martes, 23 de agosto de 2011

Los políticos quieren protegernos de ellos mismos

La sensatez aconseja no gastar por norma más de lo que se ingresa, porque ese es el camino seguro que conduce a la bancarrota. ¿Principio tan elemental de la acción política necesita plasmarse en la Constitución y garantizarse a través de los oportunos mecanismos? Evidentemente, se trata de mostrar al mundo (financiero) que los españoles nos blindamos frente a políticos manirrotos. Qué quieren que les diga, a mí me resulta muy triste tener que adoptar semejante medida, por mucho que tenga efectos beneficiosos de cara al futuro. La mejor garantía es mostrar que los españoles estamos dispuestos a mejorar nuestra democracia, a elegir a políticos capaces y castigar a los irresponsables. Nuestra Constitución exige otras reformas con mayor urgencia. Quizá por ello, y porque los políticos tienen la intención de aprobar la reforma sin el respaldo de un referéndum popular, hay noticias de que el malestar popular empieza a extenderse en la red. Creo que habría que explicar adecuadamente las razones de la reforma y someterla a referéndum popular. ¿Se atreverán?

¿Un gobierno económico europeo?

La crisis de deuda soberana que se ha producido este mes, y que cualquier día puede volver a desencadenarse (si el BCE no lo remedia artificialmente), ha puesto de nuevo sobre la mesa el debate de si conviene contar con un gobierno económico europeo como medida indispensable para salvar el euro. La cosa en teoría es bien sencilla: los Estados de la zona euro deberían ceder soberanía a ese gobierno económico, que tendría competencias para tomar decisiones económicas por encima de los gobiernos nacionales.

Al margen de que, como ya comenté en su día (véase la entrada “¿Cuántos euros vale la democracia”?), ese gobierno económico supone la paulatina sustitución de la democracia por la tecnocracia, me parece inaudito que se hable de “cesión de soberanía”. La soberanía, que es el poder propio de las naciones políticas (suele hablarse también de “naciones culturales”), es por definición inalienable. Esto significa que es imposible un acto soberano de cesión de soberanía, a no ser que se trate de la pérdida de un territorio. Es cierto que la Unión Europea tiene competencia en muchas materias, y que las decisiones de Bruselas se imponen a los Estados. Sí, pero esas decisiones comunitarias no reflejan la pérdida de soberanía de los Estados miembros, sino que son consecuencia de decisiones soberanas que los Estados asumen porque, aunque en un momento dado no les gusten, desean seguir perteneciendo a la Unión. ¿Acaso no se trataría de algo parecido cuando se habla de este gobierno económico? En efecto, pero la trascendencia de las decisiones en este terreno hace poco creíble el éxito de las decisiones de Bruselas. Si la opinión pública de un Estado miembro está absolutamente en contra de una decisión, apuesto a que la presión que ejercerá sobre el gobierno de su nación será lo suficientemente fuerte como para demostrar que esas supuestas cesiones de soberanía se quedan en agua de borrajas.

Los partidarios del gobierno económico europeo cuentan con que el avance en las políticas económicas comunes haga prácticamente inviable lo que en teoría es posible, es decir, la marcha atrás. Aunque un Estado pueda decidir en uso de su soberanía no aceptar las decisiones de Bruselas, se pretende que la alternativa sea el abismo, como ahora sucede cuando nos planteamos la salida del euro para combatir la crisis. Pero no parece que las alternativas que quepa plantear a ese gobierno europeo sean tan trascendentales como la alternativa a seguir o abandonar la moneda única.

Quizá lo más importante cuando se plantea la cuestión del gobierno económico europeo es darse cuenta de que basa en la confianza en que la estabilidad presupuestaria y las políticas fiscales comunes nos situarán en una situación de fortaleza frente a posibles crisis económicas. Ahora bien, ¿y si no es así?, ¿y si, como suele suceder en las economías de mercado, volvemos a vernos inmersos en una crisis? Entonces nos hallaríamos en una situación particularmente dramática, porque observaríamos con rostro de lelo que toman decisiones por nosotros y por nuestro bien, y ni siquiera así somos capaces de encontrar trabajo y de vivir como los alemanes.

domingo, 21 de agosto de 2011

"Fortunata y Jacinta"

Vuelvo a disponer de ordenador y retomo la gratificante actividad bloguera. Aunque muchos asuntos de actualidad reclaman atención, dedicaré esta entrada a realizar algunos comentarios sobre "Fortunata y Jacinta”, la novela que he terminado de leer hace pocas semanas. Como saben los lectores del blog, soy galdosiano hasta la méduda (así lo declaré en la entrada “Pérez Galdós y el alma quijotesca"), pero curiosamente no había leído esta novela, que es considerada su obra cumbre. Sin duda es una gran novela y recomiendo su lectura, especialmente si se es español. 

