sábado, 10 de diciembre de 2011

Admirable Cameron

En la Unión Europea hay cuatro grandes economías: Alemania, Francia, Reino Unido e Italia. Luego vamos nosotros y, después, los Países Bajos. Salvo el Reino Unido, todas estas naciones comparten la misma moneda y, previendo el desastre que provocaría la ruptura del euro, están haciendo todo lo posible por salvar la moneda única. Lo que no parece lógico es pedir al Reino Unido que se sume alegremente a este tren en el que muy lícitamente no viaja, y encima cabrearse con ellos porque digan públicamente que están muy contentos de la decisión que tomaron. El Reino Unido ha hecho exactamente lo mismo que Francia y Alemania: defender lo que entiende que son sus intereses nacionales. No es un 26 a 1, sino un 2 a 1, porque Italia y España desgraciadamente no pintan ahora mismo una mona, y están a merced de los mercados, el resto de los países de la eurozona van a aceptar lo que digan Francia y Alemania, y los de fuera, pues quizá piensan que puede hacer mucho frío fuera del club, por mucho que bien fresquita y feliz siga Noruega.

Se ha apostado por fortalecer los mecanismos de control fiscal con el objetivo de lograr la estabilidad presupuestaria. Así se dejará de depender de los mercados y se supone que algún día creceremos –supongo que cuando hayamos saneado suficientemente a los bancos con dinero del contribuyente para que nos lo vuelvan a prestar-, saldremos de esta crisis, y con lo disciplinados y lo bien organizado que lo vamos a dejar todo –eso sí, más pobres que Carpanta- nunca más habrá otra crisis en la eurozona. Da la impresión de que para salvar el euro hay que reducir al máximo los márgenes para la acción política. Todo va a estar decidido por Bruselas, así que es lógico escuchar a Rajoy decir eso de que “no hay alternativa”. Está claro: si necesitas un dinero que no tienes, o te lo prestan hasta que dejes de necesitarlo en el futuro, o estás jodido. A no ser que tú mismo lo puedas fabricar, pero como a Alemania esto no le gusta, pues nada, ya sabemos, acuerdo gubernamental de 26 y a echarle la culpa a los británicos de que no haya un nuevo tratado por haber ejercido el veto. ¿De verdad no hay otra solución? ¿No sé podía combinar austeridad con defensa a ultranza por parte del BCE de aquellos países cuya deuda soberana esté amenazada? ¿Acaso es más desleal el Reino Unido por ejercer el derecho de veto que Alemania por no aceptar los “eurobonos”? Se está entronizando e institucionalizando una tesis económico-financiera que puede funcionar o no. Y no, no nos preguntarán. El parlamento interpretará y decidirá lo que queremos los españoles, y lo mismo sucederá en otras naciones. Es indignante que la única vez que se nos ha pedido a los españoles que nos pronunciemos en referéndum haya sido para aprobar una Constitución europea que luego otros rechazaron y encalló. ¡Qué envidia me dan los ingleses! Vean la rueda de prensa de Cameron y se darán cuenta de que ahí hay un político que verdaderamente tiene claro que defiende los intereses de su país. ¡Y Sarkozy le niega el saludo! ¡Qué poca categoría!

viernes, 9 de diciembre de 2011

"El lector", de Bernard Schlink, y otras lecturas recientes

Después de decepciones como “La ciudad de los prodigios”, de Eduardo Mendoza, que terminé por un comentario elogioso de mi amigo Pedro que me animó a continuar, tenía ganas de toparme con una buena novela, y he tenido suerte: “El lector”, de Bernard Schlink. La novela narra la historia de un muchacho de 15 años que vive una historia de amor con una mujer de 36 años que en el pasado trabajó como guardiana de las SS en campos de concentración nazis. El muchacho se entera de eso cuando años más tarde, después de que ella le hubiera abandonado sin dar ninguna explicación, la encuentra en un juicio acusada por acciones que cometió en aquellos años. Es una novela intimista, con un argumento sencillo, verosímil, que plantea problemas morales de cierto interés. Pero, sobre todo, es una novela narrada con maestría. Schlink me parece un escritor formidable: sobrio –cualidad casi imprescindible para que congenie con un escritor-, preciso, elegante y profundo, cuando es razonable serlo y sin pedantería. Sabe lo que quiere contar y va directo al grano sin por ello renunciar al detalle cuando éste es necesario, receta mágica para captar la atención del lector. Parece fácil, pero cada vez es más difícil encontrar a este tipo de escritores. Por ejemplo, hace unos meses el periodista Luis Herrero presentaba una novela y se ofrecía en Libertad Digital la posibilidad de leer las primeras páginas. Tuve suficiente con el primer párrafo. Allí se decía algo así como “la voz del hombre sonó aspera, como un trago de arena”. Me pareció una metáfora tan artificial y rebuscada que inmediatamente pensé que aquello no iba conmigo.

