martes, 25 de octubre de 2011

Krugman: "Cada vez da más la impresión de que el sistema del euro está condenado"

Desde que comenzó la crisis he leído con atención los artículos de opinión de Paul Krugman. Recuerdo que en 2008 advertía que esta crisis exigiría a España una deflación interna próxima al 30% porque carecíamos de una moneda propia que devaluar. Muchos pensaron que había perdido la chaveta, pero tenía razón. Tres años más tarde, en un análisis al que me referí en el blog, Krugman señalaba que si Europa quería salir de la crisis tenía varias alternativas, una de las cuales era profundizar en su unidad a través de un gobierno económico europeo. También tenía razón en su análisis, aunque ya entonces me pareció que esa salida, aunque viable teóricamente, significaba ahondar en los errores que nos llevaron a introducir la moneda única. Parece ser que ahora Krugman –adjunto el artículo que publica hoy El País- ha llegado a la conclusión de que no hay solución para el euro y que lo mejor es que esto acabe cuanto antes.

Convendría que de una vez por todas dejáramos de confundir los deseos con la realidad: Europa no es una nación, y a la Unión Europea se va a defender los intereses nacionales. ¿O qué creen que están haciendo Merkel y Zarkozy? Les importa un pito que los ciudadanos griegos se queden sin esperanza –que bien merecido lo tienen como nación, dicho sea de paso- durante los próximos diez años, o que en España haya un 20% de paro. Lo importante para ellos es que España pague sus deudas y no les ponga en un compromiso. Como al resto de los españoles, me preocupa que España sea una nación financieramente solvente, pero al mismo tiempo no puedo dejar de prestar atención a las consecuencias sociales y políticas de la crisis, al tiempo que considero imprescindible indagar en sus causas para poner remedio a la situación. No creo que a Merkel o a Sarkozy esto les importe mucho.

Una unión monetaria no se puede basar únicamente en armonizar grandes cifras macroeconómicas, sino en un objetivo político, y en la Unión Europea no puede haber objetivos políticos si el bien común se piensa en clave nacional. Aunque sea un tema completamente distinto, el intento de convergencia educativa que representa Bolonia confirma que incluso un asunto marcadamente político como es la educación se basa en cuestiones técnicas centradas en la homologación de aspectos formales –crédito europeo, suplemente europeo al crédito, etc.- y en el desprecio a los contenidos sustantivos. Esa es la realidad y por ello habría que pensar si es posible una estrategia para dar marcha atrás ordenadamente, reconocer el error que ha supuesto el euro y buscar una forma de cooperación entre las naciones de Europa que estrechando lazos no nos lleve al desastre por no respetar la realidad, que puede transformarse, pero no violentarse. Quizá Krugman debería esforzarse por mostrar si es posible prescindir del euro sin que se produzca una hecatombe en lugar de limitarse a apuntar que quizá lo mejor sea que se hunda de una vez.

“El agujero en el cubo de Europa” (publicado en “El País” el 25/10/2011)

