese cambio es capital porque, en segundo lugar, es necesario que a los padres les afecte profundamente el fracaso de sus hijos cuando no hay razón objetiva que lo justifique, y ello sólo puede suceder si se enteran de que su hijo está fracasando. En tercer lugar, es imprescindible que los malos estudiantes no impidan el aprendizaje de los buenos estudiantes (como ven, una vez más, estoy hecho un carca –a mucha honra- hablando de buenos y malos). Eso no significa necesariamente separarlos, porque una forma muy inteligente de hacer que ambos mejores es lograr que los buenos ayuden a los malos. Aquí es donde hay que calibrar adecuadamente la actitud antes de optar por la segregación. En definitiva, claridad sin discriminación, beligerancia frente al fracaso injustificado, compañerismo, disciplina y mecanismos de apoyo para mejorar a los rezagados.

sábado, 25 de junio de 2011

Más sobre el euro

Observo que el post sobre Grecia, el euro y la peseta está despertando interés, así que pienso que conviene profundizar en la reflexión. En respuesta a un comentario de Lanzas, he afirmado que el euro ha beneficiado fundamentalmente a Alemania. En efecto, me reafirmo en esta opinión. ¿Realmente conocemos a los alemanes? ¿Alguien piensa que a lo largo de estos últimos años se han movido por una especie de altruismo europeísta? En 2004, durante una estancia de investigación en Kiel (Alemania), mantuve una interesante conversación con un profesor alemán sobre los fondos de cohesión, la Constitución europea y la ampliación de la Unión Europea a los países del este de Europa. El colega alemán comprendía la tenaz resistencia de Aznar a ceder la posición de fuerza que otorgaba a España el Tratado de Niza, sobre todo porque para él era evidente que la nueva situación en la que entraba la Unión Europea era extremadamente ventajosa para Alemania. Como potencia industrial, Alemania padeció a principios del siglo XXI el coste de la reunificación y la tremenda competencia de las economías asiáticas emergentes. El euro y la ampliación a los países palió esos efectos negativos. Si alguien tiene curiosidad, sólo tiene que prestar atención a la balanza comercial de países como Polonia, Hungría, R. Checa o Eslovaquia y ver cuál es su principal proveedor (suponen bien, Alemania). Para una economía como la alemana la ampliación al este y el euro fueron una auténtica bendición que, superada la crisis financiera, siguen explotando. Ahora incluso está creciendo a un ritmo superior al 3%, aprovechando, entre otras cosas, que cada vez es menos rentable producir en China o en otros países asiáticos. ¡Vamos, como para no rescatar a Grecia y salvar el euro!

Para España el euro era una oportunidad, pero también una amenaza. Era una oportunidad porque nos brindaba una financiación barata y sencilla que permitía realizar inversiones empresariales capaces de crear riqueza y mejorar nuestro tejido productivo. Además, favorecía una expansión del consumo que garantizaba el crecimiento económico. Pero al mismo tiempo era una amenaza, y muy grave, si dicha situación no se aprovechaba para mejorar nuestra economía evitando expandir innecesariamente el sector público y, por tanto, aumentando el gasto público. Esa financiación fue posible porque estábamos en el euro, además de por la política expansiva de los bancos centrales. Ser una economía del euro era una garantía para los prestamistas, pues, como se está viendo, cuando surgen dificultades se ponen en marcha rescates para los países de la zona euro. España durante una década aprovechó el crédito para favorecer una suicida expansión inmobiliaria y descuidar lo más importante: hacer que nuestra economía fuera más productiva, la única vía sensata para ser competitivos con una moneda fuerte. No lo hemos hecho y, como todo el mundo sabe, estamos padeciendo las consecuencias.

¿Podemos culpar al euro de la situación que está viviendo España? Naturalmente la culpa no la tiene el euro, sino nosotros, los españoles, por no haber sabido aprovechar las oportunidades que nos brindaba. Pero sigo pensando que la entrada en el euro ha supuesto una tentación a la que los españoles hemos sucumbido. El gobierno de la nación debía haber adoptado las medidas que estaban en su mano para evitar la situación, entre ellas la contención del gasto. Esto es lo que nos ha hundido en el pozo: si desde 2004 el gasto público no hubiera aumentado escandalosamente, ahora tendríamos una situación financiera mucho más saneada que nos permitiría afrontar la crisis de otra forma. 

domingo, 19 de junio de 2011

La manifestación del movimiento 15-M

La manifestación de hoy, numerosa y pacífica, me ha devuelto el interés por el movimiento 15-M, porque pensaba que tras las elecciones iba a disolverse. Sigo pensando que no responde a una genuina indignación, sino que estamos ante un movimiento político con algunas reivindicaciones que comparto y con otras propuestas que me parecen puro disparate. Me pregunto si empezaremos a detectar líderes o si permanecerán como movimiento de masas descabezado.