En una entrada publicada el 28 de octubre destaqué que había pasado desapercibido el buen dato del déficit público del Estado registrado hasta el mes de septiembre. Hoy hemos conocido una excelente noticia en esa misma línea: en los primeros diez meses del año el déficit del Estado ha sido del 3,70% del PIB, es decir, hay un margen bastante amplio para cumplir con el objetivo del 4,8% para todo el año. Este dato unido a la moderación del déficit de las Comunidades Autónomas que conocimos ayer me reafirma en la convicción de que se va a cumplir con el objetivo de no superar el déficit conjunto del 6% y, si se sobrepasa, el exceso será pequeño. No entiendo por qué una buena noticia como esta se difumina en algunos medios –lo de Libertad Digital me parece de escándalo, parece que sólo son noticia las malas noticias- al tiempo que se destaca de forma exagerada un informe de la OCDE conocido hace pocos días que pronosticaba un paro del 23% en los próximos años. Este dato de déficit no significa que no se deban llevar a cabo reformas estructurales urgentes, así como perseverar en la austeridad, pues el año que viene hay que seguir reduciendo el déficit, pero hay que insistir en que urge buscar fórmulas para estimular el crecimiento y no poner el énfasis únicamente en la necesidad de recortar gastos, y sobre todo en crear una psicosis con relación a este tema que está lastrando la puesta en marcha de iniciativas económicas.
Les tengo que decir que a mí no me sorprende que estemos en el camino adecuado para cumplir los objetivos de déficit. Es más, estaba convencido de que así sería, y no precisamente por la labor del gobierno, aunque hay que reconocer que en este terreno ha actuado con rigor. Mi convencimiento se basaba en una razón mucho más prosaica: el carácter genuinamente borreguil de la grey hispánica. En España se reflexiona poco y se actúa al impulso de modas basadas en determinadas creencias que arraigan. Cuando a los españoles se nos mete una idea en la cabeza que nos mueve a actuar somos capaces hasta de conquistar y evangelizar un continente (al final tendrá razón Ortega cuando insistía en que España es una nación de masas, cuestión que bien merece una entrada específica). En este último año y medio hemos decidido –forzados o no, esto poco importa- que hay que reducir el déficit. Las administraciones se han lanzado a una formidable carrera de recortes y estoy convencido de que lo vamos a lograr, como casi todo lo que verdaderamente nos proponemos. Lástima que en su día apostáramos por un europeismo irreflexivo y decidiéramos prescindir de la peseta. Imagino que otro tanto pensarán los finlandeses al ver que la pertenencia al euro ha aumentado el coste de su deuda soberana en comparación con la de sus vecinos suecos que conservan su corona.