Por Paul Krugman

Si no fuese tan trágica, la actual crisis europea tendría gracia, vista con un sentido del humor negro. Porque a medida que los planes de rescate fracasan estrepitosamente uno tras otro, las Personas Muy Serias de Europa -que son, si ello es posible, aún más pomposas y engreídas que sus homólogas estadounidenses- no dejan de parecer cada vez más ridículas.
Me referiré a la tragedia en un minuto. Primero, hablemos de los batacazos, que últimamente me han hecho tararear aquella vieja canción infantil de "Hay un agujero en mi cubo".
Para los que no conozcan la canción, trata de un granjero perezoso que se queja del mencionado agujero y a quien su mujer le dice que lo arregle. Pero resulta que cada acción que ella propone, requiere una acción previa y, al final, ella le dice que saque un poco de agua del pozo. "Pero mi cubo tiene un agujero, querida Liza, querida Liza".
¿Qué tiene esto que ver con Europa? Bueno, a estas alturas, Grecia, donde se inició la crisis, no es más que un triste asunto secundario. El peligro claro y actual proviene más bien de una especie de pánico bancario respecto a Italia, la tercera economía más grande de la zona euro. Los inversores, temiendo una posible suspensión de pagos, están exigiendo tipos de interés altos en la deuda italiana. Y estos tipos de interés elevados, al aumentar la carga del pago de la deuda, hacen que el impago sea más probable.
Es un círculo vicioso en el que los temores al impago amenazan con convertirse en una profecía que acaba cumpliéndose. Para salvar el euro, hay que contener esta amenaza. ¿Pero cómo? La respuesta tiene que conllevar la creación de un fondo que, en caso necesario, puede prestar a Italia (y a España, que también está amenazada) el dinero suficiente para que no necesite adquirir préstamos a esos tipos elevados. Dicho fondo probablemente no tendría que usarse, puesto que su mera existencia debería poner fin al ciclo del miedo. Pero la posibilidad de un préstamo a una escala verdaderamente grande, sin duda por valor de más de un billón de euros, tiene que estar ahí.
La pega es esta: las diversas propuestas para la creación de dicho fondo siempre requieren, al final, el respaldo de los principales Gobiernos europeos, cuyas promesas a los inversores deben ser creíbles para que el plan funcione. Pero Italia es uno de esos Gobiernos importantes; no puede conseguir un rescate prestándose dinero a sí misma. Y Francia, la segunda economía más grande de la zona euro, se ha mostrado vacilante últimamente, lo que ha hecho surgir el temor de que la creación de un gran fondo de rescate, que en la práctica se sumaría a la deuda francesa, simplemente sirva para añadir a Francia a la lista de países en crisis. Hay un agujero en el cubo, querida Liza, querida Liza.
¿Ven a qué me refiero cuando digo que la situación tiene gracia vista con un sentido del humor negro? Lo que hace que la historia sea realmente dolorosa es el hecho de que nada de esto tenía que pasar.
Piensen en países como Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos, que tienen grandes deudas y déficits pero siguen siendo capaces de adquirir préstamos a intereses bajos. ¿Cuál es su secreto? La respuesta, en gran parte, es que siguen teniendo sus propias monedas y los inversores saben que, en caso de necesidad, podrían financiar sus déficits imprimiendo más moneda. Si el Banco Central Europeo respaldase de un modo similar las deudas europeas, la crisis se suavizaría enormemente.
¿No provocaría eso inflación? Probablemente no: a pesar de lo que Ron Paul y otros como él puedan creer, la creación de dinero no es inflacionista en una economía deprimida. Además, lo que Europa necesita de hecho es una inflación general moderadamente más alta: una tasa de inflación general demasiado baja condenaría a los países del sur de Europa a años de deflación demoledora, lo que prácticamente garantizaría un paro elevado continuo y una cadena de impagos.
Pero esa medida, nos dicen una y otra vez, está fuera de toda discusión. Los estatutos en virtud de los que se creó el Banco Central Europeo supuestamente prohíben este tipo de cosas, aunque uno sospecha que unos abogados inteligentes podrían encontrar el modo de resolverlo. El problema más general, sin embargo, es que el sistema del euro en su conjunto se diseñó para combatir en la última guerra económica. Es una Línea Maginot construida para evitar una repetición de la década de 1970, lo cual es peor que inútil cuando el verdadero peligro es una repetición de la década de 1930.
Y este giro de los acontecimientos es, como he dicho, trágico.
La historia de la Europa de posguerra es profundamente inspiradora. A partir de las ruinas de la guerra, los europeos construyeron un sistema de paz y democracia, y de paso, unas sociedades que, aunque imperfectas -¿qué sociedad no lo es?- son posiblemente las más decentes de la historia de la humanidad.
Pero ese logro se ve amenazado porque la élite europea, en su arrogancia, encerró el continente en un sistema monetario que recreaba la rigidez del patrón oro y que -como el patrón oro en los años treinta- se ha convertido en una trampa mortal.
A lo mejor los dirigentes europeos dan ahora con un plan de rescate verdaderamente creíble. Eso espero, pero no confío en ello.
La amarga verdad es que cada vez da más la impresión de que el sistema del euro está condenado. Y la verdad todavía más amarga es que, dado el modo en que ese sistema se ha estado comportando, a Europa le iría mejor si se hundiese cuanto antes mejor.


Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel 2008. © New York Times Service 2011. Traducción de News Clips".

lunes, 24 de octubre de 2011

Las imágenes de la muerte de Gadafi y su hijo

Los seres humanos siempre hemos sido conscientes de las muchas brutalidades que cometemos y que llenan nuestro mundo de dolor y sufrimiento. Hoy en día la televisión e internet nos permite conocer esa brutalidad con una cercanía que me impresiona muchísimo. Todavía estoy conmocionado por las imágenes de la muerte de Gadafi y de su hijo. No trato en modo alguno de justificar a este tirano y a su régimen. Simplemente veo como se lincha a un hombre indefenso presa del terror, y donde antes había vida instantes después ha acampado la muerte. Espeluznantes son las imágenes del hijo de Gadafi bebiendo agua y fumando. Ese cuerpo que recibe el agua vivificadora y el placer de la caladita al último cigarrillo poco después yace agonizante y más tarde es un cadáver, un despojo que hace admirable el milagro de la vida. Me resulta inexplicable el deseo de causar la muerte a un semejante por muy malas que hayan sido sus acciones y me estremezco sólo de pensar en matar a alguien. A veces, cuando reflexiono sobre la crisis que estamos viviendo, un pensamiento tranquilizador viene a mi mente: “no te quejes, que por lo menos no has tenido que participar ni vivir ninguna guerra”. No sé cómo podría soportar esa experiencia. 

