Los personajes que
protagonizan las películas de Clint Eastwood suelen ser individuos solitarios bajo cuya
imagen de tipos duros se esconde un gran corazón. Eastwood logra emocionarnos cuando vemos que el yanqui del rifle dispuesto a liarse a tiros con el vecindario de
inmigrantes es capaz de sacrificar hasta su propia vida por uno de ellos, al
que termina apreciando más que a los de su propia sangre (“Gran Torino”). No menos emotiva es la escena de “Million dollar baby” en la que roto por el dolor Frank desconecta la máquina de Maggie, tetrapléjica y mutilada, mientras ella le despide con esa lágrima que se desliza por su mejilla (y
por la de los espectadores) segundos antes de morir. Eastwood trata los
sentimientos humanos con tal delicadeza y hondura que al ver sus
películas uno experimenta una infinita gratitud. En “Million dollar
baby” es normal destacar la tragedia de Maggie y el dilema moral de Frank, pero
en esta película me impresiona el sufrimiento que ambos soportan
calladamente por el amor no correspondido. Frank tiene una hija a la que
escribe constantemente cartas que le son devueltas sin ni siquiera abrir. Es un
rechazo frío, cruel, constante. No sabemos la causa, pero da igual, o al menos
eso nos viene a decir Eastwood. Frank no se queja, lleva su sufrimiento en
silencio. Guarda las cartas devueltas y sigue escribiendo a su hija,
perseverando en un amor no sólo no correspondido, sino mancillado de desprecio.
Maggie dedica su primer dinero ganado en el boxeo a comprarle una casa a su
madre, quien lejos de mostrar algo de gratitud le reprocha que no le hubiera
dado el dinero en lugar de comprarle la casa. El espectador queda tan atónito y
asqueado como Frank cuando contempla la escena. Maggie y Frank viven la
tragedia del amor no correspondido, de haber tenido la desgracia de topar con
gente sin corazón y que esa gente sean los "suyos", pero no hablan de ello, siguen adelante y viven, confían en la vida. Los solitarios de Eastwood se empeñan en vivir, incluso el deseo de morir de Maggie no puede interpretarse como rendición, como falta de interés por la vida. ¿Puede haber más vitalidad en intentar suicidarse arrancándose a mordiscos la propia lengua? Si alguien tiene la tentación de rendirse le recomiendo que se alquile una película de Eastwood. Sentirá que la vida le puede dar otra oportunidad...