lunes, 21 de enero de 2013

Lo que el "barcenasgate" se puede llevar por delante

Las noticias que están apareciendo sobre sobresueldos cobrados por cargos del PP, y las que parece que todavía nos aguardan servidas con cuentagotas por Bárcenas, son un escándalo mayúsculo cuyas consecuencias políticas son difíciles de predecir. José García Domínguez apunta que el asunto puede llevarse por delante el sistema. Si el PSOE vive instalado en el experimento de comprobar cuál es su suelo electoral y no sale de su asombro al constatar elección tras elección que todavía puede hundirse más, habrá que ver si el "barcenasgate" conlleva la huida del tradicionalmente fiel votante del PP. Supongo que es al fin del bipartidismo hegemónico a lo que se refiere García Domínguez cuando alude al sistema.

Hace algún tiempo que vengo observando y destacando que, en efecto, el electorado es cada vez menos sensible a la apelación al "voto útil", es decir, a votar a alguno de los grandes partidos -aunque no representen la opción que más les convence- para que alcancen el poder. El porcentaje de voto de PP y PSOE cada vez es menor, y en las últimas encuestas de intención de voto IU ya alcanzaría un 15% y UPyD un 10%, que de confirmarse y acentuarse podría suponer, pese a los obstáculos del sistema electoral, un mapa político que diera lugar a pactos electorales inéditos. Pero si el descalabro en el PSOE no se detiene, incluso podría darse el caso de que dejara de ser el principal partido de la oposición, aunque esto es muy complicado que suceda. Que la tendencia es claramente visible lo evidencia también el imparable ascenso de Ciutadans en Cataluña, que está recogiendo el hartazgo de muchos ciudadanos, entre otras cosas, con la manera de hacer política del PSC y del PP.

Suele decirse que el electorado no castiga la corrupción. Veremos, porque es verdaderamente escandaloso que hayan pasado tres años desde que estallara el caso Gürtel y el PP no haya adoptado las medidas necesarias para depurar responsabilidades y sepamos que hasta anteayer como quien dice Bárcenas tenía despacho en la sede del PP. Ahora andan muchos escandalizados y diciendo eso de que cada palo aguante su vela. Me parece a mí que esta vela pesa tanto que puede quebrar el mástil. Sí, estoy pensando en Rajoy, que a fin de cuentas es el Presidente del partido desde hace casi una década y algo debería saber del asunto. Cospedal entona el a mí que me registren y así parece que habrá de resolverse el asunto, registrando a todo el mundo hasta que en el PP se decidan a coger el toro por los cuernos, y dejen de pensar en las corruptelas que tengan montadas los socialistas. Están consiguiendo que votar a alguno de los grandes partidos se convierta en un acto heroico.

viernes, 18 de enero de 2013

Dinero público para el Valencia mientras se recorta en sanidad y educación

Aunque sea aficionado y accionista -tranquis, una acción- del Valencia CF, me parece indignante la inminente irrupción de la Generalitat Valenciana en el club como máximo accionista, previo desembolso -da igual el modo en que finalmente se concrete- de una cantidad cercana a los 90 millones. Aunque era "vox populi", yo me he enterado hace poco, así que les cuento el asunto a los que andan desconectados de la actualidad futbolística, como es mi caso. Hace pocos años, el Valencia realizó una ampliación de capital de más de noventa millones de euros. La Fundación del Valencia CF adquirió la mayor parte de esos nuevos títulos a través de un crédito de Bancaja que fue avalado por la Generalitat. La Fundación no puede hacer frente al préstamo y lógicamente Bankia ejecutará el aval, con lo que si la Generalitat no paga una nueva deuda recaerá sobre ella y, por tanto, sobre todos los valencianos.