domingo, 23 de octubre de 2011

El panorama vasco

Los últimos acontecimientos relacionados con ETA merecen algunos comentarios. Es claro que la conferencia celebrada en San Sebastián ha servido de apoyo a la estrategia etarra, probablemente su única finalidad, porque es inaceptable que el conflicto vasco se presente como una lucha armada entre dos partes que genera víctimas de ambos bandos. El PSE-PSOE debería haberse mantenido al margen en lugar de cometer la felonía de respaldarla con su presencia. Sospecho que su decisión ha obedecido al propósito de asegurar que se produjera el comunicado de ETA que hemos conocido apenas finalizada la conferencia. Ese “cese definitivo de la actividad armada” a un mes de las elecciones generales supone, por una parte, un balón de oxígeno de ETA a la campaña electoral del PSOE –no creo, por cierto, que ello mejore excesivamente sus expectativas electorales- y, por otra, una decisión estratégica para poder en un momento dado argumentar que el nuevo gobierno español presidido por Rajoy no da pasos en la dirección que desean. 

No confío demasiado en que el “cese definitivo” de la violencia que se anuncia sea realmente definitivo; pero, aunque hubiera preferido que su comunicado incluyera su disolución, una declaración de arrepentimiento y una petición de perdón por el daño causado, es positivo que ETA se exprese en esos términos. A partir de aquí, podemos preguntarnos qué pasos podrían darse. Lo primero es asegurar la definitiva desaparición de ETA. Nada se puede hablar bajo coacción, y no hay, en efecto, que pagar ningún precio político por poder vivir en libertad. Ahora bien, si realmente ETA desapareciera del escenario vasco, por fin se podría afrontar adecuadamente el conflicto vasco.

Imaginemos que ETA se disuelve y da paso a una organización exclusivamente política, y que tanto ellos como el PNV y otros partidos vascos apuestan por la independencia y logran un apoyo popular mayoritario. Este es el escenario más probable. Si ello acontece, creo que habrá que afrontar abiertamente cuestión. En lo que a mí respecta, no sólo no tengo ningún temor a que esto se produzca, sino que reconozco abiertamente que prefiero la independencia a mantener la situación de privilegio que actualmente disfrutan vascos y navarros con su régimen fiscal. Se debe tener en cuenta el deseo de los vascos, pero sobre todo se debe respetar la soberanía del pueblo español, tal como establece la Constitución. Esto significa que los vascos no pueden decidir su encaje en España sin que nos pronunciemos todos los españoles. Ahora bien, si el deseo mayoritario de los vascos es la independencia, creo que aferrarse a la Constitución para impedirlo sería un grave error, pese a que ese deseo sea un disparate. Sería necesario precisar cómo debe manifestarse esa voluntad de independencia: ámbito de decisión –provincias vascas o conjunto de la comunidad-, formulación de la/s pregunta/s a los ciudadanos, porcentaje de respuesta para adoptar una decisión, etc. Lo prioritario, no obstante, insisto en ello, es confirmar el fin del terrorismo y dar paso a una normalización de la convivencia por un período de tiempo lo suficientemente amplio antes de abordar, si los ciudadanos vascos a través de sus representantes insisten en ello, la posible independencia.

jueves, 20 de octubre de 2011

Halloween, escuela de gamberros

Se acerca el día de todos los santos que los colegios españoles han convertido en la yanqui noche de Halloween. Estoy seguro de que a muchos padres no les hace ninguna gracia el asunto y se ven en la tesitura de pedir a sus hijos que naden contra corriente, lo cual no es agradable ni para ellos ni para sus hijos. Sin embargo, no hay más remedio que plantar cara a esta estúpida pantomima. Primero, porque no hay que aceptar borreguilmente algo que nos parece mal; pero, sobre todo, porque Halloween es una escuela de gamberros. La gracieta del “¿truco o trato?” es un chantaje en toda regla: ¿o me das caramelos (o dinero) o a la que te descuides te tiro un huevo a la ventana o te embadurno la puerta con crema de afeitar? No, esto no es ninguna agradable celebración infantil. El año pasado llamaron a la puerta mientras bañaba a mi hija y no pude abrir. Pocas horas más tarde, mientras leía en mi sillón, escuché un ruido. Los niños del vecindario me habían estampado un huevo contra la ventana, y no saben ustedes lo que costó limpiar el dichoso huevo. Antes de recibir el huevazo ya pensaba en que en España nunca se había celebrado Halloween, que esto era una novedad de los últimos años. Me parecía mal el papanatismo que reflejaba la imitación, pero es que, además, es increíble que los responsables de la enseñanza no se den cuenta de la semilla gamberril que esconde la calabaza.  