Otra lectura reciente ha sido “Si tú me dices ven lo dejo todo, pero dime ven”, el gran éxito de Albert Espinosa. Está en la lista de libros más vendidos. Es una novela breve, bella, bien pensada y bien narrada, pero con una trama excesivamente rebuscada y en ocasiones completamente inverosímil. Sí, ya sé que la novela pertenece a la ficción, y en este terreno todo es posible, pero qué quieren que les diga, que un anciano de noventa años revele en la UVI, justo antes de morir, los números a los que hay que apostar en los principales casinos, pues me parece demasiado rebuscado para mi gusto. Pero la novela está bien. Sólo hay dos “es por ello que” cuya lectura casi duele. No me explico cómo no se dio cuenta de que esos galicismos estaban completamente fuera de lugar.

domingo, 4 de diciembre de 2011

"El Mesías" de Haendel en el Gran Teatro de Elche


Ayer asistí a la representación de “El Mesías”, de Haendel, en el Gran Teatro de Elche, pieza habitual de estas fechas pre-navideñas, interpretada por la Orquesta Sinfónica Ciudad de Elche. Fue un buen concierto (esta Orquesta y su director, Leonardo Martínez, son una garantía), aunque de los cantantes solistas el Bajo y la Alto dejaban bastante que desear. En cambio, la soprano, Vania Vatralova-Stankov, nos pareció buenísima, así como la Coral “Discantus” de Murcia. Aunque disfrute con la música del siglo XVIII, especialmente Bach, Vivaldi y Mozart, confieso que hay momentos en que escuchándola no puedo evitar acordarme de Beethoven, en mi opinión, el mejor músico que ha existido, porque su irrupción cambió por completo el panorama musical. Hace dos temporadas, la Orquesta Sinfónica Ciudad de Elche interpretó su tercera sinfonía (la popular “Heroica”), y disfruté muchísimo. Junto a la quinta, es mi favorita. Este año está programada la sexta (conocida como “Pastoral”) y la novena. Habrá que abonarse al Gran Teatro. Adjunto la crónica del Diario Información (http://www.diarioinformacion.com/elche/2011/12/05/mesias-entusiasma/1198535.html ).

sábado, 3 de diciembre de 2011

"Collateral", una obra maestra

Hay películas que ejercen una extraña fascinación que sólo terminas de entender después de verlas nuevamente varias veces. Me ha pasado bastante, pero quizá la ocasión en la que esta experiencia más me sorprendió fue con “Collateral”, la película de Michael Mann protagonizada por Tom Cruise y Jimie Foxx. Es un thriller de acción, es decir, se supone que iba a ser la típica película que entretiene, pero que olvidas apenas una hora más tarde. Esta vez no fue así. De hecho, varios días después seguía pensando en ella, así que como disponía del DVD decidí volver a verla un par de veces más y confirmé que esa fascinación inmediata estaba justificada.

¿Qué tiene esta película? Para empezar una música excelente y algunas escenas memorables; pero, sobre todo, una interpretación insuperable, formidable, cautivadora, y todos los adjetivos que le quieran añadir, de Tom Cruise. Creo que he visto todas las películas de este actor, que casi siempre me ha convencido, pero en “Collateral” su actuación es un escándalo. Incluso un simple aficionado como yo se da cuenta de que es inexplicable que Jimie Foxx fuera nominado a los Óscar por su interpretación y no sucediera así con Cruise.  

La historia es sencilla: un sicario, Vincent (Tom Cruise), llega a Los Ángeles con el objetivo de matar a varias personas, y contrata los servicios de un taxista (Jimie Foxx) para que le lleve a los distintos lugares de la ciudad en que se hallan sus futuras víctimas. Por accidente el taxista descubre a qué se dedica su cliente, y éste le fuerza a que cumpla con el trato y le siga transportando. Vincent no permite que sus sentimientos interfieran en su trabajo. El taxista intenta ablandar su corazón, mostrarle sus acciones desde un punto de vista moral, pero Vincent permanece firme: sólo hay una vida y hay que aprovecharla al máximo, lo cual exige un trabajo lucrativo que te permita cumplir tus deseos. Su determinación es tal que se comporta como una auténtica máquina de matar, y no duda en emplear la brutalidad cuando es necesaria. La escena del club la he visto muchas veces y todavía me sigue impresionando. La atmósfera que crea Mann con la música de Paul Oakenfold (“Ready, Steady, Go") es perfecta. La mirada de Cruise provoca escalofríos y uno casi diría que si le abren la carne aparecerá la aleación de un Terminator. Sus movimientos parecen tasados y el comienzo de la acción es la pura manifestación de cómo se conduce la voluntad huérfana de cualquier sentimiento de humanidad. De verdad que impresiona ver como rompe el riñón, tuerce el cuello y patea al primero de los guardaespaldas que en vano protegen a su próxima víctima.