Este asunto me parece un escándalo mayúsculo. Primeramente, la cantidad es muy importante, casi cien millones. Para que nos hagamos una idea, eso es casi el recorte presupuestario que en 2013 van a sufrir las universidades públicas valencianas. Pero, sobre todo, se trata de un gasto carente absolutamente de sentido. Con los grandes proyectos se puede haber despilfarrado, pero al menos ahí está la Ciudad de las Artes y de las Ciencias, o la propia Terra Mítica. Regalarle 90 millones al Valencia entregándoselos a su Fundación no tiene justificación alguna, es inadmisible y me parece que el Consell debería dar alguna explicación. ¿Por qué razón de interés público los valencianos debemos admitir que la Generalitat avale una deuda contraída por una entidad privada como la Fundación del Valencia CF? Y lo mismo cuenta para el resto de clubs valencianos que han sido avalados por la Generalitat. Algo más que un despropósito.

miércoles, 9 de enero de 2013

El problema del Rey

La entrevista de Hermida al Rey no fue ni siquiera decepcionante, porque creo que nadie albergaba la menor expectativa de que Don Juan Carlos fuera a decir algo distinto a lo que dijo, o de que Hermida lanzara a lo Jesús Quintero. La monarquía española tiene un serio problema de popularidad, y de ahí que el Rey accediera a conceder esta entrevista-masaje que, a la vista de las preguntas y respuestas, no ha servido para nada. Es evidente que el escándalo de Urdangarín ha minado la imagen de la institución, al igual que las frivolidades que se han conocido del Rey, pero para mí la clave del desprestigio de la monarquía es haber malinterpretado lo que significa reinar. Y, si estoy en lo cierto, esto no es grave, es letal.

Una y otra vez comprobamos que los discursos del Rey y del Príncipe son deliberadamente ambiguos. Se redactan con la indisimulada intención de permitir que sus palabras admitan una interpretación que todos puedan utilizar en defensa de sus posiciones políticas. De ahí que después de sus intervenciones se indague en busca de la exégesis más plausible. Es verdad que así se evita herir susceptibilidades y crearse enemigos, pero el papel moderador que es consustancial a la función de reinar se ve seriamente afectado, porque la autoridad que debe aureolar la figura del monarca desaparece cuando la opinión no se transmite con la suficiente claridad y el imprescindible fundamento, asumiendo el riesgo que ello comporta. 

Si la monarquía pretende recuperar el aprecio de los ciudadanos debe hacer un esfuerzo por recuperar la autoridad, es decir, por lograr que sus mensajes sean esperados como un foco de luz que servirá para aportar un punto de vista ajeno a la lucha partidista, pero genuinamente político, y siempre sostenido en una argumentación sólida y bien construida -que puede y debe generar un debate en el seno de la sociedad- sobre los diferentes problemas de la vida nacional. El Rey no debe olvidar que reinar es una función política que exige posicionarse, argumentar, aunque no a la manera en que lo hacen los partidos políticos. En cambio, parece que la Casa Real cree que la neutralidad pasa por renunciar a la política perdiéndose en una ambigüedad huera y desesperante que inevitablemente lleva a que los ciudadanos se pregunten si una monarquía así sirve para algo más que para evitar el mal mayor que en el caso de España -por razones históricas- significaría un régimen republicano.

jueves, 3 de enero de 2013

"El Jarama", una casticísima obra de arte

Me embarqué en la lectura de "El Jarama" porque recuerdo haber leído -aunque no estoy seguro de no equivocarme- que Delibes consideraba a Sánchez Ferlosio, el autor de esta novela publicada en 1955, el mejor escritor en español vivo. Excelente elección. Es una obra maestra que sin duda disfrutará cualquier aficionado a la buena literatura, sobre todo si es español. Digo esto porque se trata de una novela genuinamente española, castiza en grado sumo, lo que en el caso español supone, entre otras cosas, una sobriedad y precisión que se aprecia en las descripciones y en los diálogos. Comprendo que entusiasmara al genial autor de "El camino". Cuando Ferlosio narra, ves y escuchas paisajes, escenas, gestos y conversaciones que conoces, que retratan cómo es la vida en la piel de toro. El Jarama es el típico río en que yo diría que todo español se ha bañado o visitado, aunque mi caso quizá sea especial por haber veraneado toda mi vida en Ribarroja del Túria. Y todos hemos entrado alguna vez en la taberna de Mauricio.