lunes, 17 de octubre de 2011

Otros, 22,7%

Hoy “La Razón” publica una encuesta de intención de voto sobre las elecciones generales en la que el dato más destacado es que el PP barre al PSOE con una mayoría absoluta holgadísima de 190 escaños. El dato es demoledor para el PSOE -que se quedaría por debajo del resultado del Almunia en 2000-, pero no puede sorprender a nadie, porque la gran mayoría de ciudadanos coincide en considerar nefasta la gestión de Zapatero. Sin embargo, me ha llamado más la atención que el apartado de “otros” alcanza un porcentaje de voto del 22,7 %, lo que significa un 8% más que en las pasadas elecciones generales, con subida importante de IU, la encuesta le otorga hasta 11 escaños, y se supone que también de UPyD (“La Razón” sigue ignorando deliberadamente a este partido y ni siquiera lo cita en el cuerpo de la noticia, lo cual permite ver claramente la tendencia manipuladora del periódico), y me atrevería a afirmar que de Equo, que si hubiera organizado mejor su presentación social tenía una ocasión inmejorable para presentarse como referente del ecologismo de izquierda. Estos datos ponen de relieve que si bien es evidente que los españoles necesitamos y queremos un cambio de gobierno, no harían bien ninguno de los dos grandes partidos en ignorar que la sociedad española no está contenta con el funcionamiento del sistema bipartidista.  

miércoles, 12 de octubre de 2011

Sobre la gratuidad de algunas vacunas

En poco menos de un mes he de viajar al Perú, concretamente a Chiclayo, y allí permaneceré doce días. Con motivo de este viaje telefoneé al servicio de sanidad internacional del Hospital General de Elche, pues quería saber si debía vacunarme de alguna enfermedad. Me dijeron que sí y me dieron cita para hoy. He acudido puntualmente y la doctora que me ha atendido me ha explicado muy amablemente qué vacunas aconseja para esa zona la Organización Mundial de la Salud. Le he dicho que de acuerdo y he pasado a que me las administrara un enfermero. Pues bien, le pregunto a éste cuánto tenía que  pagar por ellas y me contesta que son gratis. Está claro que el bolsillo lo agradece, pero esto no tiene ningún sentido. Me voy voluntariamente, por razones de trabajo, a otro país y el coste de las vacunas lo sufraga la sanidad pública. ¡Qué despropósito! Sobre todo porque hay vacunas para niños –el Prevenar- que, por ejemplo, el Servicio Valenciano de Salud no incluye en su calendario de vacunación, mientras que Madrid sí lo hace, y nos cuesta a los padres más de 200 euros. Es evidente que exigiendo el pago de las vacunas a todos aquellos que viajan al extranjero no se van a solucionar los problemas de financiación del sistema sanitario, pero convendría prestar atención a este tipo de casos, porque a mí hoy me ha dado la impresión de que hay una notable falta de criterio. 

viernes, 7 de octubre de 2011

La crisis da paso a medidas republicanas

Según informan en el telediario, un pueblo catalán de unos 20.000 habitantes ha emitido un bando en el que solicita a sus vecinos que barran el trozo de acera de enfrente de su casa y rieguen las plantas o los árboles de su zona, porque no hay fondos para contratar barrenderos. Recuerdo perfectamente a las mujeres de Ribarroja del Túria –el pueblo en el que veraneaba y pasaba los fines de semana, mi pueblo podríamos decir- barriendo la acera y regando la calzada. Era una actividad habitual y las calles estaban siempre limpísimas, sobre todo las del centro del pueblo. Por cierto, en aquellos tiempos –hace unos treinta años- no se utilizaban ni soplahojas ni otros artefactos estruendosos. Una simple escoba y pocos minutos de barrido bastaban.

Tienen razón los vecinos que se quejan de la medida alegando que les cobran impuestos para sufragar los gastos de limpieza. Podríamos, pues, preguntarnos si sería una buena idea suprimir parte de esos impuestos e implicar a los vecinos en la limpieza de sus pueblos y ciudades (siempre se reservaría una limpieza profesional mensual para tareas complicadas y especialmente duras). Pienso que sí, no sólo por el ahorro, sino porque se trata de una medida genuinamente republicana, esto es, fortalece el compromiso de los ciudadanos con los asuntos públicos. Sería una excelente manera de concienciar de la importancia de mantener limpia la vía pública, al margen de que supongo que habría menos tolerancia con los guarros que tiran colillas o dejan las cacas de sus perros en una acera que nos toca limpiar a nosotros, no a un impersonal servicio de limpieza con el que se cuenta como se cuenta con que cada mañana sale el sol.