Además de la escena del club, hay otras, como decía, memorables. La visita al club de jazz para acabar asesinando al músico es extraordinaria. Cuando éste descubre quién es Vincent el espectador puede sentir su terror. También es muy buena la escena que protagoniza Javier Bardem –el narco que encarga el trabajo- junto a Jimie Foxx, o aquella en la que reina el silencio en el taxi mientras suena “Shadow on the sun” y se cruza un coyote por delante del taxi. Pero, sin duda, la escena final de la muerte de Vincent es un colofón dignísimo para tan excelente película. Tom Cruise lo borda nuevamente. Vincent tiene tan interiorizado que la vida está hecha únicamente de presente y de voluntad que hasta para morir se comporta maquinalmente: constata que su herida es mortal y se sienta para dejarse morir. Pero no puede evitar una última reflexión, su única concesión a su condición humana, y susurra: “Guy gets on the subway and dies. Think anybody'll notice?”.


La escena del coyote y el comienzo de “Shadow in the sun”:


La escena del club:


Escena final:

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Y un poco más todavía sobre el euro...

Aunque resulte reiterativo, no puedo dejar de indignarme cada vez que repaso algunos de los acontecimientos económicos que se han producido a partir de la entrada en circulación del euro. Es evidente que la burbuja inmobiliaria que hemos padecido en España ha provocado que la crisis esté teniendo efectos dramáticos en nuestro país, sobre todo por el número de parados que se ha cobrado. Zapatero se lamentaba en el último debate sobre el estado de la nación –si mal no recuerdo- de no haber acabado con esa burbuja de nefastas consecuencias. Quizá se podrían haber tomado diversas medidas para lograrlo, pero, al margen de ello, también podemos preguntarnos por qué razón hemos vivido años con unos tipos de interés tan bajos. Esa política de tipos bajos, casi rasantes, propició la burbuja inmobiliaria al tiempo que la inflación, pese a no alcanzar las cotas de décadas pasadas, era superior a la del resto de países de la zona euro. ¿Por qué pasó todo eso? Pues porque carecíamos de mecanismos para regular los tipos de interés, y el Banco Central Europeo prestó atención a los intereses de Alemania. En los primeros años de siglo, la economía alemana estaba estancada y necesitaba esos tipos de interés bajos para intentar salir de esa situación de estancamiento que le llevó a incumplir el Pacto de Estabilidad, al igual que sucedió con Francia. Ellos necesitaban estímulo, mientras a nosotros nos hubiera venido bien un enfriamiento. Por eso sostengo que el euro y la política del BCE ha estado al servicio de los alemanes y de los franceses, y me parece indignante que Alemania se presente como la gran víctima de los desmanes cometidos por los países periféricos, sin negar ni dejar de criticar esas políticas irresponsables llevadas a cabo por Grecia fundamentalmente.

Si la política del BCE benefició sobre todo a Alemania, por qué razón un gobierno económico europeo va a ser bueno para toda la zona euro. Tengo la impresión de que se está produciendo una peligrosa mistificación: se está dando a entender que la globalización financiera demanda una respuesta unitaria de los países de la zona euro que pasa por “globalizar” las decisiones de política económica y, sobre todo, presupuestaria. Con otras palabras, la globalización requiere coordinación y la mejor coordinación es la que proporciona un mando único. El problema es que el mando único puede pensar en la zona euro globalmente y ello no siempre te va a beneficiar, tal y como ha sucedido con la política de tipos de interés seguida por el BCE. Yo diría que la globalización económica y financiera, y la necesidad de coordinar políticas en ese escenario, aconseja más bien todo lo contrario, es decir, no renunciar a los principales mecanismos de decisión que afectan a la política económica y financiera de un país, tal y como han hecho el Reino Unido o Suecia. Pero, ya sabemos, parece que no es posible la vuelta atrás, y eso me inquieta profundamente. ¿De verdad no es posible una ruptura ordenada de la zona euro? 

