En la penúltima entrada apuntaba que
no estaba completamente de acuerdo con lo que dijo Aznar en la polémica
entrevista que concedió en Antena 3. Según él, para superar la crisis que
vivimos España necesitaba cinco tipos de medidas que concretaba así:
1. Hacer un Estado viable, eficaz y sostenible.
2. Reformar unas instituciones que garanticen el funcionamiento del Estado de Derecho.
3. Reforma de la economía incluyendo una reforma fiscal que reduzca los impuestos y favorezca a las clases medias.
4. Nuevo pacto social (pensiones, etc.).
5. Recuperar la posición internacional de España.
A ese programa de acción debe añadirse que para Aznar el verdadero origen de la crisis se halla en la desagregación del Estado, es decir, en la ausencia de instrumentos que garanticen la cohesión.
Nadie discutirá que es
fundamental que las instituciones democráticas garanticen el
funcionamiento del Estado de Derecho (punto 2). El logro de este objetivo
requiere pactos de Estado. Sin embargo, Aznar destacó la necesidad
de que el gobierno haga valer su mayoría absoluta y minusvaloró la importancia
de dichos pactos. Parece un contrasentido. El PP, por ejemplo, no
puede aspirar a una reforma de la justicia o del Tribunal Constitucional sin
contar con el respaldo de otros partidos y, en especial, del PSOE. El punto 1 y el 4 están
estrechamente relacionados, ya que un Estado viable depende de cómo entendamos
el Estado social de Derecho. También aquí parece que si hablamos de pacto
social, al menos en los mínimos sea conveniente lograr un Pacto de Estado. El
pacto de Toledo relativo a las pensiones es un pacto de Estado. En definitiva
son políticas que requieren concordia por parte de las fuerzas políticas. No sucede así con el punto 3, que
es el único que legítimamente puede abordarse con la mayoría absoluta que
respalda al gobierno. Aznar propone una reforma de la economía, pero no
concretó en qué debía traducirse. Su mensaje más preciso fue el relativo a la
bajada de impuestos, y aquí la cuestión es si esa bajada repercutirá
positivamente en el crecimiento y en la recaudación en un contexto recesivo. Es
un tema muy complejo en el que sólo se puede especular. Sí se puede afirmar que
en este punto el PP no está cumpliendo su programa y podría decirse que es
lógico que Aznar, si estima que sería buena una bajada de impuestos, critique
la política del gobierno. En cuanto al punto 5, estoy
plenamente de acuerdo, pero hay que definir cuál es el posicionamiento por el
que aboga Aznar, sobre todo en el contexto europeo. ¿Debemos aliarnos con las
tesis de Merkel o liderar una corriente crítica? Ahí es donde debían haberle
pedido a Aznar que se definiera.
Si analizamos, pues, la crítica
de Aznar nos damos cuenta de que concretó muy poco, y lo que apuntó sólo puede
realizarse a través de unos pactos de Estado que desdeñó. De todas formas, su
intervención me pareció interesante y en modo alguno creo que deba verse como
un comportamiento desleal, sobre todo si se apunta a que se trata de una
deslealtad hacia su partido. Ese tipo de lealtad habría que erradicarla. Hay
que ser leal a aquello que lo merece y sin duda los intereses electorales de un
partido no lo son. Me parece absolutamente saludable y necesario que los
políticos expresen libremente su opinión. Los bobos solemnes como Zapatero
prefieren disfrazar de lealtad su falta absoluta de autoridad para ofrecer
puntos de vista relevantes sobre la situación que estamos atravesando.
Mucho más interesante que esos
cinco puntos que propuso Aznar fue su breve alusión a la verdadera causa de la
crisis. Aquí discrepo de lo que dijo. La crisis que vivimos no ha sido causada
por la ausencia de instrumentos que garanticen la cohesión, aunque sin duda
haya que procurarlos. La crisis tiene causas muy profundas, pero la más evidente
es la calamitosa adopción del euro. Esa decisión, la política monetaria europea
y, en menor medida, las políticas del gobierno Zapatero han sido las que nos
han conducido a este callejón de difícil salida. Y en este punto Aznar tiene
mucho que decir, y habría mucho que preguntarle. Fue una lástima que los
periodistas no lo hicieran.