En poco menos de un mes he de viajar al Perú, concretamente a Chiclayo, y allí permaneceré doce días. Con motivo de este viaje telefoneé al servicio de sanidad internacional del Hospital General de Elche, pues quería saber si debía vacunarme de alguna enfermedad. Me dijeron que sí y me dieron cita para hoy. He acudido puntualmente y la doctora que me ha atendido me ha explicado muy amablemente qué vacunas aconseja para esa zona la Organización Mundial de la Salud. Le he dicho que de acuerdo y he pasado a que me las administrara un enfermero. Pues bien, le pregunto a éste cuánto tenía que pagar por ellas y me contesta que son gratis. Está claro que el bolsillo lo agradece, pero esto no tiene ningún sentido. Me voy voluntariamente, por razones de trabajo, a otro país y el coste de las vacunas lo sufraga la sanidad pública. ¡Qué despropósito! Sobre todo porque hay vacunas para niños –el Prevenar- que, por ejemplo, el Servicio Valenciano de Salud no incluye en su calendario de vacunación, mientras que Madrid sí lo hace, y nos cuesta a los padres más de 200 euros. Es evidente que exigiendo el pago de las vacunas a todos aquellos que viajan al extranjero no se van a solucionar los problemas de financiación del sistema sanitario, pero convendría prestar atención a este tipo de casos, porque a mí hoy me ha dado la impresión de que hay una notable falta de criterio.
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