De los personajes me ha llamado mucho la atención la caracterización de Juanito Santa Cruz, el señorito mimado, rico, guapo, hijo único de buena familia que vive sin dar un palo al agua, y que engaña a su mujer, Jacinta, con Fortunata y con toda aquella que se tercie. Resulta verdaderamente odioso por su carácter taimado, aunque revestido de los más exquisitos y seductores modos. Su maldad radica en una soberbia que se traduce en un desmesurado amor propio. Pocos defectos hay tan graves como la soberbia, pues causa males e impide reconocerlos y, por tanto, remediarlos. El soberbio siempre busca justificar sus acciones, justificarse (y Santa Cruz es un consumado experto). Otros defectos son también fuente de numerosos males, pero si a ellos no se acumula la soberbia es posible reconocer las faltas cometidas y tratar de enmendarse. En el soberbio ello es dificilísimo. El que quiera hallar un excelente ejemplo de las desgracias que puede ocasionar un niño mimado y soberbio que lea esta novela y preste atención a este destructor llamado Juanito Santa Cruz.

Por su parte, Fortunata es entrañable en su simplicidad. Honesta, veraz, sencilla, apasionada e incapaz someter sus sentimientos a las exigencias sociales. Galdós la presenta como la encarnación del carácter popular español. Fortunata es “puro pueblo”, y ahí radica lo interesante. El pueblo español, tal como lo presenta Galdós en esta y en otras novelas, es sencillote, a veces brutal y, sobre todo, siempre está a merced de los engaños de las personas de clase social superior, tal como sucede con Fortunata y con otros personajes del pueblo. Estamos a finales del siglo XIX y todavía no se detectan los rasgos que llevaron a Ortega a atisbar ese nuevo fenómeno social que denominó “La rebelión de las masas”.

Finalmente, a las virtudes de Galdós que ya destaqué en la citada entrada, quisiera añadir otra. No hay en Galdós la sobriedad de Pío Baroja o Delibes. Galdós es un excelente narrador en el que abunda la metáfora, aunque siempre con moderación. Jamás resulta empalagoso y sobre todo me llama la atención que sus metáforas son pura y natural emanación de su talento. Eso es precisamente lo que hace que Galdós nunca resulte pedante, a diferencia de escritores actuales en los que se percibe un esfuerzo por aderezar la narración con metáforas brillantes que demuestren lo grandes escritores que son. Para que se hagan una idea de la gracia de Galdós, voy a citar un párrafo de la novela en la que Galdós se refiere a Isabel Cordero de Arnaiz, una prolífica madre de familia: “En 1845, cuando nació Juanito, ya había tenido ella cinco, y siguió pariendo con la puntualidad de los vegetales que dan fruto cada año. Sobre aquellos cinco hay que apuntar doce más en la cuenta; total, diez y siete partos, que recordaba asociándolos a fechas célebres del reinado de Isabel II. «Mi primer hijo –decía- nació cuando vino la tropa carlista hasta las tapias de Madrid. Mi Jacinta nació cuando se casó la Reina, con pocos días de diferencia. Mi Isabelita vino al mundo el mismo en que el cura Merino le pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que se inauguró la traída de aguas». Al ver la estrecha casa, se daba uno a pensar que la ley de la impenetrabilidad de los cuerpos fue el pretexto que tomó la muerte para mermar aquel bíblico rebaño. Si los diez y siete chiquillos hubieran vivido, habría sido preciso ponerlos en los balcones como los tiestos, o colgados en jaulas de machos de perdiz. El garrotillo y la escarlatina fueron entresacando aquella mies apretada, y en 1870 no quedaban ya más que nueve”.