martes, 29 de noviembre de 2011

Cumpliremos con el objetivo del déficit público

En una entrada publicada el 28 de octubre destaqué que había pasado desapercibido el buen dato del déficit público del Estado registrado hasta el mes de septiembre. Hoy hemos conocido una excelente noticia en esa misma línea: en los primeros diez meses del año el déficit del Estado ha sido del 3,70% del PIB, es decir, hay un margen bastante amplio para cumplir con el objetivo del 4,8% para todo el año. Este dato unido a la moderación del déficit de las Comunidades Autónomas que conocimos ayer me reafirma en la convicción de que se va a cumplir con el objetivo de no superar el déficit conjunto del 6% y, si se sobrepasa, el exceso será pequeño. No entiendo por qué una buena noticia como esta se difumina en algunos medios –lo de Libertad Digital me parece de escándalo, parece que sólo son noticia las malas noticias- al tiempo que se destaca de forma exagerada un informe de la OCDE conocido hace pocos días que pronosticaba un paro del 23% en los próximos años. Este dato de déficit no significa que no se deban llevar a cabo reformas estructurales urgentes, así como perseverar en la austeridad, pues el año que viene hay que seguir reduciendo el déficit, pero hay que insistir en que urge buscar fórmulas para estimular el crecimiento y no poner el énfasis únicamente en la necesidad de recortar gastos, y sobre todo en crear una psicosis con relación a este tema que está lastrando la puesta en marcha de iniciativas económicas.

Les tengo que decir que a mí no me sorprende que estemos en el camino adecuado para cumplir los objetivos de déficit. Es más, estaba convencido de que así sería, y no precisamente por la labor del gobierno, aunque hay que reconocer que en este terreno ha actuado con rigor. Mi convencimiento se basaba en una razón mucho más prosaica: el carácter genuinamente borreguil de la grey hispánica. En España se reflexiona poco y se actúa al impulso de modas basadas en determinadas creencias que arraigan. Cuando a los españoles se nos mete una idea en la cabeza que nos mueve a actuar somos capaces hasta de conquistar y evangelizar un continente (al final tendrá razón Ortega cuando insistía en que España es una nación de masas, cuestión que bien merece una entrada específica). En este último año y medio hemos decidido –forzados o no, esto poco importa- que hay que reducir el déficit. Las administraciones se han lanzado a una formidable carrera de recortes y estoy convencido de que lo vamos a lograr, como casi todo lo que verdaderamente nos proponemos. Lástima que en su día apostáramos por un europeismo irreflexivo y decidiéramos prescindir de la peseta. Imagino que otro tanto pensarán los finlandeses al ver que la pertenencia al euro ha aumentado el coste de su deuda soberana en comparación con la de sus vecinos suecos que conservan su corona.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Harto del cupo-chollo vasco

Leyendo una entrevista a Alberto Recarte, veo que le preguntan por el cupo vasco y contesta lo que ya sabíamos: En el País Vasco, excepto el Impuesto de Sociedades y las cotizaciones sociales, todos los demás impuestos los recauda la administración fiscal vasca. Existe un acuerdo entre el País Vasco y España. Se deja que todo lo que recaude se lo quede el País Vasco excepto aquella parte de los gastos nacionales a los que tiene que contribuir (justicia, defensa, seguridad, etc...) Se hace ese cálculo y el País Vasco tiene que pagar a la Hacienda española una cantidad. Los acuerdos tienen que renovarse cada 3 ó 4 años. Las cantidades son muy ridículas. En la práctica, el País Vasco es independiente fiscalmente. No contribuye a la solidaridad del resto de España. Es de lo que se quejan los catalanes. Es un privilegio. Y además, lo que dicen los expertos es que se ha calculado mal los porcentajes de los gastos nacionales que ellos tienen que afrontar”. Tiene razón Recarte, y si desean más datos: http://eprints.ucm.es/7945/1/58.pdf .

Cuando uno se pone a pensar detenidamente en el asunto del cupo vasco no entiende que los nacionalistas vascos lleven más de treinta años dando la matraca con la autodeterminación y nadie –por fin un partido, UPyD, lo lleva en su programa- haya tenido la iniciativa de querer acabar con esta situación. Supongo que por un sentido de lealtad constitucional –la Constitución ampara los derechos históricos de los territorios forales- un tanto estúpido a la vista de la reiterada deslealtad del nacionalismo vasco. Me parece que hay que revisar urgentemente este privilegio incompatible con el espíritu e incluso la letra de la Constitución española, pues ya me dirán ustedes, por ejemplo, cómo casa el cupo vasco y el concierto Navarro con el art. 138.2 de la Constitución: “Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales”. Mientras esto se mantenga no es que desee que se independicen, sino que soy yo el que se declara independentista.