"El Jarama" narra cómo transcurre un tórrido domingo de verano en una población de las afueras de Madrid por la que pasa el río Jarama, al que han acudido un grupo de jóvenes para disfrutar del día bañándose en el río y pasar la tarde -algunos de ellos- en la taberna de Mauricio. No les digo más, aunque tampoco se crean que hay mucho más que decir. No callo una trama detectivesca ni nada por el estilo. Estamos ante un magnífico retrato de la vida cotidiana, tan pulcramente escrito que pocos lectores se verán tentados a abandonar la lectura. Las conversaciones que tienen lugar en la taberna son, como apuntaba, castizas tanto en el lenguaje, como en los temas, personajes y modos de conducirse. Me parecen cautivadoras, bellísimas en su sencillez. Son trazos literarios del alma española. Una maravilla que les recomiendo (si se puede recomendar algo publicado hace medio siglo que probablemente muchos lectores ya conocían hace tiempo).

viernes, 28 de diciembre de 2012

Luis Miguel Dominguín

Ortega comienza "Mirabeau o el político" explicando que su fascinación por este personaje se debe a que percibe en él el contrapunto a su forma de ser. Lo entiendo muy bien. Yo también admiro a muchas personas -vivas o muertas- cuyo carácter difiere enormemente del mío y poseen unas cualidades que, si bien no envidio, sí que contemplo con admiración desde la distancia. Una de ellas es Luis Miguel Dominguín (1926-1996), un gran torero de personalidad arrolladora y gran vitalidad. No se dejaba impresionar por nadie, ni siquiera por Picasso -miren en YouTube la entrevista en la que cuenta la anécdota en la que dejó esperando a Picasso-. Era, además, un amigo leal y generoso, como se refleja en el libro "La puerta de la esperanza", escrito por José Luis Olaizola con base en las conversaciones mantenidas con  Juan Antonio Vallejo-Nágera (amigo íntimo de Dominguín) pocos meses antes de morir. Dominguín me fascina por su decidida voluntad de "comerse el mundo", de disfrutar con nobleza y cierta pillería de todo aquello que la vida nos puede ofrecer. En otras personas ciertas actitudes de Dominguín pasarían por frivolidades, pero su autenticidad lo hacía imposible. Probablemente fuera esa autenticidad lo que cautivó a Picasso o al mismo Franco. En ocasiones, pienso en cómo abordaría Dominguín cierta situación y me hace gracia, porque mi reacción y la que imagino que él tendría son completamente distintas, quizá lo mismo que le pasaba a Ortega cuando pensaba en Mirabeau.

domingo, 16 de diciembre de 2012

El rescate, cada día más lejos

Sí. Y no porque la economía mejore y no se necesite, sino porque cuanto más tiempo pase dicha petición supondría el reconocimiento del fracaso de Rajoy. El presidente no puede dejar pasar año y medio gobernando y luego reconocer que sus políticas han sido incapaces de evitar la petición de ayuda. Prefiero que sigamos esperando, creo que Rajoy acierta resistiéndose, cosa lógica por cierto, ya que no tiene garantías suficientes de que el rescate sea aprobado por todos los países. En el epicentro de la crisis, la esperanza pasa por lograr que los datos de déficit de 2012 sean buenos.

lunes, 3 de diciembre de 2012

¡Tú decides!

Incorporo al blog el artículo "¡Tú decides!" que, si mal no recuerdo, publiqué en el diario Las Provincias en 2006. Creo que puede ser de interés para mis alumnos de "Filosofía del Derecho" y también para los de "Teoría y Formas Políticas".


¡Tú decides!