Cuando leí este párrafo la verdad es que me moría de risa. Al igual que cuando narra los gases del cura Nicolás Rubín. Por cierto que hay en Galdós una vena berlanguiana que convendría estudiar.




domingo, 14 de agosto de 2011

Perdón por el retraso

Estimados lectores: Estoy de vacaciones sin ordenador. Hoy me he conectado con el móvil y publico con retraso comentarios pendientes de moderación. Mis disculpas por el retraso.

viernes, 29 de julio de 2011

El final del caso Marcos Motor

Después de la última llamada de Marcos Motor envié un email al director de ventas con copia al director gerente. Al día siguiente, tras una conversación con el director de ventas, recibí una llamada del jefe del servicio post venta en la que me pedía disculpas y me ofrecía el abono de toda la mano de obra de la factura. El detalle de llamar y pedir perdón me gustó y he aceptada sus disculpas, si bien le he recordado que en el taller no le están diciendo la verdad, porque el coche estaba sin frenos. Me ha dicho que va a revisar todas las cámaras de video del taller y si descubre que le han mentido a alguien le va a costar el puesto. En fin, así ha quedado el asunto.

miércoles, 20 de julio de 2011

La dimisión de Camps

El asunto de los trajes estaba muy claro. Camps se metió torpemente en una ratonera y hace tiempo que ya se podía ver que no tenía más solución que presentar la dimisión. La otra alternativa que se barajaba, declararse culpable, era inaceptable, no sé si para él, pero desde luego sí para los valencianos, pues implicaba nada menos que tener como presidente a alguien que se reconoce delincuente. Pero Camps se ha vuelto a equivocar en su despedida. No me parece bien que el motivo alegado para presentar su dimisión sea facilitar el triunfo de Mariano Rajoy, es decir, hacerle un favor a su partido. No señor, aquí los intereses del PP no pueden primar frente a los de los ciudadanos valencianos. Si se dimite, la única razón esgrimible es que ello obedece a la necesidad de defender su inocencia sin comprometer la dignidad del cargo de President de la Generalitat.

martes, 12 de julio de 2011

Una reflexión más sobre educación

El otro día escuché una noticia que no me sorprendió. Se decía que un millón de jóvenes españoles jamás podrán incorporarse al mercado laboral porque abandonaron sus estudios o fracasaron. Inmediatamente recordé un tópico habitual de los últimos tiempos y me pregunté: “¿En qué quedamos? ¿Nos sumamos a la cantinela de que es una tragedia que la generación mejor formada de la historia no encuentre trabajo, o más bien un número escandalosamente alto de nuestros jóvenes no sabe hacer la “o” con un canuto y está condenada a chapucillas y vida perrofláutica?”. Yo, desde luego, estoy convencido de que los jóvenes cuya edad oscila entre los 20 y los 30 años tienen peor formación que las generaciones precedentes, lo cual resulta gravísimo. Es decir, muchos han fracasado, y los que no han fracasado tienen peor formación. El panorama es aterrador y da una idea del ingente trabajo que nos espera a los españoles. Echo de menos que a la hora de solicitar concreción respecto a reformas estructurales como la del mercado laboral no se le pregunte a Rajoy qué tiene previsto hacer para salvar, no ya mejorar, la educación.

Además de todas las ideas que sobre este tema he ido vertiendo a lo largo de diferentes entradas –qué es educar, la importancia de hablar y escribir, etc.-, añadiría algunas claves de puro sentido común. En primer lugar, es fundamental recuperar la claridad en la evaluación del alumno. El alumno y sus padres deben saber en todo momento si su hijo es de los mejores, de los buenos, de los regulares, de los malos o de los muy malos. Claridad sin eufemismos ni tonterías para evitar supuestos traumas. Afortunadamente, después de más de una década con la estupidez del “necesita mejorar” o “progresa adecuadamente”, se han vuelto a implantar las notas que yo conocí en el colegio, es decir, “Sobresaliente”, “Notable”, “Bien”, “Suficiente”, “Insuficiente”, y no sé si también han incluido el “Muy Deficiente”, el famoso MD que podía garantizar un guantazo paterno. Ese cambio es capital porque, en segundo lugar, es necesario que a los padres les afecte profundamente el fracaso de sus hijos cuando no hay razón objetiva que lo justifique, y ello sólo puede suceder si se enteran de que su hijo está fracasando. En tercer lugar, es imprescindible que los malos estudiantes no impidan el aprendizaje de los buenos estudiantes (como ven, una vez más, estoy hecho un carca –a mucha honra- hablando de buenos y malos). Eso no significa necesariamente separarlos, porque una forma muy inteligente de hacer que ambos mejores es lograr que los buenos ayuden a los malos. Aquí es donde hay que calibrar adecuadamente la actitud antes de optar por la segregación. En definitiva, claridad sin discriminación, beligerancia frente al fracaso injustificado, compañerismo, disciplina y mecanismos de apoyo para mejorar a los rezagados.