Estaba sentado en la playa tratando de disfrutar de la lectura; pero era inútil. A unos treinta metros, un niño, ante la absoluta indiferencia de su padre, se entretenía apretando una y otra vez el botón de la ducha de los bañistas. La dolorosa hemorragia acuil acabó por agotar las reservas de mi paciencia. Me levanté y fui directo hacia el padre tratando de contener mi indignación. Con toda corrección, le recordé que estábamos padeciendo una grave sequía y que no se debía malgastar agua. El hombre, completamente sulfurado, me ladró que él era de la Comunidad Valenciana –quizá se habría pensado que yo era un guiri- y que pagaba sus impuestos. Imposible dialogar; di media vuelta y regresé a mi sillita de playa con la conciencia tranquila. Desde allí escuché las bravatas de aquel infeliz que, en pleno retorno a la infancia, emulaba a su hijo apretando incesantemente el botón. 

Quizá les parezca evidente que este hombre no tenía derecho a derrochar agua impúdicamente, por muchos impuestos que pagara. Pero, pensémoslo más detenidamente, ¿por qué no? Al fin y al cabo era una ducha pública y no figuraba ningún cartel que restringiera su uso. Ni siquiera una de esas recomendaciones, con las que topo diariamente en los lavabos de mi Universidad, en las que se aconseja consumir agua responsablemente con un curioso “¡tú decides!” de apostilla. 

Lo cierto es que, por extraño que parezca, la actuación de este hombre respondió a una idea bastante generalizada en nuestros días, según la cual todo lo que no está explícitamente prohibido, está permitido; y, dando un paso más, si está permitido quiere decir que se tiene derecho a hacerlo. La libertad individual goza así de las máximas garantías, pues la única fuente de la que podría emanar un deber jurídico serían las normas coactivas provenientes del poder público. Más allá, sólo quedaría la bienintencionada apelación al “¡tú decides!”, que parece remitir a una instancia moral que actuaría como coto vedado frente a las injerencias de quijotes cívicos o buenos samaritanos, impertinentes en cualquier caso. No es que la moral haya desaparecido del horizonte, entiéndase bien, sino que progresivamente se ha ido privatizando. Uno topa con diversas concepciones morales, es decir, de lo bueno y de lo malo, a las que puede adscribirse sin tener que dar explicaciones a nadie. Este fenómeno hace que, más allá de lo que prescriben las leyes y los usos sociales, la sombra de la anomia se extienda por la vida colectiva. Así se explica que en el cartelito del lavabo no se utilice un imperativo como “¡ahorre agua!” o “debes ahorrar agua”, perfectamente lógicos y plenamente justificados, y se opte por el timorato, aunque políticamente correcto, “¡tú decides!”. 

La privatización de la moral constituye un fenómeno complejo que, sin duda, obedece a diversas causas. Quizá sea Kelsen (1881-1973) uno de los autores que más ha contribuido a potenciarlo, al ligar relativismo moral y democracia. Este filósofo del derecho, probablemente el más influyente del pasado siglo, sostuvo reiteradamente que todo aquel que cree en una verdad absoluta se orienta hacia una actitud autocrática. Dicho en otros términos, la asunción de una determinada concepción moral como absolutamente verdadera representa un riesgo para la democracia. De este modo, cabría pensar que un buen demócrata es aquel que en su casa y con sus afines dice lo que piensa, pero que, consciente de que no hay verdades absolutas, renuncia a convencer a nadie. Por ello, no es casualidad que, en un alarde de mistificación, con frecuencia nos encontremos con que alguien que no ha renunciado a sus convicciones, y además osa exponerlas y defenderlas argumentalmente con la máxima energía, pueda ser hoy tachado de fascista. 

En definitiva, dada la privatización de la moral a la que asistimos, fácilmente se podría llegar a la conclusión de que, al levantarme de la silla e ir a cantar las verdades del barquero a aquel hombre, actué de manera intolerante y prepotente; nada menos que consideraba absolutamente malo lo que estaba haciendo, y pretendía convencerle de que renunciara a su acción (en este caso omisión). Intolerable; aquél era un genuino demócrata que pagaba sus impuestos sin meterse en la vida de los demás, al contrario de lo que yo hacía. Además, con su referencia a los impuestos me estaba recordando que sólo mediante una norma clara y precisa, elaborada democráticamente, se podría haber prohibido el uso ad libitum de la ducha. En fin, quizá les parezca excesiva mi irónica autocrítica: ¡ustedes deciden!